Capítulo XXI
Elección
Norte había caminado por el vasto bosque durante gran parte del día, agotado ya de no encontrar nada más que la fauna silvestre realizar sus actividades diarias durante su camino, aún sin respuesta ni tan solo una pista de lo que el guardian buscaba.
Después de encontrarse con la desconocida y solitaria torre, recorrerla de arriba a abajo, y viceversa, hurguetear en sus rincones, Nicholas volvió al taller por un pequeño momento, convalidar sus deberes con su excursión era una tarea más difícil de lo que el guardian había supuesto, aún así salió rápidamente de su hogar para continuar con su búsqueda, ahora ya tenía una pista más a la cual aferrarse.
Poco a poco el paraje frondoso y verde fue mutando, su espesor fue cediendo y la ruta ensanchandose, el bello bosque se abrió para dar paso a un claro más despejado, las raices de los árboles a su alrededor sobresalían, Norte las esquivaba con naturalidad y simpleza, hasta encontrar a la distancia un pequeño lugar.
A medida que se acercaba, el guardian, pudo notar el ambiente rústico y amenazante de la taberna, de aspecto áspero y con acabados anticuados, parecía llevar décadas levantada entre el bosque húmedo, el letrero pintoresco poseía un patito amarillo de colores vibrantes, sobre este gruesas letras talladas revelaban su nombre: El patito modosito. Norte no perdió tiempo en entrar, en sus manos llevaba las hojas encontradas en aquella torre abandonada, papeles de diferentes datas, tan amarillentos como el ocre, con las imágenes de quienes podían ser los responsables de poseer la flor estaban entre sus dedos.
Jack e Hiccup habían pasado toda la noche sobre la azotea de la torre de piedras, atentos a alguna señal del guardian de los sueños, pero de este no hubo ni un rastro. Por otra parte Eugene había pasado la noche junto a su hija, mientras su esposa y las primas de esta, se encargaban de los príncipes de Dunbroch, turnandose entre ellas para descansar y vigilar, aunque una en especial no podía hacerlo, Elsa estaba tan despierta como la noche ahí afuera.
Cuando el inminente amanecer se hizo presente y la mañana se abrió paso como de costumbre, los forasteros se reunieron en el salón del trono junto a la reina, la noche no habia cambiado en nada la situación, pero, para sorpresa de todos, el día había llegado con nuevos acontecimientos que aún no se hacían notar, aunque uno de ellos estaba pronto de estallar.
Sobre la misma torre en la cual habían pasado la noche vigilando varios del grupo de forasteros, los dragones de Berk aterrizaban con sus respectivos jinetes a cuestas sobre ellos, el estridente ruido y la exclamación de pánico en quienes aún permanecían libres de la maldición del sueño eterno, se hicieron notar en el interior del castillo, luego uno de los hombres que custodiaban los muros llegó hasta la reina Elinor para anunciar la llegada de los jinetes de Berk, lo que provocó la reaccion de Hiccup, preocupado por su gente salió del salon hecho un rayo en direccion a la torre, por inercia sus amigos lo siguieron a unos pasos por detras del castaño, intranquilos al igual que el líder de Berk.
Hiccup fue el primero en cruzar la gruesa puerta de madera que separaba el interior de las escaleras con la azotea, su deber y preocupación lo invadía en ese momento, angustiado por algún ataque a sus tierras y su gente, al igual que ocurría en Dunbroch, pero al ver el rostro de sus amigos no vio en ellos el apremio o la preocupación como su líder pensaba, al contrario, estaban melancólicos y aterrados a la vez, lo que desencajo aún más a Hiccup.
Brutacio, Brutilda, Patán y Eret estaban frente de él y junto a ellos la tensión se hacía notar, ni siquiera la interrupción de Eugene y Jack que llegaban a la azotea podia aliviarla o distraerla, pronto la bomba estallaría.
- ¿Sucede algo? - inquirió Hiccup con apremio, los recién llegados se miraron entre sí sin poder decir nada - ¿Berk está bien? - apuró con más urgencia
- Si, todo está bien en la isla - lo calmó Brutacio - no es por eso que hemos venido
Una vez que los vikingos habían vuelto a su pueblo desde las Islas del Sur, esperaban encontrar a Hiccup ahí, en sus tierras, aunque este último poco permanecía en la isla cuando volvía de sus viajes en busca de Astrid o visitando a cierta princesa de cabellos color atardecer en otros reinos, y esta ocasión no fue diferente, el viejo herrero les informo de la partida del lider vikingo hacia las tierras lejanas, o ya no tanto como años atrás, de Dunbroch. No necesitaron nada más para volver a emprender vuelo, esto era algo que no podía esperar.
Ellos no podían hacerlo
Pero una vez llegados al castillo de la colorina, el valor que los cuatro habían reunido durante el trayecto se había evaporado como el agua con el calor, y la responsabilidad junto a la obligación no era suficiente ¿Cómo le dirían tal noticia? ¿Era siquiera necesario? Hiccup por fin estaba superando la partida de su esposa, había avanzado poco a poco con mucha lentitud ¿Porqué romper eso? Su líder por fin estaba decidido y confesar que Astrid estaba viva era hacerlo retroceder deprisa todo lo que tanto había alcanzado a lograr.
Pero ¿Era justo?
La vikinga era parte de Berk, era una de ellos y aunque Astrid también se veía bien, y aunque tan solo fue vista por un instante por sus antiguos amigos, ellos pudieron notar la felicidad en su mirada, la gratitud en su sonrisa, y al hombre alto y grande que la acompañaba. Seguramente había rehecho su vida.
¿Porqué arruinar lo que habían construido aquellas personas que tanto amaban?
Porque lo hacían, los amaban. Astrid e Hiccup habían sido parte de la vida de aquellos cuatro recién llegados, especialmente de tres de ellos. Habían crecido todos juntos en sus viejas tierras, habian aprendido a ser guerreros, algunos mejores que otros, habian ganado una familia, habían descubierto nuevos mundos y habían dejado algunos viejos, pero siempre juntos. Ahora estaban todos distanciados, Patapez había muerto y Astrid ya no estaba, y el recuerdo de lo que alguna vez fueron en un pasado se desvanecía como las nubes en el cielo, ninguno queria perder a nadie más y la ilusion de recuperar a alguno, de volver a ver a un rostro familiar después de tanto tiempo los llenaba, sin querer, de una nueva esperanza.