Capítulo XXVII
Paciencia
Anna bajó tan rápido como un rayo hasta el palacio una vez el navío atracó en el puerto del reino, habían usado la esfera de nieve que Norte le había confiado a Elsa, por lo que el viaje solo había tardado un par de minutos, los suficientes como para que Anna sintiera la angustia apretujar su pecho y acomodar un vacío en su estomago, convirtiendo cada segundo en una infinita eternidad tras otra, anhelante de ver con sus propios ojos el bienestar de su pequeña familia, las palabras y seguridad de los guardianes que habían estado en Arendelle no le eran suficiente, necesitaba tocar con sus propias manos las pequeñas manitas de su hijas y escuchar por si misma la voz de su marido, lo necesitaba todo, está vez, ajena a su habitual ingenuidad, no se fiaba de los buenos deseos y esperanzas.
Y hasta no verlos es que no se sintió tranquila.
- ¡Mamá volvió, mamá volvió! - exclamó la pequeña Elsa desde el jardín del palacio una vez vio a la reina aparecer - ¡También tía Elsa! - sonreía risueña al notar a la platinada asomar a la distancia - ¡Mira, papá, mira! - apuntaba con su diminuto dedo indice
- Si Elsa, si las veo - le sonrió Kristoff acercándose a su hija y tomándola entre sus brazos, con una sonrisa tan enorme como la preocupación que ocultaba con ella
- Bájame, papá, debo ir por ellas - le reprochó frunciendo los labios, asomando un puchero en ellos
El rubio soltó una carcajada algo aliviada gracias a las ocurrencias de la pequeña antes de dejar a su hija en el suelo adoquinado, pero los deseos de la infante no alcanzaron a concretarse, a penas se volteó con intenciones de correr hasta la reina y la guardiana, su madre ya estaba lo bastante cerca para fundirla entre sus brazos con vigor, con la suficiente fuerza como para sentir que su hija estaba segura entre sus brazos, pero con la suave delicadeza como de quien toma una pieza de cristal entre sus manos, como fuera, lo seguro era que Anna por fin podia respirar en paz.
Su familia estaba a salvo.
- Mamá, basta, me ahogas - se quejó la pequeña rubia mientras trataba de zafarse del agarre de su madre
- Perdón, perdón, solo... Te extrañé tanto - murmuró con la voz tenuemente quebrada, tratando de ahogar con todas sus fuerzas el sollozo que buscaba escapar
- Yo igual - respondió la infante algo más cómoda aún entre los brazos de su madre - papá también, y mucho - agregó, Anna levantó su mirada hacia Kristoff que la observó con consuelo, intuyendo que la situación no era del todo buena, mas la sonrisa del rey no se vió perturbada, una pequeña mascara para la princesa, quien estaba ajena a todo lo que pasaba en realidad - Tía Elsa, hola - le sonrió la pequeña aún entre los brazos de la reina, moviendo sus manitos a duras penas - ¿Dónde está tío Jack? - inquirió con inocencia
Elsa no estaba acostumbrada aun al sustantivo previo a su nombre, le causaba escalofríos, no era un desagrado, era más un temor, un temor nacido de su inexperiencia con los niños y en especial con los de su familia.
Aunque ella también era una niña en aquel entonces.
- Buenas tardes, su alteza - le sonrió con suavidad, apaciguando sus dudas como siempre lo había hecho. - Jack tiene una pequeña misión como guardian, no pudo venir en esta oportunidad - se excusó ante la mirada dulce de su sobrina, luego levantó la propia hasta Kristoff, quien esperaba algo más que las palabras de Anna - buenas tardes, su magestad - le saludó
- Elsa - negó con un gesto el rubio mientras agarraba con su dedo indice y pulgar el tabique de su nariz - no tienes que saludar de esa forma cada vez que nos veamos, somos familia - le reprochó
- Está bien, no te sulfures - se encogió de hombros mientras se acercaba a su hermana, posando su mano en su espalda, en un gesto de sosiego, esta aún permanecía hincada aprisionando a su hija entre sus brazos - tu piel se pone roja - se burló apacible, consiguiendo lo antes dicho por parte del otro y las carcajadas en las demás
Y a pesar de la felicidad y el alivio que ahora respiraban la reina y su hermana, la verdad tenía que hacerse saber y pasado el reencuentro fue que por fin pudieron explicarle a Kristoff lo que ahora acontecía, y ponerse al día con los acontecimientos ocurridos en el reino en la ausencia de ambas.
Y aunque aún había paz en el fiordo
Esta era finita.
La pequeña princesa fue encargada a Olaf, quien supo mantener a la curiosa mentecilla de la infante ocupada, aunque el ocurrente muñeco de nieve también deseaba saber las nuevas que estaban pasando, tuvo que mantenerse al margen por un largo momento, así lo sintío Olaf, al igual que Kristoff, quién escuchaba atento sobre la nueva maldición que los podría aquejar, demasiado confundido al igual que todos los demás.
Todo seguía siendo muy incierto por más que lo repitieran.
- Esperen - las detuvo Kristoff desplomandose en uno de los sillones aterciopelados de la habitación - denme un momento - pidió posando una mano en su frente, apoyado del posabrazo de madera labrada
Kristoff siempre había tenido problemas con su posición como rey, en especial con los viajes a otros reinos, constantemente se había sentido juzgado bajo las miradas escrutadoras y altivas de otros reyes, eran pocos los monarcas con los cuales tenía afinidad y el viejo rey era uno de ellos, uno de los pocos con los cuales podía llegar a sentir que quizás no hacía las cosas tan mal.
Un buen rey
Un buen padre
Un buen hombre
Una imagen de referencia para el inesperto rey de Arendelle.
- ¿Fergus? - quizo corroborar
- Y los príncipes igual - repitió Elsa
- También parte del pueblo - agregó Anna
- ¿Y también en las islas del sur? - preguntó ahora el rubio