Capítulo XXXI
Congelado
El alarido fue tan fuerte que retumbó por los pasillos del castillo dejando un eco crudo a su paso, un escalofrío agobiante cruzó por la espina dorsal de los presentes, poniéndolos alerta ante cualquier peligro potencial, frente de ellos Fergus se erguía ofuscado, envuelto en una ira desconocida e imparable, sus movimientos eran erráticos y violentos, rompiendo todo a su alcance, buscando protegerse de lo que fuera que amenazara su existir, aunque en ese momento él era la real amenaza para los demás. Anna en un gesto rápido tomó a su hija entre sus brazos y retrocedió con torpeza mientras se alejaba de los golpes impredecibles del rey, mientras Mérida y Elinor trataban de detenerlo entre gritos y jaleos.
La pequeña Elsa fue pasada de brazos en brazos hasta llegar al umbral dónde permanecían Astrid e Hiccup, ahora retenidos por la responsabilidad de mantener a la princesa lejos y protegida del caos, quien permanecía sumida en un profundo silencio conmocionada, en contraste con el caos a su alrededor, observando sin pestañar cada instante del espectáculo; su madre exclamando algo inteligible mientras trataba de evitar los golpes del aturdido rey, tras este Mérida trataba de detenerlo aferrada a sus ropas y vociferando algo más, junto a ella la reina Elinor la ayudaba tratando de retener a su esposo agarrando su brazo, resultando zamarreda por la fuerza del otro y retrocediendo con brusquedad unos metros hasta caer, luego, como si el mundo hubiese enmudecido, un crujido grave cruzó la habitación como un relampago, trayendo consigo el silencio, luego un grito de impotencia lo rompió inmediatamente, después solo el frío era lo único real y tangible.
¿Así se suponía era la magia?
Era muy diferente a la magia que le había enseñado su tío Jack y los demás guardianes durante todo ese tiempo.
- ¡Elsa, Elsa! ¿Estás bien? - preguntó Anna llegando hasta su hija tropezando unas cuantas veces y volviendo a ponerse de pie para continuar, ignorando los gritos y quejidos del fondo, revisando y palmeando con sus manos el pequeño cuerpo - ¿Estás ilesa?
Elsa solo asintió con un gesto de cabeza mientras aún con los ojos tan abiertos como sorprendida, con sus pequeñas manos cubría sus oidos tratando de amortiguar el ruido infernal, Anna solo la abrazó con anhelo, tan ensimismada en su hija que era incapaz aún de procesar qué había ocurrido, mientras tras ella el caos estaba a punto de estallar una vez más.
- Elsa... - musitó Mérida con una expresión de horror, está vez llamando a la mayor de las aludidas, la guardiana desvío su mirada aterrada de su nueva creación, para luego ponerlos avergonzada sobre su amiga - pero qué hiciste - completó palabra por palabra, tan lento como doloroso
Anna giró su cabeza lo suficiente para enfocar su mirada en el rey, atrapado en lo que parecía ser una especie de cárcel helada que cubría su cuerpo apresandolo, dejando solamente en libertad su cabeza, la cual no dejaba de moverse con brusquedad en un vano intento por liberar todo lo demás. La reina de Arendelle dejó a su hija entre los brazos de Runa en un gesto mudo, aturdida ante la expectante respuesta de su hermana que se mantenía en un silencio incómodo.
- Sácala de aquí, por favor- musitó con lentitud, la rubia aceptó saliendo por el pasillo con rapidez junto a la princesa en sus brazos
- Oh, Fergus - susurró Elinor acongojada, con la mirada perdida sobre su esposo, Mérida se acercó a ella ayudándola a ponerse en pie
- Solo quería detenerlo - se excusó Elsa en un hilillo de voz con la mirada arrepentida
- ¡Es mi padre! - le recriminó Mérida
- Estaban en peligro - respondió tratando de mantener la calma en su temblorosa voz - él aún está aturdido... - argumentó
- ¡Eso ya lo sé! - exclamó exasperada, meneando los brazos y paseándose de un extremo a otro sin despegar los ojos de su padre y el hielo sobre él - es solo que... yo... es que... solo déjenos en paz - pidió aturdida por el peso de los hechos
- Mer... Yo en serio... - comenzó Elsa en un tono casi inexistente para ser detenida por la expresión de Mérida
- Oh, por favor, Elsa, solo sal de aquí - le pidió nuevamente con brusquedad
Lo primero que hizo Jack fue abrir un portal con rumbo a Arendelle sin escuchar a nadie más, sin importar la cantidad de esferas que le habían dado ni las personas dormidas en tierras lejanas, solo lo cruzó en el instante en que apareció, ignorando las voces apagadas de los otros guardianes; ahora se encontraba haciendo lo mismo hacia Dunbroch, dejando atrás las palabras incompletas de Kristoff y preguntándose así mismo si realmente era tan impulsivo como decían, aún así no se detuvo, la necesidad de hacer algo era mayor y más rápida que el pensamiento lógico, también la culpa, porque aunque consideraba todo lo dicho por Norte una exageración desproporcionada y quizás sin algún fundamento, también conocía el temperamento de Emily Jane, también la había visto sobre actuar en muchas otras situaciones menores, lo que había dicho Aster tiempo atrás tomaba sentido y forma, madre naturaleza era bastante impredecible.
Dunbroch no era un sitio que el guardian solía visitar con regularidad, se limitaba a llevar el invierno y en hacer algunas travesuras de vez en cuando, aún así sus estadías se limitaban a un par de horas, habían muchas cosas que desconocía del reino, y por lo general no compartía mucho con Mérida, aún cuando está pasaba en Arendelle la mayoría de su tiempo.
El pueblo permanecía envuelto en un silencio atronador, sus calles estaban vacías aun cuando el sol había salido horas atrás, en el puerto se vislumbraba un tumulto de gente, pero eran tan pocos que apenas eran una mancha a la distancia, de todas formas el guardian ignoró al grupo y pasó de largo hasta el castillo, ahondando en este sin demora y recorriendo los silenciosos pasillos.