El Secreto De Los Guardianes: El Encantador De Dragones

Capítulo XXXIX - Rastros

Capítulo XXXIX
Rastros

Cinco años antes

Todo estaba oscuro, tanto así que ni siquiera era capaz de admirar la punta de sus dedos cuando levantaba su mano frente a su rostro, hundida en la absoluta soledad, ya hacía mucho tiempo que había perdido la noción de este, ignorante si ya era de día o de noche, si es que ya habían pasado días, semanas o si estás se habían transformado en meses. Astrid apenas había probado bocado desde que la habían recluido en aquel lugar, incapaz de confiar en el agua que le daban se había limitado a tomar lo justo para sobrevivir, hundida en la absoluta soledad, se sentía débil, estaba más delgada y su vientre no sobresalía por la falta de nutrientes, estaba aletargada y desorientada, aunque las paredes húmedas y oscuras no le daban mayor pista de donde se encontraba.

Tan apartada del mundo e imposible de escuchar.

Astrid había sido engullida por una sombra, así lo recordaba ella por lo menos, en un instante estaba junto a Hiccup entre verdes pastos y brisas frescas del antiguo Berk para al siguiente aparecer en una cueva lejana, tan oscura como húmeda. Todo fue tan rápido que ni siquiera le había dado tiempo de pestañas, apenas un jadeó había escapado de sus labios cuando las pesadillas la atraparon.

En un principio todo fue un sueño tras otro, apenas con consciencia para sobrevivir, se alimentaba con recelo entre la absoluta oscuridad y silencio, en una habitación tan pequeña como solitaria, con sus paredes completas sin una abertura o luz a su vista, incapaz de cavar en ellas por la falta de fuerzas, cayendo una y otra vez en sueños largos hasta que estos dejaron de serlo para volverse pesadillas, cada vez más retorcidas y paralizantes, se sentía incapaz de reaccionar, y cuando por fin pudo adecuarse a estás fue que identifico al cazador.

No era el mismo rostro que recordaba, Grimmel lucía demacrado, su piel estaba de un tono pálido y grisáceo, con una enorme marca de quemadura que le cruzaba la cara, pequeñas cicatrices de cortes adornaban alrededor de la quemadura, tan oscuras como las dos grandes bolsas bajo sus ojos, hundidos en sus cuencas y de aspecto cansado. El cazador permanecía sentado sobre una silla vieja de madera, tan usada como gastada, completamente acordé al aspecto del lugar, estaba con los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión satisfactoria.

- No era a quien esperaba, pero estoy conforme con esto - sonrió hostilmente mientras parecía hablar con el aire - de todas formas, tu sabes dónde se esconden - agregó posando los ojos en ella

Astrid reaccionó inquieta, intentó incorporarse con todas sus fuerzas, pero su cuerpo era incapaz de reaccionar, retenida por una especie de fuerza invisible, tan débil que apenas se podía levantar sosteniéndose sobre sus codos, pero con la suficiente vitalidad como para responder.

- Grimmel - siseo tan despacio y ronco que temió no ser escuchada

- No pierdas el tiempo - la detuvo - es algo bastante simple lo que necesito

El cazador se puso en pie mientras se paseaba por la habitación, sus pasos eran lentos y armónicos, pausados y calculadores, se plantó delante del colchón en qué estaba acostada la rubia y sonrió con suficiencia mirándola desde arriba con desdén.

- ¿Dónde están los dragones? - preguntó con tono calmo

Astrid sonrió divertida para luego comenzar a soltar una tenue risa hasta transformarse en carcajadas, negando con un gesto de cabeza al mismo tiempo.

- No sé de qué estás hablando - respondió igual de divertida fingiendo demencia - ¿Dragones? - rió una vez más - los dragones no existen

Grimmel frunció la mirada molesto, apretando los labios en una mueca sin despegar los ojos de la rubia.

- Guarda tus fuerzas, las necesitarás - respondió antes de desaparecer entre la penumbra

Y fue cuando el ciclo comenzó

Esa noche las pesadillas que venían molestando a la vikinga desde hace días atrás empezaron a manifestarse, solo que está vez se sentía diferente. Eran diferente.

Y desde ahí no hubo vuelta atras

Los días y noches pasaban en conjunto como una sola eternidad, lejos del tiempo convencional y las reglas de este, Astrid vivía la infinites como era, fría y desierta, ya no paseaba entre las fantasías tétricas irreales de un comienzo, ahora sus pesadillas se sentían de verdad, muy lejos de lo que envolvía la palabra, ahora los terrores componían una nueva definición.

Las penumbras dejaron de ser tan solo sombras en las esquinas para dejar paso al miedo inflexible que traían consigo, tormentos y ecos de momentos deformados, inmiscuyendose en sus memorias para reemplazarlas con realidades alteradas y miedos acrecentados, buscando entre estás las respuestas que Astrid se negaba en dar en sus momentos de lucidez, y aún dormida se negaba a ser corrompida, Astrid se negaba a soltar la ubicación que le exigían, para esta el cazador no era una amenaza realmente, a pesar de ser el único que aparecía para torturarla, y aunque su existencia ahora era un calvario sin futuro no cedió ante este, tenía sus razones para seguir luchando.

Los días continuaron igual uno tras otro, acumulándose hasta transformarse en semanas y estás en meses, Astrid sentía el tiempo transcurrir con demora mientras en su vientre crecía los motivos y razones por las cuales continuaba aguantando, protegiendose y escapando del poder de las sombras y las pesadillas, ocultando de ellas las cosas que realmente le importaba, aprovechando las ventajas que le daban su encierro para crear el tiempo necesario para seguir esperando, aunque dentro de poco la esperanza ya no sería suficiente.

Realmente creía que irían por ella

Pero el martirio continuaba, las pesadillas crecían y el dolor que le causaban ya no era tan solo mental; su cuerpo estaba frágil, su piel le ardía y en su pecho un agudo flechazo le impedía respirar con normalidad. Con cada sueño su cuerpo se deterioraba, con cada terror perdía una parte más de ella misma, ahora ignorante de que tanto de lo que recordaba era real. Aún así Astrid confiaba profundamente en que Hiccup aparecería, que dentro de poco esas pesadillas desaparecerían con su llegada, contaba los minutos con ansias mientras estos se agotaban rápidamente, pero antes de lo que ella había pensado fue que la ilusión se rompió.



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En el texto hay: jack frost, frozen, elsa arendelle

Editado: 08.08.2025

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