Capítulo XXXX
En el borde de los sueños
Elsa iba de vuelta hacia Arendelle desde el bosque encantado, iba montada sobre Nokk ya a más de medio camino, la tarde seguía en su pleno apojeo aunque la guardiana sentía que en cualquier momento caería el atardecer, presa de sus responsabilidades y propias expectativas, aún le quedaban algunas cosas por hacer antes de volver a Dunbroch.
Después de que Kristoff las dejara solas para su audiencia con el duque de Weselton y que la guardiana pasara un incómodo momento con su sobrina, Elsa había podido dejar a la pequeña a cargo de Gerda, quien había acabado antes de lo esperado con su encargo, luego salió a toda velocidad hacia el bosque encantado. Pero su visita no había sido como ella esperaba, o más bien, como ella hubiese querido.
Apenas Elsa llegó junto a los northuldras fue recibida con calidez y alegría, los miembros de la tribu la trataban como una más de ellos, como parte del bosque y sus virtudes, pero la guardiana no pudo permitirse por completo disfrutar de aquel momento, las dudas que la invadían eran tan abrumadoras como sus respuestas, como la sensación de traición que le dejaba un regusto amargo en la boca.
- ¿Cómo ha estado el bosque estos días? - Indagó la guardiana una vez estuvo a solas con la anciana de la tribu - ¿No han habido señales de la maldición o Pitch Black?
- Nada a perturbado la paz del bosque - respondió Yelena con parsimonia - los espíritus nos han mantenido protegidos
Elsa asintió con calma sin despegar su mirada del césped bajo sus pies, buscando la manera de tocar el tema que quería tratar con Yelena.
- ¿Has escuchado sobre madre naturaleza? - preguntó sin rodeos, Yelena pareció sorprenderse con levedad, más su rostro permaneció impertubable
- Claro que sí, es un espíritu bastante impredecible - respondió - no es alguien con quién te quieras enfrentar - agregó con tono de advertencia
Elsa sacudió su cabeza con suavidad buscando despejar su mente del no tan agradable recuerdo, centró su mirada al frente apurando el galopeo del espíritu elemental, buscando acortar su distancia con el reino que se erigía a lo lejos, los barcos extranjeros navegaban por el fiordo mezclándose los del reino, las velas y escudos de las tierras de Weselton destacaban entre los de Arendelle, dándole a entender a la guardiana que las indeseables visitas aún se alejaban de aquellas tierras.
Cruzó la aldea con lentitud una vez llegó a ella, respondiendo con cortesía los saludos de los aldeanos a su paso, la gente de Arendelle parecía tranquila, ajena a los sucesos que alertaban a los otros reinos, ignorantes de los miedos que tenían sus reyes, Elsa no terminaba de convencerse si aquello era una buena señal o quizás una desventaja. Continuó su camino hasta llegar al palacio, por fortuna su cuñado ya estaba libre para atenderla.
- ¿Elsa? - la llamó algo extrañado Kristoff al ver a la platinada cruzar las puertas de la oficina - ¿Sigues en el reino? Pensé que ya te habías marchado de vuelta a Dunbroch - agregó poniéndose en pie
- Olvidé entregarte la carta de Anna - explicó extendiéndola hacia el rubio - le prometí que le llevaría tu respuesta
Kristoff levantó una ceja divertido, esbozó una tenue sonrisa para luego negar con un gesto.
- Tienes un montón de nuevas responsabilidades pero sigues cumpliendo los caprichos de tu hermana - se burló, Elsa infló sus mejillas molesta cruzandose de brazos
- ¿Quieres que le diga a mi hermana que su esposo no quiso responder su carta? - le amenazó, Kristoff volvió a carcajearse
- Jamás dije que yo no los cumpliera - se defendió divertido
Kristoff volvió a sentarse tras el escritorio de Anna mientras desdoblaba el papel y se preparaba para leer, mientras Elsa se sentó al otro lado, paseando la mirada en lo que alguna vez había sido su despacho, ahora tan diferente y brillante, bastante más acogedor que en aquel entonces. El escritorio estaba atestado de pequeñas fotos en blanco y negro de la familia; las paredes estaban tapizadas en cuadros de sus padres, Elsa, Anna, Kristoff y la hija de ambos; las cortinas permanecían abiertas junto a las ventanas iluminando la estancia, los jarrones llevaban flores frescas y el papel tapiz había sido cambiado por uno más cálido, dándole la imagen acogedora que seguramente la reina Anna buscaba.
Elsa paseó su mirada por los cuadros, el crecimiento de su sobrina y la boda de sus padres; la réplica del cuadro de su padre cuando fue su coronación, junto a la de Elsa y luego la de Anna; después otro que simbolizaba la unión de los reyes Aggnar e Iduna en su infancia, un óleo brillante donde el espíritu del viento parecía cobrar vida entre los pintelazos mientras levantaba a los niños entre hojas doradas y cobrizas en el bosque encantado, tan real como Elsa recordaba que era.
- Entonces la conoces - dijo Elsa más como afirmación que como pregunta
- Es madre naturaleza - respondió Yelena aún con tono calmo - es quien creo a los espíritus del bosque y cuidaba el Ahtohallan antes de que llegaras, claro que sé de ella
- ¿Cuidaba el Ahtohallan? - preguntó confundida y sorprendida, Yelena suspiró
- Desconozco cómo fueron los hechos y soy ignorante de su veracidad,- comenzó agotada - las leyendas dicen que ella tomó una rayo de luz de luna y lo transformó en la verdad, la protegió con buenos deseos, rodeándola de un furioso océano, de vientos salvajes, terremotos mortales y llamas infernales... - contaba mientras creaba pequeñas ilustraciones en la tierra con una bara que había recogido - Las historias a veces son más exageradas de lo que fueron en realidad
- Entonces ¿Ella lo creó? - preguntó Elsa, Yelena levantó la mirada hacia la platinada alzando una ceja
- Por lo que entiendo madre naturaleza creo todo - sintetizó con simpleza - El mundo que conocemos, los ríos, océanos y mares; la tierra, las montañas y los volcanes; creo los bosques y sus animales, los desiertos y sus tormentas; todo le pertenece a ella