Capítulo XXXXII
Encuentro y desencuentros
Apenas el sol apareció en el horizonte fue que el portal se abrió a las afueras del reino de las Islas del Sur, un umbral brillante y perfectamente redondo, de todos los colores, a ras de suelo. El clima mañanero era fresco y húmedo envuelto en un ambiente silencioso e imperturbable, apenas interrumpidos por el cantico de las aves y el ruido a la distancia del ajetreo de la gente.
- ¿Están despiertos? - musitó Elsa sorprendida viendo hacia la aldea, Sandman a su lado asintió con efusividad - ¿Tan temprano?
- Sospecho que ninguno ha dormido - comentó Norte, Elsa volvió su mirada hacia el guardian
- ¿Por los reyes? - inquirió la platinada, Norte negó
- Desde antes... - respondió mientras Elsa ahogaba una exclamación
- ¿Han estado despiertos todos estos días? - inquirió sorprendida
- Temen volver a dormir. Meme los ha obligado a descansar a los más cansados con algo de su magia, pero por si solos no lo van a hacer - le explicó
- Están aterrados... - musitó la guardiana entendiendo el comportamiento de la gente del pueblo
- Será mejor que continuemos, el rey debe estar esperándote
El camino hacia el palacio fue más corto de lo que Elsa deseaba, ni siquiera la mirada hostil y recelosa de los aldeanos al pasar por el pueblo pudieron dilatar el momento del reencuentro con Hans, pero si aumentar la presión que la guardina sentía.
Hans los esperaba en el salón principal, lucía agotado, incluso más escuálido que hace unos días atrás, sus ojos estaban hundidos en sus cuencas, ojerosos y rojizos debido a la falta de sueño, con una expresión tan ausente como cansada.
- Pensé que no vendrías - dijo después de un breve saludo formal, Elsa torció el gesto desviando su mirada
- Es nuestro deber - respondió ocultando su desagrado y desconfianza
- Supongo que aún quieren ver los cuerpos de mis padres - soltó directamente, Elsa pegó un pequeño respingón echándole una mirada preocupada a Norte
- Necesitamos saber que sucedió - respondió improvisadamente sin despegar su mirada del viejo guardian. Hans suspiró agotado tomando asiento
- Los cubrió por completo - relató acongojado agarrando su frente con una de sus manos en un gesto intranquilo mientras con la otra hacia ademanes tratando de ilustrar - no tenían formas de escapar, estaban atrapados... - trató de explicar con la voz entre cortada
Elsa guardó silencio junto a los demás guardianes, solo que a diferencia de estos no solo lo hacía por respeto, también lo hacía producto de la afinidad que sentía por la situación, la empatía que le causaba. A la guardiana no le agradaba Hans, nunca lo había hecho por completo y después de todo el daño que le había hecho a Anna, Elsa menos lo aceptaba, pero no podía evitar sentir consideración por el infame rey, por lo mucho que le recordaba sus propios antiguos miedos.
- Mi más sentido pesame, su magestad - dijo con sinceridad una vez más al igual que un principio, solo que está vez con un deje más personal - realmente lo lamento - agregó
Hans observó a Elsa con el ceño fruncido, con la esclerotica tan enrojecida a punto de romper a llorar, pero el nudo en su garganta y el miedo que le estrujaba el alma no se lo permitía.
- Gracias. - dijo al fin después de un leve carraspeó, con la garganta demasiado entumecida - Los llevaré con ellos - aceptó poniéndose en pie con dificultad, evidentemente agotado
Los tres guardianes compartieron una mirada antes de seguir al colorín por los pasillos del palacio, atrás vez de las ventanas podían ver a los hombres y soldados cuadrarse preparados para cargar los barcos en los cuales zarparían, aventurandose a una guerra que no tenía sentido ni lugar, pero dispuestos a sacrificar sus vidas por su gente y la seguridad de los que amaban.
- ¿Ver los cuerpos? - le recriminó la platinada al guardian del asombro en un susurro mientras seguían al rey por los pasillos
- Jamás he visto un alma sucumbir ante la oscuridad. - admitió - Las pesadillas, durante mi existencia, nunca han sido tan fuertes como en este momento si es que realmente son ellas - le respondió con la voz tan baja como Elsa
- Norte, eso es morboso - le reprochó en un susurro desconcertada
- No es que desee verlos, solo quiero comprobarlo - le explicó con tranquilidad
- Me lo hubieses dicho antes, realmente no deseo ver esto... - musitó incómoda de lo que les esperaba
Jack, hada y Conejo habían llegado a Dunbroch a través de un portal al igual que lo habían hecho el otro grupo, apareciendo en la misma torre en la que Jack y Elsa habían dejado horas atrás, solo que está vez el sol de la mañana iluminaba todo a su alrededor dándole al guardian de la diversión la vista que la noche previa le había privado, los muelles despejados eran algo que no había podido notar.
- ¿Dónde están los barcos? - musitó esperando una explicación lógica que a él se le escapaba
- ¿Qué? - preguntó Conejo sin entender a qué se refería
- Todos estos días el muelle ha sido un caos entre soldados y cargueros, ha estado lleno de barcos... - dijo mientras se encaramaba en la orilla de la torre mirando hacia el puerto - ¡Está vacío! - exclamó apuntando hacia el muelle esperando que los otros dos entendieran
- ¿A dónde se fueron? - preguntó hada asomándose a la orilla mientras volaba
- No lo sé, -respondió Jack - a eso me refiero
El trío compartió una mirada inquieta, cada uno más preocupado que el siguiente, luego ingresaron a la torre a toda velocidad en busca de alguna respuesta, hasta que entre los pasillos la servidumbre los guío hasta los aposentos de los reyes, donde la reina Elinor estaba, la única que quedaba entre tantos nobles que se habían reunido en aquel lugar. Ella les hizo saber lo que sucedía.