Capítulo XXXXVI
Flor que da fulgor
El clima post pesadillas era completamente desolador, los aldeanos que quedaron ilesos volvían a lo que alguna vez fueron sus casas, despejando el interior en busca de algún familiar que no hubiese aparecido, los dragones de Berk ayudaban en esto, tomando los pedazos más grandes de escombros con sus garras y llevandolos fuera de los muros. También había un grupo que se había dedicado a atender a los heridos mientras iban por Rapunzel a Corona, una llamarada de esperanza que aún quedaba.
Mérida se había dedicado por completo en la dirección, había despejado junto a otros hombres, parte del castillo y habilitado unas de las pocas habitaciones que quedaban en pie, procurando resguardar a su gente. Mérida también había participado en la elaboración y distribución de la comida, en la entrega de insumos y abrigos, también se había paseado por el punto que habían improvisado como unidad de primeros auxilios, quería demostrar que era capaz de darle frente a lo que sea.
Aunque por dentro se estaba muriendo.
- Hija, querida - la llamó Elinor quien estaba junto a Elsa - ¿No crees que ya has hecho demasiado? - preguntó con tono gentil - deberías ir a descansar, o por lo menos cambiarte - comentó mirándola de pie a cabeza
Mérida imitó a su madre mirando su vestimenta, no se había cambiado en dos días y estaba cubierta de polvillo gris y hollín, sus cabellos estaban desordenados en un tomate que Anna había improvisado y en el rostro tenia la marca de sus manos cuando trataba de limpiarse el sudor.
- Vamos, Mer, tienes que descansar, tienes que estar bien para tu gente - la insto Elsa acercándose a ella y tomándola por los hombros desde atrás
- Pero... ¿Y los aldeanos? Hay que remover escombros - titubeó inquieta mientras Elsa y su madre la guiaban a las ruinas del castillo
- Hiccup se está encargando de eso - la tranquilizó su madre
- ... Y hay que alimentar a la gente - continuó sin tranquilizarse
- Maudie se está haciendo cargo - respondió Elsa
- ¿Los heridos? - preguntó aún saturada de las obligaciones que quedaban en su cabeza
- Anna y Eugene se está encargando de aquello - respondió Elsa - todo está bajo control, creenos, necesitas descansar un poco
- La última vez que intenté descansar y nadie quedó a cargo Dunbroch se convirtió en... ¡Esto! - titubeó safandose del agarre de ambas
- Yo me haré cargo por ahora, hija - la calmo Elinor - ahora ve a descansar - dijo con un tono más autoritario - nuestra gente necesita una reina atenta a todo, no una cansada - Mérida suspiró
- No soy la reina, tu lo eres - la corrigió
- Tu ya eres una - respondió mientras despejaba el rostro de su hija de algunos rizos desordenados que caían en él y lo acariciaba con ternura
- Está bien, - murmuró avergonzada retrocediendo unos pasos - iré a descansar - agregó de mala gana
- Te acompaño - dijo la reina Elinor no tan confiada de las palabras de su hija
- ¡Mamá! - se quejó Mérida
- Yo la llevaré - intervino Elsa - así usted puede ocuparse del reino y la gente
Elinor paseo su mirada entre ambas, luego guardó silencio aceptando el ofrecimiento.
- Gracias Elsa- Dijo antes de volver al centro de lo que alguna vez fue un pueblo
Elsa guió a Mérida bajando por las escaleras del castillo hasta el subterráneo, en este continuaba el mismo ajetreo que en la superficie, los recursos pasaban de un lado a otro rápidamente, apilando cada saco alineado en la pared, el olor se mezclaba siendo más pesado que el ahumado de los escombros, pero los hombres y mujeres que se movían por el diminuto cuarto parecían no notarlo.
Ambas llegaron al fondo del subterráneo, dónde una enorme puerta corredera las esperaba, tras la puerta Fergus permanecía congelado en medio de la habitación.
- Papá... - musitó Mérida acercándose a este - ¿Cómo? - preguntó volviendo a mirarla
- Los soldados lo bajaron está mañana, cuando ayudabas en la enfermería - le explicó, Mérida volvió su mirada donde su padre nuevamente
Elsa observó en silencio a la princesa mientras está a su vez observaba a su padre detalladamente una vez más, al igual que la primera vez, con la misma culpa desbordando su alma y la pena bordeando su corazón.
- ¿Quieres que lo descongele? - preguntó Elsa en voz baja, Mérida negó en silencio sin devolverle la mirada
- ¿Le pasará algo si continúa congelado? - inquirió sin despegar la mirada del hielo
- No, está completamente a salvo ahí adentro - respondió inmediatamente
- Entonces no, aún no - confirmo después tocando el hielo con una de sus manos
Entonces fue cuando ambas quedaron en completo silencio, cayendo en cuenta de la soledad que las envolvía, tan solo con la compañía de la otra y el silencio de Fergus.
Mérida miró a Elsa en completo silencio, aún sin saber de qué hablar, luego miró a su alrededor detallando las camas improvisadas y la pequeña mesa que quedaba en la pared principal, la cual estaba dividida por cortinas improvisando un segundo ambiente, después sus ojos volvieron a la platinada, quien estaba tan tensa como nerviosa, rehuía la mirada culpable mientras jugaba con sus dedos, completamente diferente a la colorina, que movía su pierna inquieta mientras zapateaba nerviosa, buscando en su cabeza las palabras para comenzar, aunque Elsa se le adelantó.
- Supe lo de Hiccup - dijo Elsa arrepintiendose inmediatamente de sus palabras, pero obligada a continuar por cortesía - lo lamento, sé cuánto te importaba
- Está bien - respondió con tranquilidad, tratando de quitarle la importancia que realmente le daba - siempre quiso encontrarla, me alegra que lo haya conseguido - agregó como si nada - no tienes nada que lamentar