Capítulo XXXXVIII
Desesperación
La pequeña princesa llevaba casi una hora completa con Gerda en la biblioteca, habían iniciado con algo de historia y en algún punto de la lección la princesa empezó a divagar, ya no estaba tomando atención, al menos no por completo. Los grandes ojos mieles recorrían la habitación con detalle mientras balanceaba sus pies bajo la mesa, descansaba su cabeza sobre una de sus manos que a su vez se apoyaba sobre la mesa, mientras Gerda pasaba las ilustraciones explicando el contexto de cada una de ellas; el palacio de Arendelle, el bosque encantado, la tribu de los Northuldras. La princesa volvió a mirar las ilustraciones para luego soltar un pequeño suspiro agotado.
Elsa ya conocía las historias y leyendas de Arendelle y los Northuldras, había crecido con ellos, su madre le contaba cuentos todas las noches sobre sus pueblos honrando la memoria de su abuela y su tía, por quienes llevaba sus nombres, la pequeña volvió su mirada hacia los cuadros en las paredes, observando nuevamente a su abuela y después a su tía. Elsa se parecía mucho a ella, con rasgos finos y tenues pecas, mirada ausente y labios delgados, le parecía tan bonita como una muñeca.
- ¿Su alteza Elsa? - la llamó Gerda - ¿Está tomando atención?
- Si - respondió en un respingón, asintiendo rápidamente con su cabeza
- ¿De qué se trata la lección?
- Sobre Arendelle y el bosque encantado - respondió con facilidad
- Sea un poco más específica, su alteza - le pidió la mayor, Elsa pareció pensar en su respuesta - Princesa Elsa, no se puede estar distrayendo con tanta facilidad, no es una buena cualidad - la reprendió con dulzura
- Pero Gerda... - se quejó con un mohín en los labios - mamá ya me ha contado estás historias - se quejó desplomandose cansada en la mesa
- Tomaremos un receso ¿Le parece? - Elsa levantó su cabeza para observar a la madura mujer quien la observaba con cariño, luego sonrió
- Está bien - aceptó
- Iré a la cocina a ver cómo va la cena, espere aquí mientras tanto, su alteza
Elsa observó encaramada en su silla a Gerda hasta que está salió de la biblioteca dejándola en absoluta soledad, luego volvió a sentarse con propiedad paseando su mirada nuevamente entre los óleos colgados en la pared hasta detenerse una vez más en su tía.
- Qué tanto está mirando su alteza? - interrumpió a la princesa asomándose por el respaldo de la silla
- ¡Emily Jane! - canturreo risueña - ¿Cómo llegaste aquí? - preguntó en tono infantil - ¿Vienes a jugar? - inquirió esperanzada, pero la recién llegada tan solo negó
- Hoy no puedo jugar - declinó con gentileza - ¿Qué es lo que estabas mirando? - insistió una vez más con la misma amabilidad que en un comienzo
Elsa volvió su mirada hasta el cuadro de su tía, luego volvió a mirar a madre naturaleza.
- Estaba viendo a tía Elsa - respondió con simpleza - Gerda me enseñaba la historia del bosque encantado, se pone algo triste cuando habla sobre ella
- ¿Quieres conocerla? - preguntó con tono plano
- Me encantaría - respondió sinceramente en voz baja mientras jugaba con sus diminutos dedos, Emily Jane la observaba con atención - pero no sé puede, mamá dice que tía Elsa ya no puede estar con nosotros porque está protegiendo al mundo de la oscuridad - explicó
- Oh, pero nadie puede detener por siempre a la oscuridad, ni la luz mas brillante - explicó madre naturaleza mientras revisaba las ilustraciones sobre la mesa - Ni siquiera tu tía Elsa puede
- Mamá dice que ella puede, que tía Elsa... - la pequeña Elsa se detuvo abruptamente para luego mirar a su alrededor, su expresión infantil se desvaneció de su rostro para componer una mueca de preocupación, luego se acercó hasta Emily Jane susurrando en su oído mientras cubría su boca con sus manos como si fuera un secreto - mamá dice que tía Elsa tiene magia
- ¿En serio? - preguntó asombrada - ¡Es fabuloso! - exclamó con alegría, Elsa volvió a su lugar
- Me hubiese gustado conocerla - repitió sin dejar de mirar el cuadro en la pared
- Puedo hacer que suceda- ofreció madre naturaleza, Elsa volteó a verla con anhelo
- ¿Cómo? - preguntó ansiosa, con la alegría en sus labios
- Verás, mi linda flor, yo también hago magia - respondió con una amplia sonrisa en los labios
Elsa jadeó sorprendida, luego sus grandes ojos se abrieron impresionados por la revelación.
- ¿Es en serio? - preguntó con incredulidad
- Muy en serio - sonrió satisfecha
Pero el tiempo seguía moviéndose y el ruido de la puerta de la biblioteca rompió la atención de la pequeña, cuando ya hubo de vuelto su atención a madre naturaleza está ya se había ido, Elsa miró a su alrededor buscándola con la mirada, pero los ruidos de pasos tras ella volvieron a robar su atención. La princesa se asomó entre las mesas solo para encontrarse la imagen vivida de su tía Elsa frente de ella, a quien jamás pensó conocer.
Emily Jane no estaba mintiendo, ella la había traído de vuelta, así lo entendió la pequeña Elsa.
La vastedad del Ahtohallan envolvía a tía, sobrina y ama de llaves en un silencio sepulcral roto solamente por el eco de los pasos de la milenaria criatura por el vacío, Seraphine se paseaba entre la blancura del infinito sin temor como ama y señora de todo el desconocido espacio, aunque realmente así lo era, con una expresión tan afable como falsa.
- Me alegra que lo entendieras, Elsa - dijo madre naturaleza mirando a la guardiana - sabía que contigo las cosas iban a funcionar, hice la elección correcta
- ¿De qué elección hablas? - preguntó la guardiana ocultando a su sobrina tras ella con recelo mientras Gerda tomaba a la pequeña por los hombros buscando protegerla de la intimidante entidad