El secreto de Luciano

Capítulo 2

Sayen observa la forzada sonrisa de su jefe, nota su nerviosismo, pero se mantiene serena y seria escuchando lo que le dice. Incómodo Manuel carraspea es como si algo quisiera decir, pero prefiere evitarlo. Teme que la mujer que lo contempla piense que está loco o inventando cosas inverosímiles. ¿Es mejor decirle la verdad o que ella misma lo descubra? No sabe qué hacer y por eso no puede evitar sentirse más inquieto sin pasar desapercibido para la joven mujer. Si se lo dice ella puede huir como su anterior editora ¿Y qué harían en ese caso? ¿Tomar el mismo la tarea de encargarse de Luciano? De solo pensarlo sintió escalofríos, con un pañuelo se secó la frente, no puede dejar de sudar en tan solo pensar en eso.

 

—Bueno ahí está su dirección y sus datos —le entrega una carpeta—. Muy buena suerte.

 

Le dice mientras la despide desde la puerta de su oficina.

 

—Sí, la necesitaras —dice otro haciendo que todos se larguen a reír excepto su jefe que los hace callar con una mirada asesina.

 

La joven mujer arrugó el ceño incomoda ante la actitud de sus nuevos compañeros de trabajo, pero prefiere guardar silencio y salir rápidamente en dirección del lugar señalado por su jefe.

 

No puede evitar el mal presentimiento que la embarga por lo que coloca algo de música dentro de su pequeño auto y conduce alejándose de la ciudad. Luciano vive en una zona muy alejada de la ciudad, casi un lugar campestre rodeado de árboles y poco tránsito.

 

Detiene su vehículo en una casa de rodeada de altos muros grises y un negro portón, se baja del auto observando lo alto que son los muros y arruga el ceño al ver el cerco eléctrico, al parecer su dueño no es muy amigo de las visitas. Toca el timbre varias veces, pero nadie contesta, vuelve a tocar en forma más insistente.

 

—¿Sí? —responde una voz varonil.

 

—Buenos días, soy la nueva editora de Luciano Alcaraz, vengo a presentarme y ver el estado de su trabajo —respondió con seriedad.

 

Hubo un momento de silencio antes de recibir una respuesta.

 

—Está bien, pase adelante —y dicho esto el portón se abrió con lentitud.

 

Sayen subió a su auto y condujo al interior. Un extenso jardín que luce descuidado, con maleza que cubre casi toda la vegetación, hojas secas y acumuladas, y una entrada a la casa que parecía que no ha sido barrida en meses la hizo tensar un poco su rostro. Tal vez este escritor es uno de aquellos huraños que les gusta vivir encerrados, lejos de todos, aunque por su aspecto es lo contrario a alguien que podría imaginar como un escritor encerrado en cuatro paredes que no le importa el exterior, ni siquiera su propio jardín. Desciende del auto tomando sus carpetas y se dirige a la puerta, aun con esa idea en la cabeza y recordando el nerviosismo de Manuel y las bromas de sus compañeros de trabajo ¿Será que esta es la razón por la que otros editores evitan trabajar con este escritor?

 

Mientras camina no puede dejar de mirar a su alrededor y lo desolado que se ve el lugar, cualquiera diría que ahí no vive nadie, si no fuera por la persona que le respondió en la entrada de esta casa hubiera creído que es un lugar abandonado.

 

Suspiró al estar frente a la puerta, calmando su ansiedad, debe ser profesional y no dejarse aminorar por lo que está viendo. Luego de dos golpes la puerta es abierta con ímpetu siendo recibida por un hombre que solo lleva una toalla cubriéndole desde la cintura hacia abajo, dejando ver sus bien trabajados pectorales y secando su húmedo cabello con otra toalla.

 

—Pasa —le sonríe en forma seductora sin dejar demasiado para la imaginación ya que la toalla que lleva a la cintura solo por un par de centímetros no le muestra lo que lleva escondido.

 

Es inevitable para Sayen no sonrojarse ante tal espectáculo, pero desvía la mirada tosiendo incomoda y tomando las carpetas las presionas contra su cuerpo. Por sus fotos sabe que está frente a Luciano. Cuando levanta la mirada nota que este la contempla fijamente.

 

—Bonita figura, algo delgada eso sí, pero tienes unos bonitos ojos —le sonríe en forma galante, entrecerrando los ojos insinuante.

 

—Señor Luciano —se coloca sería e incómoda por la actitud de aquel hombre—. Vengo a hablar de sus escritos y...

 

Pero el hombre que está ahora bastante cerca le levanta el mentón contemplando la sorpresiva mirada de la mujer. No dice palabra alguna, sus ojos solo están atentos a los labios rosados de Sayen quien los mueve como si buscara decir algo, pero las palabras no salen de su boca, sorprendida por la desfachatez de aquel individuo.

 

—¿A qué sabrá el néctar de aquellos labios vírgenes que parecen suplicarme? —susurró acercándose a la mujer, es claro que sus intenciones son probar los labios de la confundida editora.

 

Pero Sayen, reaccionando, coloca las carpetas frente a su rostro.

 

—Le pido que me respete sino saldré de esta casa y lo acusaré de acoso —lo amenaza incomoda con el ceño arrugando.

 

El hombre se queda mirándola anonadado, y sonríe hasta comenzar a reírse dejándola libre de sus brazos y secándose el cabello.

 

—Uhm... —se aleja de su lado—.  Bien, vienes solo a trabajar.

 

Sonríe mientras enciende un cigarro y toma asiento en el sofá con una tranquilidad inesperada para la mujer luego de lo que acaba de pasar. Su cabello despeinado lo hace lucir distinto, tal vez con un dejo de salvajismo que es imposible no admirar. Sayen desvía la mirada intentando pensar en otra cosa que no sea en ese hombre desnudo que solo cubre su intimidad con una toalla pequeña como esa.

 

—¿Quieres revisar los borradores? —le pregunta dejando salir de su boca una bocanada de humo.

 

—Sí, a eso vengo —respondió la mujer de inmediato, aliviada de que al fin van a hablar del tema que le concierne.




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