El secreto de Luciano

Capítulo 8

Llueve a cántaro acompañado por fuertes truenos y relámpagos. La mayoría de los invitados ya se han retirado. Sayen espera a Luciano sentada en una banca cerca de un largo pasillo, como no ha venido en su vehículo y además no podría conseguir taxi por las altas horas y fuerte lluvia no tiene otra opción más que esperarlo. Luciano le dijo que no se demoraría, que tenía que hablar con su padre y luego se retirarían. Pero han pasado más de veinte minutos y no ha vuelto a aparecer. En eso un fuerte trueno retumbó por la casa y la luz se fue por completo.

 

Iluminó a su alrededor con su celular y fue angustiante sentirse sola en el oscuro pasillo de una casa que no es la suya. Cuando sintió unos pasos y una luz acercándose se puso de pie inmediato, suspiró con alivio al ver que se trataba de Luciano, quien con su tensó rostro aun no puede olvidar la conversación con su padre.

 

—Lamentablemente está lloviendo demasiado y las luces de la calle y semáforos no están funcionando, mi padre ha dicho que nos quedemos a alojarnos en su casa —señaló con seriedad.

 

—¿Aquí? —preguntó Sayen intentando disimular su incomodidad.

 

Notó por su rostro que la idea no le gustaba demasiado, la verdad es que a él tampoco, preferiría irse a su casa que seguir acá, más después de la conversación con su padre. Desvió la mirada confundiendo a la mujer y luego le dio la espalda sin darle más explicaciones.

 

—Sígueme — le indicó con sequedad sin agregar nada más.

 

Sayen se siente incomoda con el silencio y además tener que caminar tan cerca de Luciano, con temor de perderse en la enorme casa, la oscuridad es mayor a la usual debido a que el cielo sigue cubierto de nubes que no dejan de llover con fuerzas. Subieron las enormes escaleras alfombradas y luego caminaron por el pasillo hasta detenerse en una puerta de color caoba. Luciano sacó una llave y giró el picaporte invitándola a entrar.

 

La habitación acaba de ser aseada, y las sabanas cambiadas, luce tan limpio como las habitaciones de un hotel. La cama de dos plazas, ubicada en el centro se hace pequeña en comparación a la enorme habitación, a un costado como una especie de sala separada hay un escritorio y varios libros y viejos cuadernos de la escuela, al otro costado cerca del closet hay un sofá de cuero color negro.

 

—Bien, dormirás en el sofá —dijo mientras cerraba la puerta.

 

—¿En el sofá? ¿Y la cama? —preguntó aun sin entender bien.

 

—Yo dormiré en la cama —respondió Luciano con seriedad.

 

—Eh... espera ¿Dormiremos en la misma habitación? —lo contempló sin creerlo, esa noticia es peor que tener que dormir en ese sofá.

 

— Mi padre dijo que como ambos ya somos adultos y además somos novios no ve que haya problemas en que durmamos juntos, si lo hubiera contradicho hubiera sospechado de nuestra relación —dejó el candelabro sobre la cómoda.

 

 —Aun así ¿Por qué debo ser yo quien duerma en el sofá? Eso no es de caballeros —comentó molesta.

 

—Por lógica, eres pequeña y menuda caerás fácilmente en el sofá a diferencia de mí —se alzó de hombros pareciéndole su respuesta como lo más natural a pesar de que Sayen sigue mirándolo molesta.

 

Entró a la sala del closet y salió con un par de frazadas las que dejo a un costado del sofá.

 

—Puedes darte un baño mientras le preguntaré a mi hermana si tiene algún piyama que te preste —dicho esto abrió la puerta.

 

—¿No te llevarás las velas? —le señaló al verlo con intenciones de salir sin tomar el candelabro.

 

—Conozco de memoria los pasillos de esta casa, además si te quedas a oscuras vendrá el fantasma de mi tía a atormentarte —le sonrió con maldad.

 

Sayen se puso pálida. ¿Habla en serio? Que se le aparezca un fantasma, en medio de una noche oscura, sin electricidad y lloviendo a cantaros no es el mejor de los panoramas.

 

—¿El fantasma de tu tía? —preguntó estupefacta.

 

Luciano se rio ante el rostro espantado de la mujer que parece estar a punto de salir corriendo con cualquier susto.

 

—Tonta, ya vuelvo eso fue una mentira. Pero lo que es cierto es que mi bisabuela que falleció de niña te tira los pies hacia debajo de la cama —sonrió con ironía.

 

—Mientes… —musitó Sayen intentando estar segura de que es así.

 

El escritor se rio y cerró la puerta. Sayen lanzó una almohada contra esta, es claro que solo se está burlando de ella, más cuando pensó con la cabeza más fría lo que le acababa de decir.

 

—¡Mentiroso, si tu bisabuela hubiera fallecido de niña tu no existirías! —le gritó para que la escuchara desde el pasillo.

 

————o—————

 

Luciano cruzó los brazos, impaciente mientras esperaba en el pasillo, su hermana luego de mirarlo con malicia le dijo que la esperara ahí mientras buscaba uno de sus pijamas. Pero se ha demorado demasiado para algo tan simple.

 

Al rato, que para Luciano fue eterno, apareció con un pequeño pijama sonriendo con maldad ante la expresión estupefacta de su hermano. Su hermano quedó estupefacto ante las prendas que acababa de pasarle ¿Esta loca si cree que le va a pasar eso a Sayen? ¡Con suerte le caerá una pierna en eso ¿Es un piyama en serio? ¿O se está burlando de él?

 

—¿No tienes algo de tamaño normal? Esta cosa no cubre nada —le reclamó alzando la prenda de color lila, una especie de polera y short, pero demasiado pequeño según su lógica.

 

Su hermana se rio con maldad.

 

— No me engañas, te mueres de ganas de ver a tu novia con algo así, ahora ve a disfrutarlo y buenas noches —y le dio la espalda.

 

— ¡Oye espera! — pero no alcanzó a decir algo más ya que su hermana le cerró la puerta en la cara.




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