El secreto de Luciano

Capítulo 9

Sentada en su escritorio Sayen intentaba concentrarse con los papeles que tiene en frente, en cierta forma le cuesta olvidar la extraña situación que se dio aquella noche con Luciano, desde ese entonces no han hablado a pesar de que en la mañana del día siguiente la había ido a dejar a su departamento aguantando ambos el incómodo silencio. Es extraño que por ese suceso no puede dejar de pensar en él, y se siente tonta de gastar sus pensamientos en un tipo huraño como ese. Refunfuña mordiendo sus labios.

 

Movió la cabeza a ambos lados intentando concentrarse en leer los manuscritos que tiene en sus manos. Finalmente dándose cuenta de que no es posible bebió una taza de café y se levantó dispuesta a salir un momento del edificio para intentar aclarar su mente.

 

Pero el teléfono en su escritorio interrumpió su idea, extrañada de que alguien la llamara tan temprano tomó el auricular.

 

—¿Sí? —preguntó curiosa.

 

—¿Sayen? Soy Paola —la recepcionista de la oficina—. Acá hay un hombre que dice que necesita hablar contigo.

 

—Que extraño, hoy no espero a nadie —titubeó sin imaginar quien podría ser—. ¿No te dijo quién es?

 

—Solo me dijo que es un tal Adrián y que tu sabrías quien es —respondió con tono desconfiado—. Se ve que es un tipo educado y elegante.

 

Le susurró esto último mientras Sayen intenta hacer memoria y recordar ese nombre, aunque su mente está en blanco, está segura de que no conoce a alguien que se llame de esa forma. ¿Quién será el que la busca y por qué? ¿Algún familiar, cliente o algo así?

 

—¿Qué hago? —le preguntó Paola.

 

Sayen pensativa se apoyó en la pared dubitativa.

 

—Está bien dile que voy para allá —respondió, la única forma de saber de quien se trataba es ir a verlo, y es seguro que no podría ser un loco secuestrador o algo así ¿Secuestrarla dentro de las instalaciones de la oficina es imposible? O por lo menos intenta creer que sí. Pero no tiene dinero para pagar extorsiones así que descartó la idea de inmediato.

 

—Lo dejaré pasar a la sala de reuniones del lado este — le indicó la mujer.

 

—Gracias Paola —señaló antes de colgar.

 

Caminó un par de pasos, pero un mal presentimiento la hizo volver y tomar su teléfono celular, tal vez solo es una exageración, pero nunca esta demás tomar ciertos resguardos. Bajó por el ascensor al piso en donde se encuentra aquel hombre que la busca.

 

Las salas de vidrio le permitieron examinar al desconocido, arrugó el ceño. No recuerda haberlo visto antes. Al entrar a la sala lo saludó con cortesía, pero la mirada de aversión que recibió la hizo arrugar el ceño inquieta ante aquel individuo. Parece ser que su sola presencia le desagrada y no se esfuerza a ocultarlo.

 

—Veo que no me recuerdas —se levantó del asiento y Sayen pudo notar la enorme diferencia de estatura entre ambos.

 

Su cabello canoso le da un buen aspecto a sus aparente cincuenta años, alto, delgado, y cuyos ojos verdes no dejan de contemplarla con cierto desprecio. LLeva encima un traje carisimo de tono oscuro, un reloj de oro, y unos botines bien lustrados. De buen porte y actitudes elegantes por instante lo observó extrañada, hasta que aquella expresión de inquina le trajo recuerdos de la fiesta de cumpleaños del padre de Luciano. ¡No puede ser! ¿Qué hace este hombre aquí? ¿Por qué razón la ha buscado? Insegura traga saliva, pero mantiene su rostro serio para que aquel no lo note.

 

—Usted es el padre de Laura —respondió Sayen tensando su rostro.

 

—Al parecer si me recuerdas —indicó volviendo a tomar asiento.

 

—¿Para qué me necesita? —preguntó desconfiada sin siquiera tomar asiento atenta a cada movimiento del hombre que hay frente a ella.

 

—Bien, vayamos al grano —entrecerró los ojos—. Quiero que termines con Luciano Alcaraz

 

La mujer levantó las cejas sin creer el atrevimiento de aquel tipo al pedirle eso. La verdad es que no entiende si es tal su esfuerzo por hacer feliz a su hija que es capaz de perder su dignidad al pedirle a la supuesta novia de su exyerno que lo deje, o hay intereses económicos detrás de este asunto, y se inclina por eso último, no tiene la apariencia de ser un hombre que se preocupe demasiado por el corazón roto de su hija.

—Lo siento señor...

 

—Adrián Cánovas —completó su frase en forma altanera.

 

—Lo siento señor Adrián, pero mis relaciones son un asunto personal entre mi pareja y yo —respondió con sequedad, endureciendo la mirada. No quiere meterse en líos, pero negar que son novios o aceptar dejar a su supuesto amante, cree que va a empeorar más el tema y por eso optó por fingir ser la novia que no abandonara a quien ama por una petición tan absurda como esa.

 

El hombre saco una chequera y comenzó a escribir.

 

—Entiendo —le extendió el papel.

 

Pasó de la sorpresa a sentirse ofendida. Negó con la cabeza sin mirar el documento ¿Qué clase de mujer cree que es para ofrecerle dinero a cambio de dejar a su supuesto novio? Arrugó el ceño asqueada de las intenciones de aquel hombre.

 

—¿Que intenta hacer? —refunfuñó sintiéndose insultada apretando los puños.

 

—Todo el mundo tiene su valor, con esto no necesitara andar cazando a un hombre con dinero...

 

—¿Que se cree usted? —lo interrumpió golpeando la mesa de vidrio con ambas manos y luego colocando una de sus manos en su pecho—. Soy una mujer lo suficientemente capaz de mantenerme por mí misma no necesito de un hombre con dinero.

 

—Ya veo —guardó el cheque sonriendo en forma irónica—. Es más difícil de lo que imagine.

 

Se levantó del asiento dirigiéndose al lado de Sayen en una actitud amenazante que hizo a la mujer levantarse erguida dispuesta a enfrentarlo. Al acercarse notó la altura del individuo que se le hizo más intimidante con esa fría mirada.




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