El secreto de Luciano

Capítulo 16

Conduce lentamente mientras la lluvia cae con más suavidad. Observa el rostro dormido de Luciano, toca su cabeza y siente la fiebre que aún sigue ahí. Arruga el ceño hasta detenerse frente a la casona de su cliente, presionando un botón del llavero de Luciano logra activar el sensor de la puerta y entrar.

 

Se estaciona y lo ayuda a bajar. Pesa mucho más de lo que imaginaba, además que la lluvia tampoco le ayuda mucho. Al fin llegan a la puerta de la casa, abren y Sayen prende el interruptor y la luz inunda la oscuridad del interior. Por un momento pensó que se encontraría con aquella mujer, pero no hay nadie en el lugar.

 

—¿Donde... estamos? —pregunta Luciano aun confundido por la fiebre.

 

—En tu casa —responde Sayen susurrando con seriedad.

 

Luciano abre los ojos contemplándola sorprendido, nota su húmedo cabello, y como las gotas a brillan como si fuesen estrellas adornando su cabello, su mirada se detiene en la suya y cohibido por la belleza que Sayen luce en medio de la oscuridad de la sala pronto se deja caer en el sofá confundido.

 

—¿Por qué estas tan mojada? ¿Te podrías resfriar? —le habla intentando descubrir si es una visión o en realidad es ella quien está a su lado.

 

Sayen sonrió con ironía, pues quien acababa de enfermarse era otro.

 

—Afuera llueve a cántaro, intentaba huir de la lluvia cuando vi tu auto estacionado en frente de mi edificio... —quiso seguir hablando, pero prefirió guardar silencio.

 

—Ponte ropa seca, arriba en mi closet tengo ropa, puedes usar la que quieras —señaló Luciano cabizbajo con los ojos clavados en el piso.

 

No se opuso, ve una expresión extraña en el rostro de Luciano, tal vez es por esa mujer, quisiera preguntarle, pero teme escuchar lo que pueda decirle. Sube las escaleras sin poder quitarse eso de la cabeza. La ropa le queda enorme, pero se coloca una larga chaqueta que le cubre hasta casi las rodillas, seca su cabello y se hace una cola. Luego baja encontrándose con Luciano aun sentado cabizbajo, le deja ropa seca para que también se cambie la suya.

 

—Prepararé algo caliente para que comas —señala Sayen sonriendo.

 

—No es necesario —murmura Luciano sin mirarla.

 

—¡Vamos! No serás el primer ser humano con fiebre en este mundo —se acerca a su lado—. No quisiera entrometerme, pero si es por ella debe haber alguna salida ¿No lo crees?

 

—¿Ella? —levanta la mirada observándola confuso.

 

—Sí —sonríe alejándose a la cocina—. Es una chica muy bonita.

 

Ahí pudo entender que hablaba de Natalia. Suspiró intentando concentrarse, pero le duele horriblemente la cabeza. Sabe que debe explicarle quien en realidad es esa mujer, aunque tal vez a Sayen no le interese demasiado, pero así evita que las cosas sigan confundiéndose de esa forma.

 

—Fue mi novia —habló con voz gruesa.

Sayen abrió los ojos sorprendida girándose con cautela ya que estaba ya en la cocina buscando los ingredientes que necesitaba. Se sintió un poco avergonzada de haber pensado otra cosa.

—Lo siento mucho, no lo sabía —se disculpó al darse cuenta de su falta de tacto.

 

—No era necesario que lo supieras —señaló Luciano con un dejo de amargura.

 

Y aquello fue un duro golpe en el pecho de Sayen que no pudo evitar que las verduras que sostenía en sus manos se resbalaran de ellas. Se inclinó recogiendo las papas que acababan de caer.

 

—Es cierto —se rio—. Soy solo tu editora, son asuntos que no son de mi incumbencia.

 

Pero aun así se sintió desolada y dolida.

 

Luciano quiso decirle que no lo decía por eso sino porque Natalia desde hace mucho había dejado de ser alguien importante en su vida por lo que era innecesario que supiera de ella, pero quizás eso en verdad no le interesaba a Sayen. Ella seguía pelando las papas en silencio, dándole la espalda.

 

—Quería disculparme contigo por no haberme dado cuenta de tu presencia en la mañana —agregó Luciano —. Por eso te esperaba fuera del edificio. Tú y ese... ¿Carlos? Hacen una buena pareja.

 

—¡Auch! —Sayen observó el corte que se acababa de hacer en el dedo, escucharlo decir "hacen buena pareja" la confundió haciendo que se cortara con el cuchillo.

 

—¿Estás bien? —Luciano se levantó a verla, pero al notar la sangre se sintió mareado, aunque intento disimularlo.

 

Dándose cuenta de eso Sayen se llevó su dedo a la boca y luego buscó un paño para cubrirse.

 

—Solo fue un corte superficial, ya estoy bien, perdona mi torpeza —se rio viendo como la sangre se ha detenido.

 

Un fuerte trueno los interrumpió, afuera llueve a cántaro.

 

—Puedes pasar la noche aquí —señaló Luciano volviendo al sofá.

 

—No te preocupes, pediré un taxi —señaló en forma cordial mientras enciende la cocina—. Dejaré esta sopa lista y me iré.

 

—Tu ropa aún está húmeda, si te enfermas me sentiré demasiado culpable, además en esta casa hay muchas habitaciones disponibles —agregó sin mirarla.

 

—Siempre he tenido esa duda, si vives solo ¿Por qué vives en una casa tan grande? —preguntó Sayen cocinando.

 

Luciano titubeó por unos momentos. Es algo que evita hablar con otras personas, salvo con Felipe, pero se siente confiado en decirle a ella lo que muchos ignoran. Puede ser una bobería.

 

—Esta casa era mi regalo de bodas para mi matrimonio —guardó silencio entrelazando los dedos.

 

—Lo siento no quise...

 

—Natalia, aquella mujer que viste aquí en la mañana y yo nos íbamos a casar —. Entrecerró los ojos observando el vació.

 

Sayen no pudo evitar sentirse en ese instante como si la distancia entre ambos fuera mayor a la de antes ¿Por qué ahora aquel hombre tan infantil y caprichoso parece tener un aire de madurez que la descoloca? Sin embargo, no es esto lo que no le gusta es verlo encerrado dentro de sí con ese mutismo y la mirada perdida, como si Luciano se hubiera creado un caparazón impenetrable alrededor de su cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.