El secreto de Luciano

Capítulo 22

Sayen se ha quedado dormida, despertó confundida hasta que recordó que aún está en casa de Luciano. Miró la hora y se dio cuenta que son las cinco de la mañana, tiempo suficiente para ir a casa, ducharse, cambiarse e ir a la oficina. Se vistió con rapidez y luego entró a la habitación de Luciano viéndolo dormir, de verdad es que se ve bastante indefenso de esa manera, con cierta timidez tocó su frente y le dio un suave beso. Pero antes de que alejara su mano, Luciano abrió los ojos sosteniéndola de la muñeca. Lo quedo mirando sorprendida sin entender sus razones.

 

—¿Pasa algo? —preguntó la mujer sintiendo como su corazón se acelera al sentir su tibia mano y la mirada fija en sus ojos.

 

Luciano titubeó, ni siquiera lo pensó al sentirla cerca y tomarla como si quisiera que ella no se fuera, por un momento tuvo la desagradable sensación de que la perdía, de que se alejaba para siempre, aunque tal vez un mal sueño le ha dejado esa sensación de vacío, de soledad.

 

—¿A dónde vas? —preguntó finalmente.

 

—A casa —respondió de inmediato—. Hoy debo trabajar, es lunes.

 

—Te iré a dejar —agregó levantándose de la cama, aunque las palabras que retumban en su pecho son "No te vayas, quédate conmigo".

 

—No —Sayen negó con la cabeza sonriendo—. Pediré un taxi, no es necesario, además creo que hoy tienes unas presentaciones.

 

—Sabes que siempre envió a Felipe en mi lugar —se pasó las manos por el cabello.

 

—Sí, y sé también que siempre asistes y te mantienes al margen, pero siempre estás ahí —alzó ambas cejas con una semi sonrisa.

 

Pensaba responderle, pero se quedó callado porque tiene razón, siempre va escondido a cada presentación de uno de sus libros para ver la reacción de sus lectores ante la novedad que llega a sus manos.

 

—Algún día deberás decir la verdad —lo contempló con una suave sonrisa—. Luciano Alcaraz, no podrá vivir toda la eternidad, oculto.

 

—Pero lo hare hasta cuando sea necesario —intentó sonreír, aunque su seriedad no se lo permitió.

 

Sayen quisiera entender sus razones sin embargo forzarlo a hablar de asuntos que él no se muestra dispuesto a compartirlo le parece ser inoportuno en estos momentos. Además, que aún no quita dentro de si las amargas palabras del abuelo de Luciano y las palabras de aquel mismo "No repetiré la historia de mi padre". A veces no sabe si el hecho de enamorarse para ambos está convirtiéndose en una espada de doble filo, que de una u otra forma acabara con uno de los dos.

 

—Bien, ya debo irme, hablaremos mañana —señaló Sayen dispuesta a salir.

 

—¿Mañana? ¿Y hoy? —levantó ambas cejas sin entenderla.

 

—Te dije que tengo una salida con mi hermana menor —abrió la puerta y despidiéndose salió del lugar.

 

—No recuerdo nada sobre eso, ¡Sayen! no huyas —salió detrás dispuesto a darle alcance.

 

Pero Sayen se ha detenido apenas abrió la puerta, preocupada mirando al suelo. Ella de inmediato se inclinó y Luciano notó que intenta hacer reaccionar a alguien. Corrió a ayudarla viendo a Natalia inconsciente y temblando, parece que ha pasado varias horas acurrucada en la entrada de la casa.

 

—Voy a buscar unas mantas secas —indicó Sayen corriendo hacia las habitaciones.

 

—Natalia, vamos reacciona —Luciano le dio unos ligeros golpes en las mejillas para hacerla reaccionar.

 

Abrió los ojos al sentir su voz y estos se llenaron de lágrimas de arrepentimiento ¿Por qué antes había sido tan orgullosa? ¿Por qué creyó que aquel que perseguía era su verdadero amor y no notó que se quedaba en quien le suplicó que no se fuera? Tan tonta, tan ingenua. Y no pudo evitar apoyar su cabeza en el pecho de Luciano y llorar con amargura. Y más aún cuando sintió que alguien colocaba una manta encima de su frio cuerpo viendo a una mujer cuyos oscuros ojos marrones y largas pestañas la contemplaban con compasión porque al ver la forma como Luciano le habló a ella, la manera como la miró se dio cuenta que delante suyo esta la mujer que ha ocupado el espacio que ella antes desprecio. Y cerró los ojos llorando con desconsuelo perdiéndose en el aroma de aquel hombre que ya no es suyo, sintiendo nostalgia de besos que no volverán.

 

***************o***************

 

Tomó un sorbo de té caliente en silencio, con su mirada fija en las ondas del líquido dentro de la taza, viendo su propio reflejo perderse. Su nariz colorada producto del frio exterior en el cual había pasado la noche es evidencia de su malograda situación.

 

—Esta vez aceptaras que te pague el arriendo de un departamento —habló Luciano con severidad sin mirarla.

 

—No... —respondió sin levantar la mirada.

 

—¿A dónde has pasado la noche? —preguntó preocupado con tono adusto.

 

—Caminando sin rumbo, no sé porque terminé llegando frente a tu casa —agregó balbuceando.

 

Unos pasos la hicieron guardar silencio y con disimulo Natalia contempló a la mujer que acababa de volver, con un traje ajustado, con su cabello negro amarrado y expresión seria, cuyos ojos almendrados le dan un aire más inflexible, solo detuvo por unos segundos su mirada en ella antes de dirigir al escritor.

—Luciano —habló sin dulcificar su expresión—. Disculpa ya debo irme.

 

—Está bien, cuídate, hablaremos por teléfono —agregó Luciano sonriendo a la fuerza debido a la incómoda situación y la seriedad del rostro de Sayen.

 

La mujer movió la cabeza sin agregar más saliendo del lugar.

 

—Quédate aquí —le dijo Luciano a Natalia—. Vuelvo pronto.

 

Salió de su casa viendo a Sayen dirigirse al taxi que había pedido, le dio alcance y sin decirle una palabra la tomó de la cintura y la besó. Se quedó con los ojos abiertos al sentir los labios tibios de Luciano sobre los suyos y no pudo evitar devolver el beso como si no quisiera que la soltara. Luego reaccionando se sonrojó de inmediato y lo miró sorprendida y extrañada.




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