El secreto de Luciano

Capítulo 23

Sayen con torpeza tomó las hojas que acababa de imprimir y estas resbalaron de sus manos desparramándose por el suelo, se agachó de inmediato a recogerlas, anda más distraída de lo usual y eso sus compañeros de trabajo ya han comenzado a notar. No es normal en ella andar así de distraída. Luego se sirvió un café y sonrió sola para volver a su puesto con una expresión tal como si anduviera en otro mundo.

 

—Creo que alguien aquí ya ha sido flechado por Cupido —exclamó uno de sus compañeros con una sonrisa cómplice.

 

La mujer de inmediato reaccionó y negó con la cabeza sin decir palabras, la verdad es que no pudo decir nada ante la inesperada frase, hubiera podido negarlo, pero todos hubieran notado que miente, al ser sorprendida de esa forma no podría ocultar su nerviosismo.

 

—Vamos, Sayen, es demasiado notorio —volvió a decir el mismo compañero.

 

—No seas curioso, Luis Alberto —interrumpió una de sus compañeras—. Es un asunto que a ti no te incumbe en lo más mínimo.

 

—Que cruel eres, María Esperanza —suspiró el hombre, diciendo sus dos nombres solo para molestarla, volteando la mirada al monitor de su computador.

 

—¿Y él es muy guapo? —preguntó su compañera de inmediato sonriendo curiosa.

 

Luis se volteó molesto cruzando los brazos, aquella misma que lo llamó curioso no oculta su desfachatez al interrogar a Sayen de esa forma.

 

—Es lindo —respondió cohibida al darse cuenta de que con eso estaba confirmando que estaba enamorada. Pero le es imposible ante esa pregunta, en ese instante se le vino a la mente la imagen de Luciano sonriéndole seductoramente.

 

—¿Y cómo se llama él? ¿Trabaja acá? —siguió interrogándola María haciéndola mirar en ambas direcciones intentando pensar en que responder.

 

—Se llama Luciano y no, no trabaja acá, no tiene nada que ver con lo que trabajamos, nada de nada —la verdad prefiere guardarse la verdadera identidad de Luciano, no será bien visto que la editora este teniendo una relación con su cliente. Podría hasta perder el trabajo.

 

Se levantó pálida del asiento al darse cuenta de que eso podría pasar.

 

—Vaya, sí que eres extraña cuando estas enamorada —exclamó Luis riéndose—. Estas tan tensa como si hubieras cometido un crimen o ¡mierda ¿No me digas que es un hombre casado?!

 

—¡No! No digas eso, jamás haría algo así, no —y volteó avergonzada dispuesta a salir un rato a respirar aire, su actitud los puede hacer seguir sospechando y es mejor retirarse un momento, pero al girarse chocó contra alguien que venía llegando.

 

Retrocedió de un golpe levantando la mirada y encontrándose con la fría expresión de Carlos, una dureza que hasta ahora no había visto en él. Pero lo entendía, tal vez había escuchado parte de la conversación y es claro que no debe ser agradable escucharla hablar de otro cuando él se había declarado hace un tiempo a ella y hasta ahora no han hablado para aclarar todo. Eso no significa que no lo ha buscado, ha sido así pero no sabe si él ha estado demasiado ocupado o ha sido esquivo por una razón. Aunque ¿Por qué la esquivaría si se supone que estaría esperando su proposición? A menos claro que se hubiera dado cuenta que ella estaba enamorada de otro hombre. Fue inevitable no sentirse culpable por él.

 

Hubo un silencio entre ambos que no fue interrumpido hasta que su jefe, Manuel, habló.

 

—Sayen, necesito que con Carlos vean las correcciones finales y ver si quedamos de acuerdo para mandar ya a la impresión.

 

—Si...sí lo veremos enseguida —habló notando como el escritor desviaba su mirada para no hacer contacto visual con ella.

 

—Bien, les pediré una sala para que puedan trabajar tranquilos –indicó Manuel dirigiéndose de inmediato a su oficina.

 

Pero en cuanto quedaron solos en una de las salas de trabajo otra vez el silencio se apoderó de ambos. Leyeron las hojas revisando las correcciones sin cruzar demasiadas palabras.

 

—Te he buscado —señaló repentinamente Sayen sin mirarlo.

 

Carlos fijó su mirada en ella esperando sus palabras, pero su expresión tan seria hace que la mujer guarde silencio sin saber cómo iniciar la conversación, se puso de pie para después volver a sentarse. Suspiró y bajó la cabeza al no ser capaz de sostener la fija mirada del escritor.

 

—Sobre la propuesta, —siguió hablando la propuesta— la verdad es que yo…

 

—Lo aceptaste a él ¿Es así? —la interrumpió, con tono seco, desviando su mirada a las hojas—. Lo escuché cuando hablabas con tus compañeros.

 

—Lo siento —agregó con sinceridad.

 

—¿Por qué? Era tu decisión —Carlos señaló indiferente mientras seguía hojeando las hojas.

 

—Se que un día encontraras a una...

 

Pero la sonrisa sarcástica que se dibujó en el rostro de aquel hombre la descolocó. Carlos es una de aquellas personas que nadie jamás podría imaginar que sonriera alguna vez de esa manera. Guardó silencio, mientras que él dejaba caer las hojas en el mesón.

 

—¿Por qué hablas como si todo se hubiera acabado? —y dicho esto le tomó la mano—. Mientras aquí no haya un anillo de matrimonio aun esto no ha acabado para mí.

 

—¿Qué quieres decir? —arrugó el ceño tratando de entenderlo.

 

Se acercó sentándose sobre la mesa y tomándola del mentón antes de que la mujer se levantara de su asiento.

 

—No me retiraré, así como así, esta vez no se la dejaré tan fácil a Luciano, no pienso rendirme aun –y en su mirada se dibujó el rencor que traía los recuerdos de su pasado con Laura. Esa vez había dejado ir a la persona que amaba, pero esta vez no permitiría que eso pasara, menos cuando el causante de todo era el mismo hombre, Luciano Alcaraz.




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