El secreto de Luciano

Capítulo 30

—Quiero que te veas bien —indicó Luciano luego de la queja de Sayen cansada de probarse tantos vestidos.

 

—Si te avergüenzas de mi sería mejor que no me llevaras a esa fiesta —murmuró de mala gana arrugando el ceño.

 

Luciano se movió inquieto en la tienda sin saber que decirle. No, no se avergonzaba de ella, solo su inquietud y temor de como su abuelo pueda tratarla y menospreciarla frente a los demás es lo que lo inquieta.

 

—No es eso, claro que no, nunca creas que yo me avergüenzo de ti —dicho esto le dirigió la mirada—. Solo que no quiero que te conviertan en la presa de esos carroñeros.

 

Aunque entiende que no está bien que la vista como si fuera una muñeca solo para lucirla como trofeo frente a los demás, lo que busca es que no la humillen, que toda esa gente que suele despreciar lo sencillo le hagan sentir que su naturalidad es degradante.

 

Sayen sonrió ligeramente.

 

—No tuve problemas en lidiar con un niño obstinado y caprichoso, como tú, así que no tendré problemas en lidiar con todos ellos —haciendo referencia a los invitados a aquella fiesta.

 

Luciano cruzó los brazos un poco molesto al sentir que lo llamaba de esa manera. Claro, sabe que su carácter no es fácil de entender, pero de ahí a tratarlo de esa forma.

 

—Pero igual te gustó "ese niño obstinado y caprichoso" —replicó dolido en su amor propio.

 

—Sí, el amor a veces es misterioso —alzó sus cejas con aire enigmático.

 

Luciano bufó sin agregar nada, aunque no pudo evitar sentirse cierto calor en su pecho y que su rostro se sonrojaba. Carraspeó y fijó su atención en el resto de vestidos que habían en el lugar y tomando uno de ellos de color claro agregó.

 

—Pruébate este —agregó con voz de orden.

 

—Que sea el último, Luciano Alcaraz, si no quieres que vaya desnuda. —lo amenazó tomando el vestido de mala gana.

 

—¿Desnuda? ¡Oye no...

 

Pero no alcanzo a reclamar porque Sayen ya se había metido dentro del cambiador.

 

***********************

 

No escatimaron en gasto, bien pudo notarlo Sayen en cuanto entró al salón del hotel que han arrendado para esa ocasión, un lujo que ni siquiera había visto en las fiestas de su empresa cuando presentaban a nuevos escritores o obras de escritores ya conocidos. El color dorado no solo se ve en las lámparas de lagrimas que cuelgan en el alto cielo, sino que en las cortinas; los manteles y cubiertas de las sillas de color crema conjugan bien con el color de las cortinas, y un piso reluciente terminaba por darle un toque de pulcritud a todo el lugar.

 

Las ropas y vestidos de los invitados es como si dijeran "vean y revisen mi valor", y las damas lucen sus joyas como si estos fueran sus mejores atributos.

 

—Sayen, pase lo que pase no olvides esto —señaló Luciano acercándose a su oído—. Tú eres la mujer que yo quiero a mi lado, nunca creas lo contrario, lo que más me gusta de ti es tu naturalidad y eso no se compra ni con todo el oro del mundo.

 

Cohibida por esas palabras la mujer lo contempló sin saber que decirle, pero Luciano juntando sus labios con los suyos en un tímido y suave beso la hizo sentir más tranquila.

 

—Disculpen la interrupción —señaló un hombre de rostro serio y mirada fría, cabellos oscuros y ojos de color marrón. Su altura es tan alta que sobrepasa el tamaño de todos los presentes.

 

—Alberto... —Luciano lo contempló con expresión de poco amigo.

 

—Primo —Lo saludó moviendo la cabeza con suavidad—. Señorita...

 

—Sayen —se apresuró a presentarse ella misma notando la tensión entre ambos.

 

El hombre luego de saludarla se alejó de ambos yendo a saludar al resto de los invitados.

 

—¿Ustedes no se llevan bien? —le preguntó Sayen a Luciano.

 

Pensaba responderle cuando su mirada se detuvo en un hombre que apoyado en una pared con una copa en su mano lo contempló saludándolo y sonriendo con ironía. Dean, el ex marido de Natalia, movió su cabello castaño y bebió su copa ante la expresión furibunda de Luciano. Descolocado, el joven escritor, no supo si ir y encararlo por estar presente en este lugar o todo es una broma absurda planeada para que él perdiera el control. En eso las manos de Sayen se apoyaron en su brazo haciéndolo calmar su ansiedad. Ella acababa de notar la presencia de Dean.

 

—Ignóralo —murmuró Sayen.

 

Se volteó sorprendido ¿Ignorarlo? Después de todo lo que le ha hecho a Natalia ¿Debe ignorarlo?

 

—No caigas en su juego —Sayen fijo sus ojos oscuros en él y ahí pudo entender que ella no lo hacía con intenciones de que el despreciara lo que sintiera sino en pro de evitarle un mal rato.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.