El secreto de Luciano

Capítulo 34

—¿Estás bien? —preguntó Natalia a Luciano mientras aquel guardaba las cosas de ella en una maleta.


El médico le había permitido a la mujer vivir sus últimos días fuera del hospital y por ello Luciano se preocupaba de guardar sus cosas en esa maleta. Su mirada sería y taciturna estaba lejos de aquel lugar y Natalia lo notó cuando ni siquiera pareció escucharla.


—Luciano —exclamó— ¿Estás bien?


Repitió la pregunta, a la que Luciano respondió mirándola sin responderle, a pesar de escucharla hablar no había entendido lo que acababa de decirle.


—¿Estas extraño? —Natalia arrugó el ceño preocupada.


—No es nada... —respondió con frialdad cerrando la maleta y dirigiéndose a la puerta—. Voy a dejarla al vehículo y vuelvo.


La verdad es que, si le pasaba algo, cada vez que cerraba los ojos, cada vez que dejaba a sus pensamientos fluir con libertad pensaba en ella, en Sayen, y le dolía el pecho recordar la mirada de ella cuando le dijo que había decidido cumplir la petición de Natalia. Sus manos tiemblan en solo pensar que estará pensando, en donde estará o si aun llora por culpa de un idiota como él. Entrecerró los ojos y apoyo su cabeza en su vehículo con un nudo en la garganta que lo ahoga y tortura. Si tan solo se atreviera a tomar su vehículo, partir, buscarla y arrodillarse frente a ella suplicándole perdón hasta que Sayen lo aceptara otra vez. Pero su conciencia lo tortura por Natalia. Dio un portazo enfurecido consigo mismo luego de dejar la maleta. Fue a buscar a Natalia a quien ayudo a vestir y luego a subir al auto. Durante el camino condujo en silencio a pesar de las intenciones de la mujer de hablarle.


—Hace mucho que no salía de ese lugar, de verdad hoy el día está muy bonito, hay sol ¿Recuerdas que me gustan los días soleados? Recuerdo que íbamos a la playa cada vez que el día amanecía así. Fue una época muy bonita. 


La mujer lo contempló preocupada, Luciano parece no haber escuchado ninguna de sus palabras. 


Llegaron a la casa, la ayudó a bajar y cargo la maleta abriendo la puerta. Natalia entró con calma, ya conoce este lugar, pero hasta ahora no se había detenido en cada detalle de aquella enorme casa, de todas formas, era el lugar que él había comprado para que los dos vivieran juntos. Adelantó sus pasos mientras Luciano dejaba la maleta en el suelo.


—Gracias —murmuró Natalia volteándose con los ojos cubiertos de lágrimas—. De verdad gracias.


Y dicho esto se giró hacia Luciano perdiendo el equilibrio, aquel la alcanzó a afirmar justo a tiempo tomándola de la cintura. Ambos se quedaron mirando en silencio a corta distancia uno del otro. Natalia cerró los ojos y se acercó a besarlo, pero Luciano la detuvo, cuando ella abrió los ojos se encontró con una fría mirada en aquel tenso rostro masculino. Estupefacta retrocedió sin entenderlo, pestañó confusa y se sintió rechazada causándole dolor en su pecho.


—¿Luciano? —exclamó sin entenderlo. ¿Acaso el trato no era ser parejas en lo que le quedaba de vida?


—No te confusas —señaló con voz calmada—. El acuerdo es vivir como parejas no ser una. Mi corazón sigue atado a Sayen, y aun cuando me haya separado de ella eso no significa que sea capaz de besar a otra y forzarme a sentir algo que no siento.


Dichas estas palabras tomó la maleta y subió las escaleras hacia el segundo piso, no puede amarla como ella espera, porque es cierto que en su cabeza los únicos labios que añora son los de Sayen, el calor de su abrazo, su aroma, su sonrisa.


—Te mostraré en donde quedara tu cuarto —agregó al bajar mirándola con una compasión que no es la forma como ella quisiera que lo mirara.

 

—Aun me guardas rencor —musitó Natalia bajando la cabeza.

 

—No —respondió deteniéndose en la escalera sin voltear—. No es rencor, sino que no quiero que te hagas expectativas, perdóname si soy sincero, buscaré que seas feliz pero no puedo obligarme a nada más, por favor no me pidas más de lo que puedo darte.

 

Volteó y por primera vez en aquel día vio tristeza en su rostro, se contuvo dolido, sin embargo, fue inevitable esconderlo, y suspiró tragando saliva.


—No busques aquel amor de antaño cuando el amor actual que siento hacia otra persona es más fuerte, cuando ese amor me está matando, me pediste un sacrificio no me pidas más...

 

Y dicho esto apretó los dientes dándole la espalda y subiendo hasta el otro piso. Natalia no pudo evitar sentirse desilusionada y caer sentada en el sofá ahogando un sollozo, sí, ella había matado ese amor, pero por momentos tuvo esperanzas de que podría revivirlo, no se imaginaba de verdad que alguna vez él lograría amar a una mujer más de lo que alguna vez la amó a ella.

 

 


***************o*************

 


—Sí, como no —respondió Carlos cruzando los brazos con gesto serio mientras entraban al local.

 

—Pensé que harías algo, no escuchas mis consejos y le has dejado el camino por completo libre a aquel tipo —suspiró Mailen caminando detrás de mala gana—. Eres el escritor H.L. Yeferson ¡¿Cómo te rindes de esa forma?!

 

Carlos la contempló con seriedad. Se sentó en el bar y pidió una cerveza helada mientras Mailen de mala gana se sentaba a su lado y pidió un refresco. Guardaron silencio, molesto uno con el otro. Y de verdad que él al ver a Sayen tan feliz junto a Luciano había decidido rendirse, verla feliz era suficiente para entender que no era su lugar, Mailen en cambio le duele ver a pesar de la expresión tranquila de Carlos que aún le duele haber perdido a Sayen. Aunque su pecho le carcome por dentro preferiría mil veces verlo al lado de su hermana, sabe que es un buen hombre y que sería capaz de dar todo por ella, aunque aquello es como escarbar en la herida de su porfiado corazón que cada vez se aferra más y más a ese hombre.




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