En un reino mágico llamado Mikrax habitaban dos hermanas.
La mayor se llamaba Alexandra, y la más joven, Mikeyla.
Mikrax era un reino donde todos sus habitantes poseían asombrosos poderes. Cada persona tenía una habilidad especial: algunos controlaban el fuego, otros podían alterar el clima o hablar con los elementos. Sin embargo, jamás se había oído hablar de alguien que pudiera hacerlo todo.
Si tal ser existiera, sería considerado una amenaza para el orden de la magia.
No obstante, en un pequeño pueblo del reino, vivían estas dos hermanas.
Una poseía poderes de fuego, y la otra, poderes sencillos sobre el clima. Todo parecía estar en equilibrio… hasta que algo cambió.
Mikeyla acababa de cumplir dieciséis años.
Ese día, como de costumbre, las hermanas caminaban por el bosque.
Mientras jugaban y reían, Alexandra perseguía a su hermana menor entre los árboles. Cuando la alcanzó, ambas cayeron al suelo entre carcajadas.
De repente, Mikeyla extendió su mano y tocó una flor.
En el mismo instante, la flor se marchitó por completo.
Las dos se miraron, confundidas y alarmadas.
—¿Qué hiciste? —preguntó Alexandra, asustada.
Mikeyla respondió:
—No lo sé… apenas la toqué.
En ese momento, Alexandra entendió que había llegado el momento al que tanto temía, el que se había preparado toda su vida para enfrentar.
—Tenemos que irnos —dijo con urgencia.
Mientras caminaban, Mikeyla notó que las flores se marchitaban a su paso. El miedo comenzó a crecer en su pecho.
—¿Qué está pasando? —preguntó temblando.
Alexandra intentó calmarla.
—No tengas miedo, hermana. Yo te voy a proteger.
Pero antes de poder decir algo más, un ruido repentino alertó a Alexandra.
El destino de ambas acababa de cambiar para siempre
Editado: 25.10.2025