El secreto de mikrax

Escena 11-El llamado del alma perdida.

El amanecer no llegó esa mañana. El sol intentó surgir, pero fue tragado por una neblina espesa que cubría el horizonte como una herida abierta. Las aldeas cercanas yacían en silencio; solo se escuchaban los ecos de voces distorsionadas, clamando por redención o venganza.

Alexandra avanzaba entre los restos de una aldea calcinada. Las huellas de la oscuridad eran evidentes: símbolos grabados en los muros, cuerpos que se disolvían en polvo, y una energía que desgarraba el alma.
Sus manos temblaban, pero su corazón seguía ardiendo con una mezcla de tristeza y determinación.

—Mikeyla… ¿qué has hecho? —susurró mientras tocaba el suelo ennegrecido.

De pronto, una ráfaga de viento helado la hizo girar. Tres figuras emergieron de entre la bruma: humanos convertidos en siervos de la oscuridad. Sus ojos, negros como el vacío, la observaban con odio y devoción a la vez.

—El alma que buscas ya no te pertenece —dijo uno de ellos con voz hueca—. Ella es la heredera del poder prohibido.

Alexandra desenvainó su espada, y una chispa azul recorrió la hoja. El fuego de su vínculo interior se encendió, y el suelo tembló bajo sus pies.

—Entonces, la traeré de vuelta aunque el cielo se rompa —respondió con firmeza.

Las sombras atacaron. Los movimientos eran rápidos, inhumanos. Alexandra esquivó el primer golpe, pero uno de ellos alcanzó su brazo. La herida ardió con energía oscura, y una marca negra comenzó a extenderse por su piel.

Cayó de rodillas, apretando los dientes. Entonces, una voz resonó dentro de su mente:
“Kael…”

El nombre despertó algo profundo en su pecho. La luz azul de su espada se intensificó, y un círculo de energía la rodeó, purificando la marca por unos segundos. La conexión con Kael, el tercer vínculo, se reactivaba, aunque aún débil.

Los siervos retrocedieron, temerosos. Alexandra se levantó lentamente, con los ojos encendidos de poder.

—Si la oscuridad la reclama… entonces la luz deberá renacer.

El viento se alzó con fuerza, arrastrando el polvo y las cenizas. A lo lejos, una sombra observaba: Mikeyla, desde un risco, con el rostro impasible y los labios sellados por la culpa. En su interior, algo aún humano temblaba, pero la oscuridad seguía susurrando, prometiéndole dominio eterno.

El destino de ambas estaba sellado… pero aún no decidido.



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En el texto hay: fantasia, accion, ficion

Editado: 13.11.2025

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