El suelo tembló como si un corazón gigante latiera bajo la superficie. La noche se extendía sin final, y las estrellas parecían apagarse una por una, consumidas por un velo de energía antigua.
En el centro del Valle Sombrío, Mikeyla permanecía de pie, rodeada por los nuevos siervos de la oscuridad. Su mirada era un abismo en calma, pero dentro de ella, algo comenzaba a fracturarse.
Desde lo profundo de la tierra, un murmullo emergía, tan antiguo como el propio tiempo.
—Tú… me has despertado.
La voz resonó en su mente, grave y melódica, como un eco venido de mil mundos. Mikeyla cayó de rodillas, presionando su pecho. Una energía helada la atravesó, y una marca oscura con forma de espiral apareció en su piel.
—¿Quién… eres tú? —susurró con dificultad.
—Soy la Voz del Olvido. Fui sellada cuando los dioses temieron su propia creación. Y ahora… tú me has liberado.
Un círculo de fuego negro se formó a su alrededor, y los siervos comenzaron a desintegrarse en polvo. Mikeyla alzó la mirada; el cielo se partía en grietas violetas. La oscuridad que creía controlar comenzaba a volverse contra ella.
A kilómetros de distancia, Alexandra y Kael sintieron la onda de poder como un grito en el alma. Kael se inclinó, respirando con dificultad.
—No era solo la oscuridad de Mikeyla… hay algo más despierto. Algo que no pertenece a este mundo.
Alexandra cerró los ojos, percibiendo una voz lejana, susurrando su nombre con tono dulce y aterrador.
—Nos está llamando —dijo—. Y si no llegamos antes de que el sello se rompa por completo… Mikeyla no será la única perdida.
Kael se levantó, extendiendo su ala fracturada, ahora bañada en un resplandor azul.
—Entonces iremos hasta el corazón del Valle Sombrío. Aunque el precio sea el alma.
La tormenta se desató. El fuego y el hielo caían juntos del cielo, marcando el inicio de una nueva era.
Y mientras los tres vínculos se preparaban para enfrentarse, una risa antigua resonó desde lo profundo de la tierra:
—El olvido no destruye… el olvido recuerda.
Editado: 13.11.2025