Escena 15-El Abismo del Recuerdo

El mundo se dobló sobre sí mismo. La tierra se abrió en grietas luminosas, y un rugido de mil ecos sacudió los cielos. Alexandra y Kael cruzaron el último umbral del Valle Sombrío, y frente a ellos, una caverna inmensa los recibió con un resplandor que no era luz… sino memoria.

Las paredes respiraban. Cada piedra parecía contener un fragmento de pasado: rostros, gritos, risas olvidadas.
Kael apoyó su mano sobre la roca y un torrente de imágenes lo golpeó.
—Aquí están… las memorias de los que fueron borrados —murmuró con la voz temblorosa.

Alexandra avanzó sin miedo, aunque sentía el peso del aire presionando su alma.
—Si la Voz del Olvido se alimenta de recuerdos, entonces usará los nuestros para rompernos.

Una sombra se alzó ante ellos. Mikeyla emergió del fondo del abismo, flotando en un mar de energía oscura. Sus ojos eran un espejo de tristeza. Detrás de ella, el símbolo en espiral brillaba con una luz que parecía devorar la realidad.

—No pueden detener lo que ya comenzó —dijo con voz quebrada—. El olvido no destruye… solo devuelve lo que el mundo quiso negar.

Alexandra dio un paso al frente.
—Entonces recuérdame, Mikeyla. Recuérdame antes de que todo se pierda.

Por un instante, el aire se congeló. Las memorias de ambas se mezclaron en un torrente de imágenes: su infancia, las promesas hechas bajo el árbol de cristal, las risas que alguna vez las unieron. Mikeyla cayó de rodillas, presa del conflicto interno.

Kael extendió sus manos, liberando una llamarada azul que envolvió el símbolo oscuro.
—¡Vínculo de fuego, despierta! —gritó.

El abismo respondió. Una corriente de energía los absorbió a los tres, llevándolos al plano del alma.
Allí, no había tierra ni cielo, solo un océano infinito de recuerdos flotando en el vacío.

Mikeyla abrió los ojos en ese lugar y vio a Alexandra y Kael frente a ella, unidos por un hilo de luz.
La Voz del Olvido retumbó en la nada:

—Si desean salvarla… deberán enfrentarse a lo que olvidaron.

El eco se expandió, y los tres vínculos quedaron atrapados dentro de sus propias memorias más dolorosas.
La verdadera batalla recién comenzaba.