EL INICIO DEL FIN
(Presente)
Una vez más estoy encerrada en estas cuatro paredes, un lugar deprimente y frío que me hace querer escapar, correr y jamás volver; debo ser paciente, esto es un protocolo, una rutina que debo realizar con eficacia.
‹‹Desgraciados sean todos lo que me hacen regresar a este lugar››. Pienso.
Tocan la puerta y dirijo mi mirada hacia ahí. Una mujer de piel morena, de al menos unos cuarenta años, con cabello recogido, me sonríe y pasa una bandeja con mi desayuno. La coloca en la cama y se retira. Observo la bandeja, hay en ella un par de tostadas, una manzana, y un jugo de caja en el lateral. Meto mis manos en el suéter azul que llevo puesto desde aquel día, camino hacia la ventana, esta enjaulada y apenas permite el paso de la luz natural. Visualizo unos pequeños árboles y personas caminando por el lugar. Pienso en él, de estar aquí no hubiera permitido que me encerraran, o tal vez es lo que quiero creer que él haría por mí.
Me doy vuelta y tomo la manzana de la bandeja. Comer me ayuda a calmarme, debo pensar con cabeza fría. Es mi juego ahora.
Camino de un lado a otro, en la habitación solo está una cama a medio arreglar. Me molesta estar en este lugar, el color blanco de las paredes me incomoda. Me hace sentir enojada y con ganas de huir. Pero de quién huyo, acaso huyo de mí misma, de mis temores y de mis inseguridades. Me desespera esta habitación, tan grande y tan vacía… desgraciadamente esto es similar a una cárcel.
La puerta se abre y observo a un joven que viste de blanco e intenta ser amigable. Pero conozco las apariencias, sé que no es más que hipocresía.
—La doctora Alicia Hale anuncia que es hora de tu cita —avisa sin moverse de la puerta. Asiento.
Voy caminando y él viene detrás de mí. Hay un silencio sepulcral en el pasillo principal. Pienso que este lugar es bastante espeluznante, y aún no creo que haya tolerado estar aquí. De pronto se escucha un horrible grito proveniente de una de las habitaciones. Doy un grito ahogado, mi corazón se acelera y me detengo. El joven coloca su mano en mi hombro derecho y me hace saber que todo está bien. Le ofrezco una media sonrisa y continúo caminando.
Me adentro en la habitación y la miro fijamente, ya debería sentirme acostumbrada a todo esto. Estas visitas, las preguntas y el sentimiento de culpa que no me pertenece. Ella está frente a mí, con su apariencia de total tranquilidad, que me perturba y me hace sentir algo incómoda. Me hace señas para que tome asiento y así poder comenzar. ‹‹ ¡Estúpida demanda!›› pienso, mientras me siento en el mismo mueble por segunda vez esta semana.
En su escritorio se encuentra su ordenador, y una adorable fotografía de ella junto a una niña. En estos últimos días ha sido amable conmigo, intenta hacerme entender que no es mi enemiga y puedo confiar en ella, pero no entiende que ya no sé confiar en las personas. Su cabello está amarrado con una coleta, es tan perfecto, ningún cabello se encuentra fuera de lugar; a diferencia de mi cabello que está suelto y desordenado. Un reflejo de mi vida, me atrevo a pensar.
— ¿Cómo te siente hoy?
‹‹Enojada, confundida y con ganas de golpear a los imbéciles que me obligaron a estar aquí››. Respondo en mi mente.
—Estoy mucho mejor—contesto acompañando la frase con una sonrisa.
—Eso me alegra, Natalie. —Toma su libreta y un bolígrafo—. Ya falta poco, ¿ansiosa?
Hace la pregunta como si de una fiesta se tratara. No hay emoción en esto, ni lo habrá, es algo aterrador que puede condenar la vida de muchas personas, y ella simplemente lo expresa con una total tranquilidad.
—Un poco —respondí esquivando su mirada.
Ella se levanta del asiento de su escritorio. Se coloca los lentes y camina hasta la silla amplia y cómoda que se encuentra frente a mí. Yo estudio sus movimientos, así como sé que ella está estudiando los míos. La he analizado desde que llegué aquí por primera vez, sé que lo hace, lo noto en su mirada intimidante y su voz neutral.
—Comencemos repasando lo que veníamos conversando.
‹‹ ¿Conversando? ¿Acaso dijo conversando? ¡Esto debe ser una broma! A este lugar solo le faltan las esposas y las rejas››.
Le dirijo una expresión aburrida, y decido contar todo desde el inicio. Respiro profundo y comienzo a hablar.
—Todo comenzó hace diez meses…