El secreto de su voz

Capítulo 7

7

 

 

 

 

 

Tenía una apariencia más joven. En la foto no tenía sus antejos habituales, lo cual hacía preguntarme qué conexión había entre el señor Cervantes y Sebastián, y no me refería precisamente a Manuel.

Escuché que abrieron la puerta. Me levanté y me asomé por la ventana. Mis padres acababan de llegar. Apresuradamente introduje las fotografías en la caja. La cerré y las guardé debajo de la cama. Me relajé un poco y me acosté en la cama. Mi madre abrió la puerta.

— ¿Nita? —Se sorprendió—Creí que estabas en la escuela ¿Qué haces aquí?

—Eh… —Por mi mente no pasaba ninguna excusa o mentira del porqué me encontraba en casa a esa hora. Miré hacia los lados y justamente en la parte izquierda de mi cama, estaban unos medicamentos— ¡Me sentía mal!

— ¿Te sentías mal? —Se acercó a mí y yo me alejé unos centímetros.

—Sí, me sentía muy mal—Empecé a caminar por mi habitación—. Tenía dolor de cabeza y sabes cómo es la escuela, mucho ruido, personas hablando y algunos cantando—Me detuve antes de llegar a la puerta nuevamente—. Te iba a avisar lo que tenía pero creo que se me olvidó por completo. —Pasé mi mano derecha por mi cuello.

—No, no lo hiciste. Si te sientes mal llamaré al doctor. No son buenos esos dolores. —Ella observaba toda la habitación y luego de unos segundos decidió decir lo que estaba dispuesta a escuchar—. Bueno ya sabes que si te sientes mal debes ir al médico, no tengo tiempo para llevarte hoy, tal vez esta semana. —Agaché la mirada—. ¡Lo siento! Me acabo de acordar que en esta semana no podré, mi cielo, quizás la otra.

—No te preocupes, con las pastillas se me quitan los dolores —dije elevando el tono de voz, mi madre me miró extrañada por mi actitud—. De hecho eso hice, me tomé una pastilla y se me calmó el dolor. ¡Me siento bien! —Una sonrisa espontanea finalizó la frase.

Mi madre salió de mi habitación. Sabía que no estaba totalmente convencida de mi relato, pero también sabía que no le explicaría la verdadera razón. Me tiré a la cama con los brazos abiertos.

‹‹Una vez más, Natalie Fleming no le importa a sus padres››.

Escuché el sonido de mi celular anunciando un mensaje de texto.

 

Mira tu buzón.

 

Salí de mi habitación muy rápido. Abrí la puerta, bajé los escalones del pórtico y abrí el buzón.

Había un sobre grande y amarillo. Lo abrí, eran imágenes de lugares, pero lugares extraños. Había un total de diez fotografías y una nota:

 

Como ratones de laboratorio se sentirán.

 

Esa frase la había escuchado antes.

‹‹ ¿Dónde escuché esa frase? No lo recuerdo››.

Miré la primera imagen, era una casa linda de estructura antigua. Tenía la dirección en la parte de atrás. Entré rápidamente a la casa.

Choqué con mi padre.

— ¡Nita, ten cuidado! —exclamó mi padre que estaba a punto de subir las escaleras.

—Sí, papá, lo siento. Voy apurada, me acaba de llamar Alison mi compañera de… —mi mente quedó en blanco por unos segundos— de educación ciudadana, tenemos que hacer un proyecto de orientación a niños y quiere que vaya a su casa.

—Natalie son las tres de la tarde, no te dará tiempo de regresar a casa, ella vive muy lejos —dijo evitando que subiera la escalera.

—Planeo quedarme a dormir. Tenemos que entregarlo mañana a segunda hora y mientras más temprano llegue, mejor. —Me miró unos segundos, luego quitó su brazo y dejó que subiera a mi habitación a vestirme.

Alison era una compañera. Bueno, una ex compañera; papá la recordaba porque fue una vez a la casa. Lo que no sabía era que a Alison la transfirieron a la escuela que quedaba al otro lado del pueblo, y ya educación ciudadana no estaba en mi pensum de estudio.




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