El secreto de su voz

Capítulo 8

8

 

 

 

 

 

La enfermera me miró muy atenta, asintió. Pero antes de irse me pidió que esperara un momento hasta que el doctor firmara mi alta, ya que no tenía nada grave.

‹‹ ¿Cómo fui a parar de Villareal a la calle Nova?››.

No recordaba haber salido de aquel vecindario, había cosas que no tenían coherencia.

‹‹ ¿Por qué razón diría que me arrolló una bicicleta?››.

Me trajeron mis cosas y me quitaron la vía. Me levanté de la camilla y me coloqué el bolso. Me sentía un poco mareada así que traté de no hacerlo notar para no quedarme más tiempo.

Estaba parada en la recepción, el doctor de turno, me notificó que debía esperar un momento, primero me revisaría y después firmaría. Con lo que le dije a la enfermera bastó para que me dejaran ir sin tener que llamar a mis padres, y eso era algo inusual.

Mientras esperaba que el doctor se desocupara, decidí caminar por el hospital, miré el reloj que estaba en la pared, ya era muy tarde casi era media noche; el hospital me pediría un taxi en cuanto me firmaran el alta.

En uno de los pasillos me encontré a Mat Miller sentado en la sala de espera. Se encontraba apoyando sus brazos a sus rodillas y mirando hacia abajo. Llevaba puesto un suéter marrón, con sus vaqueros habituales y un gorro negro cubriendo su cabeza; me fui acercando a él.

—¿Mat? ¿Qué haces aquí? —pregunté de manera sutil.

Se levantó sorprendido, me miró fijamente, no obstante tardó en responder. Agachó la mirada y la volvió a dirigir a mí.

—Acompaño a un amigo a buscar unos análisis y ¿tú?

—No sabía que tenías amigos… —comenté extrañada—, perdón… es de suponerse que no sepa, es que no hablo mucho, pero me imagino que sí tienes… —traté de corregir lo antes dicho—La pregunta era, que no sabía que entregaban análisis a esta hora—Introduje mis manos en los bolsillos—. Debo fastidiar mucho… ¡Rayos! Nita eres muy estúpida—me dije a mí misma en un tono más bajo.

—No me parece que seas estúpida. —Sonrió—¿Puedo saber qué te pasó?

—Ni yo misma sé… —respondí en voz baja, pasándome la mano por el cuello.

— ¿Cómo que no sabes? Tienes una venda. —Se acercó un poco.

—Es una larga historia… —dijeron mi nombre por el altavoz para que retirara mi constancia de alta—Un gusto verte Mat, espero todo le salga bien a tu amigo. —Sonreí al despedirme y él también.

Di unos pasos camino a la recepción, luego me giré para verle de nuevo. Aún mantenía su mirada en mí, unos segundos después, un doctor llegó a su encuentro y le entregó una carpeta, observé la cara de preocupación de Mat, pero ya debía ir por mi constancia, así que seguí mi camino.

El doctor al verme me reconoció.

—¡Natalie! Un gusto volver a verte. —Se trataba del doctor que me atendió en el accidente de carretera—¿Cómo te has sentido desde el accidente? —Colocó una luz frente a mis ojos.

—Muy bien, supongo. Aunque no tanto, si me dicen que un chico en bicicleta chocó conmigo y no recuerdo con exactitud lo ocurrido. —Él sonrió.

—No consideraré eso como algo alarmante ahora. Solo espero que estés siguiendo las indicaciones.

—Las estoy cumpliendo al pie de la letra —mentí.

―Muy bien, puedes irte ―contestó mientras firmaba―. Tienes que venir la otra semana, para revisarte la herida. ―Miré hacia otro lado y traté de no prestarle atención. —Natalie, aunque me alegre verte, por favor, ten más cuidado. —Le respondí con una sonrisa, al menos alguien se preocupaba por mí.

—Doctor… ¿no hay una manera de hacer que esta minúscula herida sea lo menos notaria posible? —sonrió ante mi indirecta petición y luego asintió.

En seguida una enfermera trajo una bandeja con un vendaje casi transparente, él removió mi venda blanda, pasó un poco de alcohol por la herida. Ardió un poco y apreté un poco mis dientes. Colocó la venda nueva como si de una curita de niños se tratase, y sonriendo dijo que ya podía marcharme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.