15
Luego de aquel encuentro con la chica del supermercado regresé a casa. Durante el trayecto pensaba en la pregunta que últimamente no salía de mi cabeza.
‹‹ ¿Dónde estás, Sebastián?››.
Una pregunta bastante simple y que muchos se hicieron. Saber dónde estaba Sebastián, facilitaría el conocimiento de muchas cosas en este pueblo.
El que calla otorga, dicen por ahí, pero Sebastián, no callaba para otorgar, callaba para conocer verdaderamente a las personas que lo rodeaban. Él era una caja de sorpresas, siempre tenía algo en mente, por eso, era de esperarse una acción como esa; Sebastián solía llevar su ordenador a todas partes, así que no concebí por un momento la idea de que él ya no la tuviera en su poder, y de ser así, ¿dónde estaba o quién tenía su laptop? No se me ocurrió alguna respuesta, pues mi mente también estaba ocupada por otra incógnita, quería saber por qué la chica del supermercado apuntó eso.
Inicié mi día de clases con normalidad, para la hora del almuerzo le avisé a Mat, que nos veríamos en la biblioteca. Al sonar el timbre fui la primera en salir de la clase de biología, terminar el análisis del cuerpo humano carecía de mi interés, así que caminé directamente a mi encuentro con Miller. Pero mi recorrido se vio interrumpido por Analía.
— ¡Nita! —expresó en forma de saludo, yo le respondí haciendo el gesto con la mano. — ¿Qué tal todo?
‹‹ ¿A qué viene tanta amabilidad?››.
—Muy bien —respondí de manera cortante.
—Quería hablar contigo…—Fruncí el ceño—, entiendo que te sorprenda. Pero hay cosas que necesito decirte. —Miró a los lados. —Sebastián hizo bien en irse, pero tú no si decides quedarte. —Su mirada me demostraba mucha honestidad y un poco de miedo.
— ¡Analía! —gritó Sandra a mis espaldas y yo volteé.
Para cuando regresé la mirada a Analía esta había cambiado, de nuevo era la insufrible chica que conocía. Me dio en el hombro al caminar hacia Sandra, coloqué mi mano derecha en el hombro izquierdo, mientras la miraba caminar.
— ¿Qué sucede? —le preguntó Sandra mirándome.
—Nada importante —alegó arreglando su cabello—, la muy estúpida tropezó conmigo.
—A veces me pregunto si la idiotez es de nacimiento —comentó riéndose y juntas se marcharon.
Aquel encuentro me dejó sin habla. ¿Acaso ella sabía lo que Sebastián tramaba? Tal vez, pero no con certeza. No obstante, ella intentó advertirme algo, pero no supe de qué se trataba hasta que sucedió.
Cuando entré a la biblioteca todos me miraron cuando la puerta dio el mayor sonido del recinto. No leí que en el cartel de afuera avisaban que la puerta estaba dañada y debía abrirla con cuidado. Caminé entre los estante, buscaba a Mat. Una conversación me detuvo y decidí escuchar.
— ¡Maldito sea, Harrison! —prorrumpió Tim y a su lado se encontraba Mathius, quien inmediatamente le hizo la señal de silencio— ¡Él tenía toda la información, y la bloqueó!
— ¿Aún no has podido sacarla de ese aparato? —preguntó Mathius de manera relajada. Sostenía un libro en su mano izquierda y en la otra una barra de chocolate.
—No… y no entiendo cómo puedes estar tan relajado.
—Muy simple, han pasado meses y él no aparece. Si no habló antes, no lo hará ahora.
—¿Y si lo hace? —Mathius se quedó pensativo.
—De igual forma todos estamos en el mismo juego. Si él lo hace, yo le agradeceré por acabar con esto. ¡Game over, Tim! —A pesar del tono burlón de Mathius, a Tim no le pareció gracioso.
Mathius cerró el libro y lo colocó en el estante, tomó su morral del suelo y se marchó. Yo caminé con cuidado de no hacer ruido y luego de unos minutos encontré a Mat sentado en la mesa del fondo. Me acerqué a él y me senté. Me estuvo explicando que había encontrado información de interés sobre algunas personas de las fotografías, yo por otro lado le platiqué sobre mi poco conocimiento acerca de la familia de Sebastián. Cada día que pasaba me daba cuenta que no sabía absolutamente nada de él.