El secreto de su voz

Capítulo 21

21

 

 

 

 

 

Llegué a casa. Mi madre estaba llamando para ordenar la comida de la cena, pues era de esperarse que ella no cocinaría. La miré detenidamente desde el marco de la puerta; ya había logrado secar mis lágrimas y estaba serena ante todo lo que estaba por venir.

La miraba como quien mira la belleza de una flor y luego como esta se marchitaba ante el sol. Estaba parada ahí sin musitar, sin atreverme a dar señales de mi presencia.

‹‹ ¿Cómo le digo a mi madre todo lo que está pasando?››.

 Después de todo era mi madre y sabía que le dolería saber el secreto de mi padre. El hombre que no ha dejado de amar en tantos años.

‹‹ ¿Cómo responderé ante sus preguntas? ¿Cómo responderá él ante mis preguntas? Acaso esto es lo que se necesita para acabar de una vez con estos trozos de familia››.

Ella volteó de repente y me miró, hizo silencio. Colgó el teléfono y no me dirigió palabra alguna, únicamente me notó. Yo la miraba perpleja, las palabras no lograban salir de mi boca, así que simplemente dejé las llaves en la mesa y subí las escaleras.

Entré al baño y abrí la llave de agua para llenar la bañera. Me miré en el espejo tratando de buscarme, de buscar a esa Natalie llena de luz que de la noche a la mañana se esfumó y me dejó sola, abarrotada y con un gran peso en la espalda. Me subí sobre la balanza y me contemplé en el espejo de cuerpo-entero. No estaba tan flaca, pero estaba muy lejos de estar gorda. Aquello era producto de la falta de ánimo y la soledad casi continua en casa. Me zambullí en la bañera, cerré mis ojos y me quedé ahí. Hice que a mi mente vinieran los momentos felices y los paisajes que siempre amé.

Me alisté al escuchar el grito de mi madre anunciando que la comida estaba servida. Me asomé por la ventana y vi el carro de mi padre estacionarse en el garaje. Cerré la cortina y me dispuse a bajar. Cuando iba bajando la escalera vi cómo mi padre le daba un beso a mi madre y por dentro sentí asco. Lo mismo había hecho con aquella mujer en Grace Field. Agaché la mirada, terminé de bajar las escaleras, y me dirigí hasta el comedor.

— ¡Natalie! —expresó mi padre a mis espaldas— ¡Qué sorpresa tenerte en casa! —Percibí su sátira, la cual inmediatamente fue opacada por un serio acento—Creí que no vendrías a cenar, como te desapareces sin decir nada— Respiré profundo y seguí caminando, no quise verlo.

Me senté y él se sentó observándome, pero yo no elevaba la mirada, hacía lo posible para hacerle entender que no le hablaría. Mi madre se sentó y sirvió la comida. Era realmente estúpido hacer una cena como esa, no había alegría, no había nada de qué hablar, exclusivamente tres personas sentadas comiendo en silencio mirándose unos a otros. Dentro de mí resoban las palabras que escuché en aquella casa y un impulso de decirlo me recorría el cuerpo. Algo me decía que no era el momento correcto de hablar, más a sabiendas que mi madre después de nuestra última discusión hacía el intento de hablarme y yo no se lo permitía.

— ¿Dónde estuviste?... No avisas a dónde vas y te apareces como si nada —preguntó mi padre y yo comí otro bocado para no responderle.

—Natalie, pedí tu postre favorito… —luego de decir eso dirigió su vista a mi padre—Nicholas, si no quiere hablar de ello no la obligues. Tenemos derecho a tener nuestra privacidad.

— ¡No! —gritó mi padre dándole un golpe a la mesa tan fuerte que causó mi exaltación— ¡Estoy  cansado de tus impertinencias! —Me miró de una forma muy intimidante. Mi corazón se aceleró, estaba sorprendida con aquel acto deliberado de mi padre— ¿Crees poder hacer y deshacer lo que te venga en gana? ¿Qué puedes ir a quién sabe dónde y no avisar? ¡Todavía vives bajo este techo y hay normas!

— ¡¿Cuáles son esas normas según tú?! —vociferé mientras lo miraba de forma desafiante— ¡Ya no puedes exigirme nada! Ni siquiera sé quién eres. Desconozco y aborrezco completamente al hombre en que te convertiste—Los miré a ambos—. Pasan todo el tiempo fuera de casa en supuestos viajes de negocios, ni siquiera saben qué es de mí. ¡Por Dios! No se han dado cuenta que le siguen pagando a una señora para que me cuide y no la veo desde hace más de un año.




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