El secreto de su voz

Capítulo 28

Pude haberlo hecho, pero no lo hice…

 

— ¡Nita, contéstame! —Espetó aún más alterado— ¡Pudiste haberlo matado!

—Lo hubiese hecho… —susurré.

— ¿Y eso qué resolvería?

Él me hablaba muy fuerte y yo miraba fijamente mis manos, ignoraba sus gritos. Estaba en mi mundo, en ese del que él no era parte. Pero se plantó frente a mí y me hizo mirarle.

— ¡Dime! ¿Qué habrías ganado con hacerlo?

— ¡No lo sé! —al fin le respondí, pero alterada—, no sé qué ganaría, pero al menos sabría que me vengaría. ¡Tú no entiendes! ¡Ese no era tu hermano! —Desvié la mirada—. Qué vas a saber del dolor…

—Sí, tal vez no sepa lo que es perder a un hermano. Pero eso no te justifica en nada.

— ¿No me justifica nada? —Mi mirada fue de desconcierto—. ¡¿Qué vas a saber tú?! —Reclamé y me levanté del mueble—. ¡Qué vas a saber tú! Si nunca llegaste a casa cada tarde tomada de su mano, si nunca lo miraste a los ojos y supiste lo que pensaba. —Cerré mis ojos y lo recordé— ¿Qué vas a saber tú, sobre ver morir a alguien?... Lo qué es ver las llamas al rojo vivo, pedir que le salven y que al hacerlo la casa explote —Empecé a llorar—. No sabes lo que es mirar los ojos de tu madre al recibir la noticia y luego escuchar su grito ahogado de dolor… no, no… tú no sabes nada, eres un niño que no sabe nada sobre la muerte y lo que les pasa a las personas que aún viven luego de verla tan de cerca, no sabes lo que es estar sola en casa cada tarde luego de eso, no escuchar la voz de tu padre y evitar el siguiente intento de suicidio de tu madre.

›› ¡No, Mat, tú no sabes nada! Tú no has sido ignorado y has tenido que seguir adelante sacando fuerza de cualquier cosa... —Me recosté de la pared—En ese incendio no solo murió mi hermano, murió también mi familia… desde aquella noche no somos más que conocidos bajo un mismo techo… Will se llevó con él todo lo bueno, mi madre sufría, mi padre sufría y yo… yo sigo sufriendo. —Me tiré al suelo—. Sé que matarlo no era la solución. —Mat se acercó despacio, se arrodilló y me abrazó muy fuerte, yo solo comencé a sollozar.

—No tenía idea —me susurró al oído.

—Solo quería descargar mi rabia, quería hacerle saber que sabía la verdad… ver si sentía culpa alguna por lo que hizo —hablé aún recostada en su pecho—. No sabes cuánto duele Mat.

Mi  respiración se entrecortaba, mi pecho se contraía y las lágrimas corrían por mis mejillas.

—Solo quiero regresar el tiempo y tener a mi hermano conmigo… te juro, que yo no quería matarlo, tal vez asustarlo, pero eso no… morir sería algo muy sencillo para alguien como él.

— ¡Ey! —Tomó mi rostro delicadamente y lo miré—. Lo siento, no quisiera que cometieras una locura como esa, él no merece la pena. Me exalté, perdón —su voz era suave—, no sabía que habías tenido que pasar por todo eso, debí ser más empático antes de comenzar a juzgarte por algo que ni llegaste a hacer. No debió ser fácil para ti atravesar todo eso.

—Y no lo es —respondí dejándome abrazar por él.

No había sido fácil, y mucho menos ahora lo era. Mi vida había pendido de ese hilo frágil durante cinco años. Ahora se había roto. No le costó mucho romperse, unas pocas palabras bastaron y unos cuantos gestos inexpresivos del duelo profundo de mis padres.

Me sentía ahogada por mis propios sentimientos. Sentía un gran nudo en mi pecho que no me permitía respirar como se debía, y una extraña inquietud en mi cuerpo. Eso que sentía era el dolor, sumado a una impotencia tan grande de no poder controlar mis sentimientos. Al saber la verdad sobre la muerte de mi hermano, aquel puñal que se había clavado en mi pecho el día de su muerte, se hundía más profundamente cegándome dolor. Sentía que todo explotaba, sentía rabia, una rabia incompresible por aquella verdad, por la cual años atrás hubiese dado mi vida por tener.

También debía comprender la actitud de Mat, estaba preocupado por mí, fue irracional lo que hice, no lo pensé, me dejé guiar por el puñal clavado en mi pecho; pasé del silencio al grito y del grito a la ira. Creo que no podré olvidar la mirada de Christian al escucharme decirle aquello que había hecho mi hermano por él, ni al ver que lo apunté con el cuchillo. Ya no me reconocía al mirarme en el espejo y mucho menos desde de aquel incidente.




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