El secreto de su voz

Capítulo 29

En el instante que envié el mensaje me sentí muy bien, al fin realizaba mi primera jugada y estaba dispuesta hacer cualquier cosa por ganar al final. Caminé por el pasillo y en dirección contraria venía Lisa, llevaba su teléfono en la mano izquierda y miraba a los lados.

‹‹ ¿Acaso siente angustia?›› fue lo que me pregunté.

Ella caminaba tratando de mantener una impecable compostura. Lisa siempre estaba perfecta en cualquier situación, su ropa arreglada, su cabello bien peinado y una brillante sonrisa, pero su mirada era algo que no podía dominar y en ella vi toda su preocupación. Se dirigió al comedor, segundos más tardes la seguí. Entré y me senté en las mesas cerca de la puerta. Saqué uno de mis cuadernos y fingí que estaba estudiando. Lisa se sentó en la mesa central junto a los chicos, les sonrió a todos y mostró muchísima seguridad. Andrés llegó y la besó con ternura, inmediatamente, Tatiana miró a otro lado. Aquella escena me pareció muy curiosa, su mejor amiga y su novio la engañaban.

Durante esos minutos Lisa no demostró mayor importancia al mensaje, era eso, o ella era experta para guardar las apariencias.

Coloqué el teléfono al lado de mi cuaderno y observé detenidamente a Tim. Como era usual, estaba sentado al lado de Facundo y Ma-thius, parecían contar algo muy gracioso porque no paraban de reír. Mi mirada se cruzó con la suya, yo sonreí irónicamente y agaché la mirada. Apoyé el codo de mi mano izquierda en la mesa y apoyé mi cabeza. Hacia entender que miraba hacia mi cuaderno, cuando en realidad con mi mano derecha debajo de la mesa mandaba el siguiente mensaje a Tim:

 

¡Hola, viejo amigo! He dejado algo para ti en la puerta de tu casillero. Un recuerdo de lo que ambos sabemos. Deberías revisar antes que algún curioso lo haga.

-S.H.

 

En seguida Tim se puso de pies, agarró su morral y salió rápidamente del lugar. Conté los segundos para que el timbre sonara y salir con la multitud. Tomé mi celular y redacté otro mensaje. Pasé por el pasillo donde se encontraba el casillero de Tim, noté que rompió la hoja y lanzó la puerta de su casillero.

— ¿Qué te pasa, hombre?—preguntó Mathius, asombrado por su actitud— ¿Está todo bien?

— ¡Todo está bien, Idiota! ¡No me pasa nada! —respondió Tim empujándolo para que se quitara de su camino.

— ¡Ey! ¿Qué te pasa?

— ¡Quítate de mi camino, Copelman!

Tim caminó muy apresurado por el pasillo, miraba hacia los lados, esa expresión la conocía, buscaba entre las personas a ver quién era el imbécil que le estaba jugando una broma pesada, pero no lo encontró, no me encontró. No supe a donde se fue, pero eso no me importaba. Era la reacción que esperaba obtener de Tim. Si algo sabía de él es que no le gustaba sentir que alguien tenía el poder sobre él y sus decisiones. La nota en su casillero había sido colocada por Mat. Era un papel doblado y pegado con una cinta adhesiva, tenía las palabras “Voyerista” y  “violador” con letras recortadas de revistas. El mensaje que había enviado antes de salir del comedor decía. “Camila no hablará jamás, pero no te aseguró que yo me quede callado”. Por esa razón su molestia se notó, y ocasionó una amplia sonrisa en mi rostro. Al finalizar el pasillo me encontré con Mat y le hice señas para confirmarle que todo había resultado como esperábamos. Él asintió y caminó por el pasillo en dirección contraria a la mía. Él sabía lo que haría, no necesitábamos estar juntos en la escuela para realizarlo, un par de señas y miradas bastaban para estar bien y sincronizados.

Es sorprendente como actualmente nuestra vida está a solo un clic de distancia, completamente detallada en el internet, lo cual nos convierte en un espejo público. En ese momento las redes sociales no fueron mis enemigos como meses y años atrás, fueron fieles aliados para encontrar la información sobre mis apreciados Secuestrados A, de esa manera obtuve sus números telefónicos, direcciones de e-mail y datos confidenciales sobre su vida. Aquello de la seguridad cibernética no eran más que patrañas comerciales para fomentar el consumismo, en la red nadie estaba seguro; todo estaba ahí, solo debía saber cómo buscar.

Para la siguiente hora tocaba gimnasia. Entré a los vestidores de chicas y me cambié la ropa. Fue un momento incómodo, porque las burlas y comentarios hacia mí no dejaban de decirse en aquel lugar. Únicamente hice silencio e ignoré todo a mi alrededor. Minutos más tarde mi bolso cayó al piso, no había sido por un fantasma, sino por la mala intensión de Sandra. La miré y ella me hizo un gesto de burla, desvié mi mirada hacia Analía y recordé lo que me dijo en el pasillo. Ella me evitó completamente desde ese día y esa mañana ni siquiera cruzamos miradas. Volteé hacia mi derecha y observé a Lisa arreglar sus pertenencias para la clase. Se hizo una cola de caballo en su cabello, se arregló con cuidado las medias y ordenó todo con mucha meticulosidad en su casillero. Sus acciones me parecían ridículas, pero toda la vida la vi hacerlo. Primero abría su bolso y hacía espacio, colocaba su crema para las manos, luego el gel antibacterial, su cepillo y por ultimo su estuche de maquillaje. Lo hacía desde que era una niña y lo mantenía aún en su adolescencia. Sin embargo noté algo importante, ella traía una camiseta completamente blanca, con la imagen de unos labios de plata en señal de silencio. Recordé que ya había visto esa camiseta y el símbolo de la misma era similar a los labios de plata que encontré en mi habitación.




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