El secreto de su voz

Capítulo 30

Vamos por el mundo sin mirar el mundo. Siendo testigos solo de nuestros acontecimientos, olvidándonos del prójimo. Realmente no somos amigos, somos un montón de egoístas que solo nos preocupamos por nuestro bienestar. Caminamos por la calle y no nos preguntamos, qué pasará por la mente del sujeto que saludé esta mañana, o por qué el rostro de mi propia madre está diferente. Simplemente no preguntamos y pasamos por la vida ignorando otras realidades.

Eso hizo que Sebastián fuera diferente al resto, porque él sí se interesó por saber qué le sucedía al otro. No únicamente para sentarse a tomar unos tragos y reírse de las tonterías. Se quedó ahí sentado escuchando y observando sus historias para saber que no todos eran los malos, y que detrás de todo aquello había un secreto, un secreto que sus voces jamás revelarían. Y yo estaba ahí, dándome cuenta que no era la única con problemas en casa, con una autoestima baja y un sinfín de preguntas en mi mente; Percaté lo egoísta que había sido, pero mi egoísmo era justificado, era rechazada por la sociedad, así que también debía rechazar todo ese mundo que me rodeaba.

Aquella mañana tomé una chaqueta y caminé directo a la policía. No estaba muy segura de mi siguiente paso, pero debía ser optimista, debía pensar que todo saldría bien. El motivo de mi salida era encontrarme con Georgia Phillips. Ella sería la única capaz de ayudarme, llevaba tres años siendo detective y era lo que necesitaba, simplemente tenía que presentarle un buen argumento, lo cual tenía pero no sabía cómo expresarlo.

Estaba cerca de la puerta de la comisaría cuando la vi salir. Corrí hasta ella y al verme se sorprendió. Llevaba su cabello suelto y su sortija de matrimonio en la mano. Ella había sido nuestra niñera hasta que cumplí los diez años, y había prometido ayudarme en lo que pudiera. Sentí un poco de nervios porque nunca antes había acudido a ella, incluso la había rechazado el día del funeral de Will, la traté muy mal y sé que no había sido justa.

— ¡Natalie! —Detuvo su caminar bruscamente y dijo mi nombre exaltada—Cuánto tiempo…

— ¡Hola, Georgia! Sí, lo sé… ha pasado mucho tiempo —contesté agachando un poco la mirada—. Vine a verte.

— ¿Estás bien? ¿Sucedió algo malo? —preguntó con tono de preocupación.

—Estoy tan bien como debería, supongo… ¿Podemos hablar en otro lugar? ―pregunté mirando hacia los lados, ella asintió y me señaló ir a su auto.

—Demos una vuelta, ¿te parece? —Asentí y me subí al carro.

Ella encendió el vehículo y comenzó a manejar, subió volumen a la música de la radio y se mantuvo en silencio.

—Sé que me porté muy mal contigo en el funeral de Will, lo siento —Me disculpé mirándola—. Estaba mal, no podía dejar de pensar que mi hermano estaba abajo en esa tonta caja, y tú…

—Yo solo intenté ser buena, y empecé a cantarte. —Contestó a media voz.

—Lo lamento, Georgia.

—Pero no creo que has venido hasta mí solo para disculparte.

—No es sencilla la petición que debo hacerte. Necesito información sobre una persona y únicamente tú puedes facilitármela. —Frenó de repente y me miró.

— ¿De qué tipo de información hablamos?

—Policial, criminal… —contesté con miedo.

— ¿Acaso te metiste en problemas muy serios, Natalie?

—No, aún no… —Ella me miró desconcertada—No estoy en problemas, eso creo. —Miró por la ventanilla un tanto molesta—Lo necesito y sé que tú puedes ayudarme. Prometo contarte todo lo que ha sucedido y lo que sucederá si no hago esto. No me meteré en problemas, no iré en contra de la ley… —Respiré profundo—Solo quiero saber sobre una persona.

—No es tan fácil, y lo sabes… No te puedo ayudar si no me dices con qué fin necesitas esa información.

—Solo serán unas cuantas direcciones y algunos nombres. No pido nada más que eso. Georgia, me conoces, no es nada malo… te lo prometo. —Realicé un gesto de súplica tal cual y como lo hacía en mi infancia. Ella comprendió que hablaba en serio.

Me miró austeramente, dio un resoplido, encendió de nuevo el automóvil y subió un poco más el volumen de la música. Yo me limité a mirar por la ventana y aceptar que no iba ayudarme. Realmente necesitaba de su ayuda, pero no podía decirle todo lo que estaba pasando, esto era más grande que yo.




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