El secreto de su voz

LA PELOTA DE BÉISBOL

LA PELOTA DE BÉISBOL

(Memoria del pasado)

 

 

Eran las cinco de la tarde de un viernes de enero. Mis padres no estaban en casa y Will y yo estábamos aburridos. Él, algo enfadado porque quería ir a la firma de autógrafos de un beisbolista de los Yanquis. Yo me senté en una de las sillas del comedor mientras él caminaba de un lado a otro preguntándose cuál sería la mejor manera de salir de casa y regresar antes de que llegaran nuestros padres. Me causaban risa sus expresiones y su impaciencia.

—Toma las llaves del auto, ya tienes dieciséis años, sabes manejar y podrás conducir sin problemas… a no ser que te topes con un policía —dije en tono de burla, sin saber que le había dado la idea perfecta. Miró hacia la mesa y observó las llaves, las tomó, me sonrió y se dirigió muy rápido a la puerta— ¡Hey! No me dejarás aquí sola.

—Está bien—respondió no muy contento—, ven conmigo. Pero debes prometerme que no le dirás nada a papá. —Asentí, tomé mi chaqueta y guardé mi sobre en uno de los bolsillos.

Nos subimos al auto, él introdujo la llave y lo encendió. Se dio cuenta que nunca había manejado sin papá de copiloto y se puso muy nervioso. Yo lo miraba esperando que reaccionara y arrancara el auto. Pero él exclusivamente miraba el volante. Me pidió colocarme el cinturón de seguridad y volvió su mirada al volante.

—Vas a conducir ¿sí o no? —pregunté algo alterada—. Ellos llegarán en una hora y media, debemos irnos ya para llegar a tiempo. Confío en que sí puedes manejar —aseguré dedicándole la mejor de mis sonrisas.

Recuerdo que manejaba muy lento y en algunas ocasiones se salía de la vía, pero retomaba el sentido luego de un rato. Nunca había desobedecido, así que los nervios que tenía eran angustiantes. Pero llegamos sanos y salvos al centro comercial. Había muchísima gente haciendo fila para tener el autógrafo, pero si hacíamos la fila jamás llegaríamos a tiempo a casa.

—Es inútil, Nita, no trajimos la pelota y ahora esta fila es larguísima —comentó desanimado.

—Observa y dame las gracias luego.

Corrí hasta la tienda deportiva y saqué de uno de mis bolsillos el dinero que llevaba ahorrando desde hacía más de seis meses. Sabía que a Will se le olvidaría la pelota y no tendríamos dinero para comprar otra. Le pedí al vendedor la mejor pelota de béisbol que tuviera en el estante. La cual estaba costosa, pero yo tenía suficiente dinero para comprarla. Regresé a donde estaba Will.

—Aquí tienes, no sé si es la mejor, pero pedí la mejor para ti. —Él miró la pelota, estaba sorprendido, no había logrado decirme nada.

— ¡Dios mío, Nita! ¡Es una profesional!, es muy costosa. ¿Cómo la compraste?

—Es mi regalo Williams, ahora dame un minuto y cuando te haga señas vas y pides el autógrafo, ¿de acuerdo?—Él asintió—Y quita esa cara, no es tan costosa.

Comencé a fingir que estaba teniendo un ataque de asma y estaba sola en el centro comercial. Noté que Will me miraba algo asombrado. La gente que estaba en la fila comenzó a moverse para ayudarme. Él captó mi señal y aprovechó el desorden corrió hasta el beisbolista y este le firmó la pelota. Cuando vi que estaba listo, les sonreí a todas las personas e hice una reverencia y salí corriendo de ahí.

Nos subimos al auto y durante el trayecto no parábamos de reír. Llegamos a casa en el momento oportuno y nos quedamos en el jardín.

— ¡Gracias! —expresó mirando la pelota—Te lo pagaré.

—Nada de eso, es mi regalo y ahora vale muchísimo, está firmada por una leyenda del béisbol.

— ¿Quieres aprender a lanzar y atrapar? —Preguntó mientras pasaba la pelota de una mano a otra, asentí— Pues separa un poco las piernas y lanza con la mano derecha firme, haciendo un semicírculo con la muñeca al lanzarla, ¿puedes hacerlo?

Aquella tarde él me enseñó a lanzar una pelota hasta que llegaron nuestros padres y tuvimos que esconderla. Era nuestro pequeño secreto.

Nunca supe en dónde él guardó la pelota, la busqué incesantemente luego del funeral, pero no la encontré. Nunca le dije el verdadero valor de la pelota, jamás le dije cuánto había reunido. El dinero lo estaba guardando para comprarme una guitarra, estaba en las clases de música y papá me había sugerido reunir. No regresé a las clases de música después de eso, le dije que no me gustaban. Mentí. Pero era mi hermano y estaba dispuesta a dar cualquier cosa por su felicidad, confié en comprarme la guitarra luego, pero nunca lo hice.




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