El secreto de su voz

Capitulo 32

32

 

Las cosas marchaban mejor día con día, tenía la información que deseaba, eso era lo que necesitaba hasta los momentos. Georgia, por otro lado, estuvo investigando a fondo lo sucedió con el expediente de Manuel, mientras que yo me encargaba de saber sobre la vida de Mathius.

Una semana después del encuentro con Georgia, Mat y yo decidimos ir a la casa de la hermana de Mathius, pensado seriamente en cuál sería la reacción de esa chica y si ella se acordaba de que tenía un hermano. Nos subimos al auto de Mat y él condujo hasta allí. Era un viaje de casi cinco horas, así que la mayor parte del tiempo escuchábamos música, nos contábamos alguna historia o hablábamos realmente de todo lo que podría suceder.

—A veces pienso que el final será lo más cruel de todo —comenté mirándolo y luego hacia la ventanilla—, pienso que todo colapsará y que cada persona en Belisa dejará de ser lo que es… y no sé si eso es bueno o malo dentro de un pueblo pequeño.

—Yo creo que todo será como debe ser —me respondió sin dejar de ver la carretera—. Piensa que todo esto es por una buena razón, que lo sacrificado valdrá la pena y es normal sentir miedo.

Mat tenía toda la razón, estaba sacrificando mucho, y únicamente tenía miedo de que al final no lograra más que corazones rotos y recuerdos dolorosos. Tenía miedo de que todo explotara como aquella casa donde murió mi hermano. Sin embargo, a la vez, eso quería, quería que todos sintieran mi dolor, pero estaba siendo injusta. Tal vez sencillamente quería demostrar que no todo era tan perfecto, que las apariencias engañaban. Meramente quería demostrar que había algo más allá de un simple saludo o una mirada fulminante.

Al tratar de saber sobre ellos, quería que a ellos se les ocurriera hacer lo mismo conmigo. Que no se quedaran exclusivamente con la parte de mi historia que todos inventaban, que también vieran lo bueno en mí. Aunque a veces me decía que era muy tonta al creer en alguno de ellos, de pensar tan siquiera que existía bondad en sus corazones.

No era mi historia la que quería contar, era precisamente la de ellos la que quería demostrar. Y no me daba cuenta que solo estaba caminando en un callejón oscuro en la madrugada de un día lluvioso.

Contemplé a Mat mientras conducía, visualicé su cabello peinado y su traje formal. Él sonrió al notar que lo observaba, quitó su mano derecha del volante y tomó mi mano sutilmente, la levantó y la besó de la manera más dulce de todas. No me di cuenta que estaba sonriendo como una tonta.

Él me hacía recordar lo que era sentirse querida, me hacía reír de las cosas más insólitas y pensar de una forma muy distinta. Por muy extraño que me parezca, no era otro sentimiento más que el amor.

Ciertamente a mi mente vinieron recuerdos de mi hermano tomándome de la mano, jugando con mi cabello. De mi padre acariciando mis mejillas para calmar mi llanto. Y por último sin quererlo me trasladé a Sebastián. En los juegos que hacía con mi cabello, cuando solía contar mis dedos una y otra vez solo para tener mi mano, los abrazos inesperados, los momentos de llanto que él solo lograba calmar, las cosquillas y los besitos que me daba alrededor de mi cara. Los detalles y los disfraces de superhéroe que usaba cuando le llamaba pasada la media noche porque estaba sola llorando en mi habitación, los cuales al verlo me hacían estallar en risas. Sin quererlo recordé aquel beso y noté que un escalofrío recorrió mi cuerpo y un sentimiento de nostalgia traspasó mi corazón, así que agaché la mirada, evitando completamente que la mía se encontrara con la de Mat y notara como mi semblante había cambiado.

Nos detuvimos para comer un poco en una cafetería de carretera. La cual estaba algo concurrida debido a la hora del mediodía. Él cerró el auto y juntos caminamos tomados de la mano hasta la cafetería. Nos sentamos en una mesa cerca de la ventanilla y pedimos un poco de café para comenzar. Ordenamos unas hamburguesas y papas, también unos refrescos. Mientras comíamos, le comenté lo bien que estaba todo en casa y la idea de aceptar que tenía un nuevo hermano, la cual había estado rondando por mi cabeza; sinceramente no sabía cómo tomar la noticia. No sabía si estaba preparada para mirar a ese chiquillo a los ojos y decirle, “Hola, soy tu hermana” o de tan siquiera escuchar decir en mi boca su nombre. Pero realmente estaba cansada de pelear con mi familia, de demostrarle mi enojo el cual honestamente había causado otra tristeza a mi madre y la melancolía de mi padre. Mat parecía comprender un poco, no entendía todo a la perfección pero me apoyaba y me hacía mirar la otra cara de la moneda, algo que Sebastián había tratado de hacerme ver por mucho tiempo.




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