El secreto de su voz

Capítulo 35

TERCERA PARTE

El juego de Natalie.

 

35

 

 

Habían pasado dos meses; no lograba conciliar el sueño. Nuevamente me encontraba despierta en mi habitación. Eran las dos de la madrugada y no sabía qué hacer. Otra vez tenía aquel sueño y me sentía muy irritada con todo lo que había ocasionado. Mi respiración estaba acelerada y mi intranquilidad se hacía notar. Caminaba de un lado a otro, escuchar música no funcionaba. No sabía qué estaba pasando.

‹‹Si este es el verdadero sueño, ya quiero despertar››.

Observé la hora por décima sexta vez y ya eran las tres menos cuarto de la madrugada. Mis padres estaban dormidos y trataba de no atormentarlos con mis ocurrencias de madrugada. Ya varias noches había despertado a mi madre, porque escuchó mi grito al despertarme de aquella pesadilla o por sentir que alguien me observaba. Una vez más en mis sueños, recordaba aquel momento, la sangre en mis manos, y la desesperación al tenerlo entre mis brazos muriendo.

Aquella madrugada no quise bajar por algo de comer, pues me hacía recordar los sucedido semanas atrás, rememoraba el rostro de un hombre por la ventana, el cual al principio había creído que era producto de mi imaginación o la falta de sueño, pero un día ese sujeto volvió a caminar por mi jardín y pude ver su rostro. Era el causante de todo mi dolor, era él quien me vigilaba por la ventana. Tiempo después lo inevitable sucedió. Sentí miedo y mucho pánico, así que dejé de bajar a la cocina o quedarme sola en casa.

Dos meses habían transcurrido, dos malditos meses llenos de tortura y dolor. Para ese momento no creí que nada podría ser peor. Solo mantenía la ilusión de verlo, Sebastián había dicho que estaba listo y quería que nos encontráramos, y a veces imaginar nuestro encuentro me hacía sentir mejor.

Me dirigí a la pared y miré el calendario, me sorprendí al ver la fecha, no estuve pendiente de esas últimas semanas, exclusivamente me interesaba en saber cuándo era de día y de noche; el calendario se situaba en el día dieciocho de abril, mi cumpleaños.

Me quedé plantada fijamente mirando el calendario y tocando el número de la fecha.

‹‹Esto no puede ser casualidad››.

Sebastián se había ido un mes antes de mi cumpleaños; para ese día recibí una extraña nota sin remitente.

Volveré el siguiente año.

Pero, realmente no estaba intranquila por ese dato, era otra situación, era aquella caja que permanecía en la mesita de noche al lado de mi cama.

La había recibido la semana anterior, luego de haber envía el sobre amarillo con la frase que él me pidió escribir. La caja llegó bajó el concepto: “El regreso del secuestrado que escapó” y debía abrirse exclusivamente ese día. Caminé hasta la pequeña caja y la tomé en mis manos. Me senté cerca de la ventana, para así mirar el amanecer, esperaba que fuera un lindo amanecer, al menos eso esperaba para mi cumpleaños, un lindo y pacifico amanecer. A la caja le quité un papel que tenía en la esquina derecha y lo giré.

Volví. ¡Feliz cumpleaños!

Había cuatro discos compactos unidos con una cinta color lila, la cual tenía una pequeña tarjeta que citaba:

La última reproducción.

Cada disco poseía un número, así que tomé el primero, acerqué mi Discman y lo introduje en él. Mis manos temblaban como nunca antes. Pero quería escucharlo, al menos ese día, posiblemente dirigiéndose a mí. Así que lo reproduje.

Dulce y clara como el agua, radiante tu sonrisa como la estrella más cercana a la tierra.

En medio de mi tormenta, fuiste el techo que me cubrió, en medio de mí desierto fuiste el agua que necesité, y en medio de la muerte fuiste mi razón para vivir.

¡Hola, Natalie!

Hola, mi dulce y adorada Nita. ¿Me escuchas bien? espero que sí, porque realmente no he olvidado la suavidad de tu voz, el sabor de tus labios y el aroma de tu cuerpo. No he olvidado lo fuerte que me abrazabas, el contacto con tus manos y la ligereza de tu cabello. No te he olvidado porque cada día te extraño, y te extraño con la necesidad más grande que alguien puede sentir...




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