El secreto de su voz

Capítulo 36

Observé todo el lugar, los pequeños muebles a un costado, el estante con los libros, las carpetas colocadas al centro de la mesa y unas cajas amontonadas en un rincón. Todo aquel lugar me traía un extraño sentimiento de familiaridad y nostalgia, era como si pudiera sentirle ahí presente.

Mi curiosidad no me llevó solo a observar desde el umbral, pasé y comencé a revisar todo, no me importaba si al finalizar el día Sebastián regresara a esa casa y me observara revisando sus cosas, por esa razón tal vez me había llevado hasta ahí. Para encontrarme con él.

Abrí las carpetas y había información  de los chicos en cada una de ellas. Fotos de ellos en la guarida, de la droga. En la carpeta de Tim estaban las fotos de las muchachas desnudas, y en una carpeta de color diferente estaba todo acerca de Lisa; pero, en esta carpeta había fotos del incendio, cerré la carpeta y seguí revisando.

En una de las cajas encontré la videograbadora de Sebastián, estaba algo empolvada, al parecer no la había usado recientemente, traté de ver si todavía mantenía la memoria y al notar que sí, apreté el botón de encendido y comencé a revisar lo que había almacenado. Los últimos videos eran los que ya había recibido. Pero los que sin duda me llamaron la atención fueron los primeros en la tarjeta de memoria, reproduje uno de ellos.

—Puedes sonreír a la cámara, Natalie Fleming. —Pidió Sebastián tratando de que viera hacia la cámara— ¡Vamos, mujer! solo es una sonrisa.

—No lo haré, estoy molesta contigo Señor Olvido-una-salida-con-mi-mejor-amiga.

— ¡Vaya! Me has puesto un nombre demasiado largo. —Colocó la cámara en la mesa del comedor. Recordé que había sido en mi casa aquel encuentro—Ahora vas a mirarme, y me sonreirás. —Me tomó de la cintura y me volteó hacia él.

— ¡No!— grité sonriendo, como pude me solté y salí corriendo.

 —Regresa aquí, Fleming, ya sé que estás sonriendo. —Corrió detrás de mí.

Sonreí ante ese video y noté que había muchos más, recordé que en alguna de nuestras salidas o momentos especiales él llevaba consigo la videocámara; estaban ahí nuestros videos en la playa, el karaoke en la cabaña, nuestra cena de navidad, en fin… él había capturado nuestros momentos, y en cada uno de ellos sonreí.

Estaba feliz, Sebastián me hacía muy feliz.

Al mirar hacia el estante de sus libros, sus favoritos se encontraban colocados en la primera parte del estante, lo que sí pude apreciar era que tenía colocado un libro en la repisa cerca de los muebles, me acerqué y era el poemario que le regalé hace un par de años. El marcalibros estaba situado en una de las últimas páginas, pero lo inicié por la portada.

 

Porque al fin encontramos una historia en común. Espero lo leas y sonrías al recordarme.  Con Amor, Nita.

 

Leí la nota que le había dejado en la parte principal  del libro, por lo visto había leído mucho, pues estaba un poco desgastado y algunas páginas estaban sueltas. Me fui hasta donde se encontraba el marcalibros y vi que había otra nota escrita, era la letra de Sebastián y no la mía, así que la leí:

 

“Espero que lo leas y sonrías al acordarte de mí…” Fue lo que escribiste.

 Lo he hecho, he sonreído y llorado al recordarte.

Este libro no es un simple libro, los poemas aquí plasmados son tan sublimes y especiales como la mujer que me lo regaló. Recuerda siempre lo maravillosa que eres.

¡Te amo!

-Sebastián Harrison.

 

Cerré el libro y lo sostuve en mis manos, me senté en uno de los muebles con vista a la ventana, para así tener una visión de él para cuando llegara y saqué el Discman.

Creo saber dónde estás ahora, creo saber todo de ti y me duele darme cuenta que no es cierto… Me duele tanto, Nita, que no logro calmarme ahora, no logro conciliar el sueño y esto me desespera, ya no puedo hacer nada, he tomado mi decisión y por más que la cambie ahora, es tarde… ya es demasiado tarde.




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