El Secreto de tu Magia

Prólogo

VIOLA OAKLEY

 

—Si sigues con este trabajo de mierda, vas a terminar muerta. ¡No voy a seguir fomentando esto!

—Lo sé, papá. Lo siento —susurré—. ¿Me estás esperando?

—Date prisa.

Colgué la llamada con el corazón en la garganta; sabía que tenía que dejar esa vida porque siempre terminaba en estos tremendos líos.

Mi preocupación principal en ese momento era salir del Holmes Theatre, hogar del espectáculo del mago Harry Teller, un ilusionista de cuarta con el ego por las nubes, creador de un truco llamado «La chica prensada». Ese ilusionismo del que tanto presumía había causado sensación en la red, hasta el punto de que circulaban miles de teorías, y magos por todo el mundo intentaban imitarlo. Ahí es donde yo entraba para descifrar y vender el acto al mejor postor.

Lo divertido del asunto era que solo tuve que escabullirme en medio del espectáculo y ver el artilugio desde otro ángulo para comprender de qué se trataba. Como siempre, realicé un boceto del mecanismo en mi pequeño cuaderno de notas, que escondí dentro del sujetador.

Pensando que había encontrado la gallina de los huevos de oro, salí a toda prisa, pero Teller, en su paranoia, tenía personal de seguridad alrededor de todo el teatro. Salir de la sala no fue tan fácil como esperaba, pues los gorilas me siguieron nada más verme.

Y allí me encontraba: jadeante, cansada y con las manos temblorosas por el terror que sentía ante la expectativa de ser encontrada. Oculta tras una pared, estuve escuchando los comentarios despectivos de los tontos guardias regordetes que me buscaban.

—¿Qué ocurre con esa chica?

—Ahora esa zorra va, le vende el truco a otro y gana una buena pasta. Así que, si no la encontramos, estamos fritos.

La seguridad, enfrascados en su conversación, pasaron de largo, dándome la vía libre para poder buscar una salida.

Tuve que avanzar con paso lento, aunque me carcomían los deseos de salir corriendo de allí, pero no podía dejar que me oyeran. Maldije una y mil veces los tacones que llevaba, así que intenté caminar despacio, hasta que pude dar con la puerta principal. Que, por suerte, estaba vacía.

«Son tontos», pensé.

Al verme con vía libre, traté de huir. Cuando creía haberme librado, el móvil me traicionó al emitir un leve pitido, provocando que los dos gigantones me escucharan y corrieran detrás de mí.

—¡Detente!

Tenía la ventaja de mi juventud, así que fue fácil huir de ellos. No fue hasta que traspasé la puerta que sentí que alguien me agarraba del pelo tan fuerte que pensé que lo perdería.

—¡Alto ahí, muchacha! —exclamó una mujer tan robusta como los demás guardias.

No perdí el tiempo: busqué bajo mi traje una pequeña lata de gas pimienta que llevaba pegada a mi muslo y no dudé en usarla sobre aquella bestia. Así fue como pude huir de su agarre y, aunque perdí algunos mechones, corrí como una centella hasta llegar al coche encendido.

—¡No vuelvo a dejar que te juegues la vida! —exclamó papá, con los ojos aguados, apretando el acelerador para alejarnos de aquel lugar cuanto antes.

—Lo más que iban a hacerme era quitarme la libreta, nada más, tranquilo.

—¡Viola, mírate! ¡No puedes seguir con esto! Hoy has tenido suerte, pero ¿qué va a pasar el día que te encuentres con algún loco? —Continuó amonestándome como el típico padre preocupado.  Mientras tanto, haciendo oídos sordos, comprobé la bandeja de entrada de mi móvil. Entre insultos y amenazas, había un mensaje de un viejo amigo.

«Te tengo el trabajo de tu vida. Krane Utherwulf. Dicen que es el mejor mago del mundo, hasta el punto de que piensan que tiene poderes. ¿Te atreves?»



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En el texto hay: humor, misterios, magia

Editado: 17.03.2020

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