El Secreto de tu Magia

Capítulo I - El Ilusionista

VIOLA OAKLEY

Bastó con mirarlo a los ojos para saber que ocultaba algo: quizás secretos, tristeza o algún otro vacío inexplicable. Aunque deseaba poder descifrar los pensamientos de aquel hombre, mi deber allí era muy diferente. No podía concentrarme en él, sino en su magia.

Mientras le observaba, a mi lado se encontraba mi padre respirando impaciente, esperando una respuesta. Yo, sin embargo, miraba el espectáculo mientras pensaba en las palabras correctas para no quedar en ridículo ante él.

—¿Entiendes algo? —preguntó, y su voz se confundió en medio de aplausos. Escucharlo era casi imposible.

—No, no sé cómo lo hace —respondí, inclinándome un poco para hacerme oír, pero sin quitar la vista de la tarima, donde el supuesto mejor ilusionista del mundo ofrecía su espectáculo.

Me mordí la lengua y me atreví a pensar que era el atractivo del hombre de la plataforma lo que me desconcertaba. Su melena negra, bajo su sombrero de copa, parecía danzar con cada uno de sus movimientos. Vestía con un frac negro y una capa con el forro carmesí; el típico atuendo de mago de otros tiempos.

El mero hecho de verlo allí arriba hacía que todos los del público nos quedáramos sin aliento. Sí, era un tipo atractivo, pero eso no parecía importar en cuanto veíamos las cosas que era capaz de hacer ante nuestros ojos.

Todos permanecimos expectantes, preguntándonos cuál sería su próximo movimiento. El mago sacó un pañuelo rojo de su mano y detrás uno de color verde. Los movió con gracia hasta que adoptaron la forma de una rosa. La flor me pareció real y demasiado frágil para un rápido movimiento de manos.

Trataba de captarlo todo con la vista, pero no tenía constancia de nada. Estaba segura de que había una razón lógica para todas esas cosas que él hacía con tanta calma. Pero esa misma fluidez era la que me dificultaba poder descifrarlo.

—Nadie ha conseguido descifrar sus trucos. Algunos se atreven a insinuar que la magia de Krane es real —dijo mi padre acercándose a mi oído.

—Eso son tonterías, solo es rápido —respondí insegura. En ese instante, sus movimientos eran de todo menos eso. Parecía hacerle el amor a cada uno de los elementos que utilizaba para sus trucos—. Siempre hay una explicación para todo y él es un hombre cualquiera —continué.

Krane arrojó la rosa al aire y, justo cuando estaba a punto de caer delante él, hizo un movimiento brusco, juntó las manos para atraparla en un aplauso y la planta desapareció. Una mujer lanzó un grito entre el público y se puso de pie, estirando el brazo para mostrarle a los demás que la rosa había caído sobre su regazo. La humilde sala se vio invadida con aplausos y murmullos.

—No cabe duda, es una ayudante. Esa muchacha tuvo la rosa todo el tiempo; sin embargo, no vi cuando el mago hizo desaparecer la original. Supongo que debe haber algún mecanismo escondido en su abrigo, que usó para tirar de la planta a una velocidad tal que fue imperceptible para la vista —dije, segundos antes de que mi corazón comenzara a palpitar con fuerza.

Los brillantes ojos azules de Krane Utherwulf se dirigieron hacia nosotros. En ese momento pensé en la posibilidad de que las tonterías que mi padre decía fueran ciertas. Me mantuve de brazos cruzados y lo miré fijamente.

No me intimidada; no era la primera vez que me encontraba con un buen maestro del engaño. Tampoco era la primera vez que me pagaban por descifrar los secretos de alguien que de verdad resultaba ser un reto.

Él parecía burlarse, ya que me brindó una sonrisa. Y aunque yo sentía que la sangre se helaba en mis venas, hice todo lo posible para que él no lo notara.

—Viola… —susurró mi padre, dándome un golpe con el codo. Lo ignoré; mis ojos parecían estar clavados a los del mago. Por un instante, nos rodeó un aura silenciosa en la expectativa de qué sería lo próximo que sucedería. Ese momento fue interrumpido por el sonido de su capa al chocar con el suelo, seguido por algunas piezas de su indumentaria. Así les exhibió a todos su torso desnudo, vestido solo con un pantalón oscuro ajustado.

No sabía cómo, pero parecía que me había escuchado y esa era su manera de hacerme saber que yo estaba equivocada.

Reí para mis adentros y pensé que quizás me estaba dando mucho protagonismo mientras él continuaba como si nada con su trabajo.

Pero, de la nada, una rosa apareció una vez más en sus manos y la arrojó hacia arriba. La misma desapareció en el momento en que las manos del mago se juntaron en otro aplauso. Se me aceleró el corazón cuando me di cuenta de que aquella rosa había caído en el regazo de una chica sentada a mi izquierda. La joven dejó escapar un alarido de sorpresa, seguido del aplauso del público.



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En el texto hay: humor, misterios, magia

Editado: 17.03.2020

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