El secreto de tu sonrisa

4. Inesperado

“Siempre he creído en el destino,

en la buena suerte y en el karma,

pero tú volviste a abrirme las puertas de la felicidad.

Pude sentirla y creer en ella.

Y en ti.”

 

—¿Has estado pensando la excusa toda la noche? Anda, Kyle, es domingo, no me fastidies. El restaurante está abierto, por la tarde hay mucha gente... ¿Me estás diciendo que vas a dar un paseo para hacer el trabajo? ¿Te crees que soy tonto?

—No me hagas responderte.

No me levanté temprano ese día, no soportaría que Steve me volviera a molestar como el día anterior con su interrogatorio. Además, Roxanne no trabajaba los domingos. Por eso, era el día que terminaba de hacer mis tareas y quería acabar —o empezar— mi trabajo para tener todo el curso libre y con la mente tranquila de saber que tenía algo menos que hacer.

Pero algo me decía que ese trabajo del demonio no iba a dejarme.

Creo que decidí mala ciudad. Teníamos que hacer una descripción detallada de una ciudad grande, describir los lugares más importantes, eventos que ocurrían en fechas especiales... Y yo elegí la ciudad en la que vivía en ese momento y de la que no tenía ni idea de nada. Había mirado cosas por Internet pero prefería verlo con mis propios ojos para no bajar de mi sobresaliente en la materia.

Y eso se me hacía difícil ya que no tenía ni idea de cómo se iba ni a la plaza.

—Mira, Steve, tengo que hacer el trabajo para no preocuparme más en todo el curso. Y no, no voy a ir al restaurante porque hoy ella tiene el día libre.

—Estás hecho un acosador profesional.

—Persigue lo que quieres o déjalo ir —cogí el móvil y las llaves para meterlas en el bolsillo y le miré—. Y yo prefiero la primera opción. Además, si fuera acosador profesional ya tendría su número, su dirección y tendría apuntado en todos los sitios en donde está a cada segundo.

—Bueno, lo último...

—Yo no tengo apuntado nada —reí—. Solo sé su horario en el restaurante porque voy mucho y he acabado memorizándolo. Aprovecho los domingos para hacer las cosas. ¿Ya puedo irme o quieres seguir hablando de alguna otra bobada? Tengo un trabajo pendiente.

—Vale, vale... No te molesto más.

—Gracias —cogí una pequeña libreta que metí en el bolsillo de la chaqueta y le miré mientras seguía con la cara de "sé que vas a ver a la chica del restaurante y no me vas a hacer cambiar de opinión"—. Pásalo bien con tu chica.

—No es mi chica... —negó pero se lo pensó—. Todavía.

—Lo que sea. Hasta luego.

Abrí la puerta, le despedí con la mano y me fui. Bajé las escaleras del piso, ya que no había un maldito ascensor, y respiré el aire fresco cuando llegué a la calle. Tenía mapas de la ciudad y me sabía varias direcciones para no perderme pero era imposible. Iba a perderme seguro y yo lo sabía. Aún así, salí tranquilo y con el mapa digital del móvil en la mano.

Las calles estaban repletas de gente. Los pasos de cebra eran imposibles, se amontonaba tanta gente que creías que no ibas a salir vivo cuando todos cruzaban. De todas maneras y con mucho esfuerzo de mi parte, llegué a la plaza. Se notaba lo cerca que estaba el día de la mujer, en todo el camino ya había visto varios carteles pero lo que vi en ese lugar me sorprendió aún más.

Roxanne.

Estaba hablando con un hombre mucho más mayor que ella, señalando el centro de la plaza. Solo unos segundos después, se despidió de ella con un apretón de manos y se fue. Seguía sonriendo de la misma forma en la que siempre me hipnotizaba y me seguía encantando cómo lo hacía sin importar la hora, el lugar... Solo su sonrisa… Y el secreto que escondía.

En ese momento, se me había olvidado por completo el trabajo. Nunca me había encontrado con ella, claramente, no salía mucho de casa porque sabía que estaría perdido en cuanto saliera de mi apartamento. Y ese día, al arriesgarme, encontré lo que no buscaba ni me esperaba.

—¡Kyle! —gritaba una voz conocida detrás de mí, haciendo que Roxanne también se girara en mi dirección—. ¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? ¡Soy Lilly, la de ayer! —chillaba mientras corría hasta llegar a abrazarme.

—Claro que me acuerdo de ti, Lilly. ¿Cómo estás?

—¡Bien! —miró detrás de mí y corrió de nuevo—. ¡Roxy!

—Hola, linda. Siempre te encuentro por aquí, ¿ya no vas al parque?

—¡Sí! Iba ahora pero mamá se ha quedado hablando con una señora mayor que no conozco y he venido con vosotros. ¿También ibais al parque? Podéis venir conmigo, a mamá no le importará. ¡Vamos! Podemos jugar los tres. ¡Kyle! ¡Ven!




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