Capítulo IV
Llegamos a casa de mis padres, ellos al verme me abrazan fuertemente.
–Edward tenemos que hablar– dice Jeremy en cuanto mi padre se separa de mi– Emma ya sabes que hacer.
Jeremy y mi padre se encierran en el despacho de este último, entre tanto mi mamá me jala hacia mi cuarto, ella nerviosa saca una maleta de mi armario para después sacar ropa.
– ¿Qué haces? – pregunto recelosa.
–Te tienes que ir, cariño.
– ¿A dónde?
–A Cuxem.
– ¿Qué? ¿Dónde es eso?
–Todas las preguntas que tengas te las resolverá Jeremy– dijo nerviosa mientras empacaba– Ayúdame, así terminamos más rápido.
No me quedo de otra más que hacerle caso, mientras ella empaca mi ropa, yo me encargo de mi maquillaje y mis artículos de higiene personal.
Después de media hora llega a mi cuarto Jeremy, mi padre se queda en el pasillo con la cabeza baja.
– ¿todo listo? – pregunta el rubio. –quiero llegar antes de que anochezca.
–todo listo Jeremy.
No estoy entendiendo nada, salimos de la casa, Jeremy saca mi maleta y otro bolso. Entre tanto mi padre se acerca a mí, me abraza fuertemente y me dice que me quiere y que me cuide.
–Mamá…– digo tratando de no llorar para después abrazarla– no entiendo ¿ustedes no vienen?
–Cariño, todo está a punto de cambiar– dice con tristeza– No te separes de Jeremy y confía en él, nosotros estaremos bien no te preocupes.
Les doy un último abrazo y me subo a la camioneta.
–espero que alcancemos el portal de las cinco.
–Es como si me estuvieras hablando en chino. – Dije enojada por tanto misterio– más vale que empieces a explicarme que carajos sucede.
–No soy quien para explicarte– dije con vacilación – pero llegando a Cuxem encontraras lo que tanto has buscado.
Seguido de eso nadie habla, y en algún determinado momento me quedo dormida, pero el placer de estar en el mundo de los sueños no dura demasiado porque Jeremy frena de repente.
Qué bueno que tengo la costumbre de usar el cinturón de seguridad.
–quédate adentro. –Jeremy no sé de dónde pero saca una estaca de madera y muy confiado sale para enfrentar lo que nos haya golpeado. –por favor hazme caso, no salgas.
Soy mala para seguir órdenes.
Pasados los minutos salgo de la camioneta, recorro la zona donde nos detuvimos, es un área llena de árboles y como el sol ya cayó no alcanzo a ver nada, pero claro él si me ve, corre hacia mí y me agarra fuertemente del cabello.
–Hola, lindura. – Dice un hombre con los mismos rasgos de los paliduchos de la mañana– escuche lo que tu amiguito les hizo a mis hombres.
– ¿Quién eres?
–Eso pronto lo sabrás– dijo jalándome fuertemente de mi cabello– pero mándale mis saludos a tu mate.
– ¿de qué habla…?
No me deja terminar cuando todo se vuelve negro.
Jeremy caminaba rápidamente hacia la camioneta, a lo lejos se podía divisar el cuerpo de Aurora, el rubio la levanta con cuidado y la deposita dentro del vehículo.
–Richard me va a matar– es lo que dice el hombre antes de subirse y arrancar.
Tenía que llegar rápido o el portal se cerraría de nuevo y Jeremy ya estaba cansado del mundo humano.
Jeremy divisa el cuerpo de su acompañante por el retrovisor, su cabello pelirrojo estaba extendido por todo el asiento, seguramente cuando llegaran tendría las piernas adoloridas por la posición pero su altura no ayudaba.
Aun recordaba cuando aquella chiquilla contaba con cinco años y como corría junto con su Alpha por todo el jardín del castillo, recordaba cuando la empezó a cuidar y como poco a poco aquella chiquilla creció y se convirtió en una mujer y así como ella creció, un sentimiento dentro de él también lo hizo.
Pasaron el portal, este los llevo a las afueras del castillo del Alpha, dejo la camioneta en el bosque y pues comenzaba la parte difícil: Cargar a la chica, y explicar porque la luna de la manada venia inconsciente y con varias marcas.
Richard me matará para después resucitarme y matarme otra vez.
Era tarde por la noche, Richard se encontraba en su habitación con un nudo en la garganta, algo había pasado pero no sabía el que, pero de una cosa estaba seguro… algo le había pasado a su Luna.
El pelinegro se asusta a causa de los fuertes golpes de su puerta, él de inmediato abre y se encuentra con Mary, la ama de llaves, le avisa que habían llegado dos forasteros. Richard ya sabía de antemano quien era, podía percibir el olor de su querida mate y el de su beta a gran distancia.
–Llama a Louisa y a Fred– dijo Richard para después ir a recibir a sus nuevos residentes. – y llama al médico.