Capítulo VI
Jeremy me llevo a la cocina, porque tristemente el orgullo no te da de comer, solo espero que haya quedado algo del desayuno o tendré que cocinar yo, y no es una tarea que se me dé mal, pero la verdad no es de mis favoritas.
– ¿me dirás que hiciste en el desayuno o tendré que esperar a que Richard se queje conmigo de tu comportamiento?
–Solo diré que el antiguo Alfa es un machista de lo peor– comenté con firmeza mientras pasábamos el comedor, después pasamos por un pasillo y llegamos a la cocina.
–Es un lobo viejo ¿Qué esperabas?
–hay de viejos a viejos.
La cocina era enorme y en el centro había una larga mesa donde se encontraban comiendo los del servicio, así que usando la mejor versión de mi sonrisa dije–Hola, buenos días.
En cuanto los comensales me vieron, de inmediato se pararon y me respondieron… me siento como la reina de Inglaterra.
–Oh no se molesten– dije al ver tal acción– sentimos la interrupción pero quería saber si había sobrado algo de comida.
– ¿Acaso la Luna quiere las sobras? – escuche un murmullo. – dicen que se peleó con el anterior alfa.
– ¡basta Erika! –Jeremy llama la atención de la chica que estaba murmurando– no es momento de chismes.
–No se preocupe Luna ahorita le preparo algo rápido. – dijo, supongo, la cocinera. – ¿Qué se le antoja?
–uhmm, puede darme solo un poco de lo que están comiendo. –Digo con pena– o dígame donde están las cosas y yo me preparo algo rápido.
– ¡eso nunca! ¡Usted no puede hacer mi trabajo!
Al final no pude convencerla de que dejara cocinar y cabe destacar que Jeremy solo estaba en una esquina admirando lo que pasaba. La señora Dalton me dio un omelette, una taza de café y fruta picada.
–Muchas gracias señora Dalton– dije a punto de irme de la cocina y después de dirigí a la gente del servicio– Y disculpen las molestias.
–no es molestia mi Luna.
La señora Dalton es un amor, me recuerda a la señora de la cafetería de mi escuela que siempre me guardaba un hot cake, porque siempre llegaba tarde al almuerzo.
–Al parecer ya te ganaste a los del servicio– murmuro Jeremy con una pequeña sonrisa–Sigue así y pronto tendrás a todos comiendo de tu mano.
–como si tuviera tanta suerte. – dijo un chico que venía hacia nosotros– por lo que veo ya te ganaste a la plebe.
El chico era alto, más que Jeremy, cabello castaño claro, ojos azules y tenía una sonrisa demasiado burlona, creo que hasta llegaba a ser una sonrisa cruel, me daba mala espina y más por cómo me miraba.
–Liam pensaba que ya te habías ido al consejo. –Saludo Jeremy.
–Se canceló la reunión a última hora. – Dijo con un fingido pesar– Aunque eso no debería importarte, solo eres un simple beta, que anda de lame botas con la ramera de mi primo.
¿Se supone que la ramera soy yo? Todavía ni me conocen y ya me juzgan
–No le vuelvas a decir así– Jeremy se acerca amenazante hacia Derek, este solo ríe. –Vámonos.
Dejamos a Derek y nos dirigimos a una terraza, había una mesa para cuatro personas y tenía una vista de lo más hermosa, los tulipanes y las rosas se alzaban a lo lejos y solo podía verlas embelesada. Dejo mi comida en sobre la mesa y me siento para calamar al monstruo que tengo por estómago.
–Tengo que irme. – Anuncia Jeremy desde el marco de la puerta–He estado fuera trece años y los deberes se acumulan.
–te veo después–digo para después comenzar a comer.
Una vez que termino mi desayuno tardío, me quedo en la terraza admirando el paisaje, pensé que la mejor vista hacia el enorme jardín era el ventanal del despacho de Richard pero aquí se siente una paz que en serio este será mi sitio favorito a partir de ahora.
Percibo un olor peculiar, algo fresco que no identifico con facilidad, mi piel se pone de gallina y el tenedor que sostengo con mi mano comienza a temblar y sin saber cómo, sé que Richard está aquí.
¿Esto es parte de ser mates?
–Este era tu lugar favorito– menciono cuando lo volteo a ver– además de mi despacho.
Su semblante es serio, sus nudillos están blancos de tanto apretarlos y parece que en cualquier momento me va a gritar pero creo que trata de controlarse. Richard se siente frente a mí, agarra mi taza de café y le da un sorbo.
–Me desafiaste. –dijo con simpleza. – ¿Por qué?
–Técnicamente desafié a tu padre– respondí tratando de esconder mi nerviosismo–Insolente, llorona y vulgar no son adjetivos que me cautiven mucho, además de que se supone que soy tu mate, tu igual, al menos eso era lo que mencionaban las historias que me decían mis padres.
– ¡basta! –grito y golpeo la mesa con fuerza– tal vez esos adjetivos si te describen.
–Pues si te dijera los tuyos no estarías muy contento– protesto como si el golpe en la mesa no me pusiera aún más nerviosa–y si vas a estar con esa actitud te sugiero que pases más tarde a mi habitación y decirnos con más ganas nuestras verdades.