Capítulo VIII
Recuerdos.
Henry y yo nos encontrábamos en mi habitación, estábamos acostados en mi cama y Henry me peinaba mi cabello rojo, sus ojos estaban cristalizados y sé que estaba evitando llorar, así como yo lo estaba haciendo.
–Henry yo no me quiero ir– me incorporaba para poder observarlo mejor– ¿he hecho algo mal? ¿Richard ya no me quiere?
–Nada de eso rojita– Henry no sabía cómo explicarme que estaba pasando– es por tu seguridad, te aseguro que cuando menos lo esperes iremos por ti.
–pero me habías dicho que llegamos a este castillo por mi seguridad.
–por ahora no es seguro para ti estar aquí.
–No quiero dejar a Lobito solo– suelto otro sollozo– ¿Qué tal si olvida que yo soy su mate?
–Eso no se puede olvidar, Aurora– me responde como si le hubiera contado un chiste–Sera mejor que vayamos a cenar o sino tu lobito pensara que te secuestre.
Ambos bajamos al enorme comedor, me siento al lado de mis padres y al derecho de Richard. Esa noche habían hecho mi comida favorita camarones empanizados con coco, toda la familia estaba reunida pero todos se mostraban nostálgicos.
Cuando hubo finalizado la cena, Richard, Jeremy, Robert, Catherine y mis padres fueron a la sala, me dirijo a una pequeña puerta al lado de la sala, y ahí estaba una rendija para espiar a las personas que estuvieran ahí, aunque tal vez no fue la mejor decisión.
–Es lo único que podemos hacer– dice Richard a los demás
–No puedes hacer eso– protesta Fred tratando de controlarse– es mi hija y no le borraras los recuerdos.
–Pero ella es mi Luna y mi mate– responde Richard ya enojado– Y lo hare por su seguridad.
–Hijo– Dice Catherine para después acercarse a Richard y le pone una mano en su pecho– tal vez nunca los recupere.
–es un riesgo que estoy dispuesto a tomar.
–Es muy mala idea, hijo– repone Robert – Sugiero que mejor la mandes al internado, puede estar de incognito, nadie la conocería.
–Es una buena idea– dice esperanzada Louisa.
–Se ira al mundo humano y Rowina le borrara los recuerdos– Richard dice lo último con severidad al ver que todos están en contra de su idea– ¡es mi última palabra y no se hablara más del tema!
Desde la rendija veo como Louisa y Fred salen decepcionados.
–espero que no te arrepientas. – comenta Robert y sale de la sala.
–Es solo una niña–dice Richard– se acostumbrará, aprovecho que madura y no está merodeando por los jardines y haciendo berrinches.
Salgo corriendo a mi habitación y termino llorando sobre mi almohada.
– ¡Aurora despierta!– abro mis ojos abruptamente por la voz desesperada de Richard. – por la Luna, me tenías ansioso ¿estás bien?
–Creo que si ¿Por qué? – Pregunto confundida por su preocupación– fue solo un sueño.
–Yo seguía dormido cuando tus sollozos me despertaron.
Me incorporo poco a poco e inevitablemente quedamos muy cerca, nuestras miradas chocan y si me acercaba un poco más nuestros labios se encontrarían, y como no soy una mujer que le gusta quedarse con la ganas, le paso mi mano por su brazo y después lo dirijo a su cuello, por su parte él me toma de mi cintura…
– ¡Aurora! ¡Ya sé cómo puedes recordar! – Jeremy entra abruptamente a la habitación encontrándonos a mí y al alfa en una situación un tanto comprometedora.
De repente mi vergüenza hace acto de presencia y me escondo entre las sabanas, porque Richard esta en bóxer y yo no traigo sostén.
– ¿de esa forma entras a la habitación de tu Luna? – Exclama Richard enojado– ¡sal de aquí, Jeremy u olvidaré que eres mi amigo y mi beta!
Demonios
Salgo de mi escondite y lo miro avergonzada tanto como por el casi beso como por la interrupción de Jeremy.
–pensé que podría seguir ignorado toda esta “confianza” tuya y de Jeremy– Richard se levanta de la cama y comienza a vestirse– pero al parecer tengo que hablar con ambos.
–No sabía que te molestaba– dije haciéndome la inocente– es mi amigo.
–él no se comporta como un amigo. – Dice a punto de salir del cuarto– Sera mejor que te vistas o no habrá salida.
– ¿me estas chantajeando?
–Estamos negociando, demonio.
Sale con una sonrisa y yo me meto a bañar, tratando de no demorar porque se ve que la paciencia no es su gran virtud.
Me visto con un jean, una blusa tipo polo rosa, zapatos bajitos por si tenemos que caminar, uno nunca sabe, dejo que mi cabello con mis ondas naturales y me pongo mi labial rojo.
Nunca debe de faltar.
– ¿sabes dónde está el Alfa? –pregunto a un chico del servicio.