El secreto del Alfa

Capítulo XV: Objetos

– ¡eres un cabron de mierda! – Le grite a Richard desde el baño– ¡Te dije que sin mordidas!

Atreves del espejo veo dos letras como si fuera una tatuaje R.R se encontraban en la unión de mi cuello y mi hombro, alrededor de las letras estaba morado y un poco hinchado.

Me pare en el marco de la puerta del baño y lo veo estirándose en la cama, sin ningún remordimiento.

–No pude evitarlo–dijo el sin vergüenza sonriendo mientras se paraba de la cama. –Acercarte quiero verla.

Me acerco a él a regañadientes, Richard quita mi cabello de la zona y la ve con detenimiento, veo como se le forma una sonrisa orgullosa.

– ¿estas contento? – le pregunte con sarcasmo.

–Mucho, la verdad. –Deja un beso sobre la marca y yo me estremezco– Buenos días, mi Luna.

–Eran buenos hasta que vi la dichosa marca– conteste ya con fingido enojo, me aleje de él y fui al armario, me puse un vestido blanco demasiado sencillo, ya debo respetar las costumbres dentro de la corte.

–Después del desayuno iremos a correr– dijo a mis espaldas.

– ¿iremos? – Volteo a verlo con incredulidad– Los deportes nunca han sido lo mío ¿sabes?

–Antes no te habías manifestado, solo lo has hecho una vez y tienes que saber defenderte además de que te acostumbras.

– ¿no tienes cosas que hacer? – la primera vez de mi transformación no me pude controlar y no tengo recuerdos muy lindos.

–Te he tenido muy descuidada, mi Luna y estirar las patas nos vendrá bien a los dos.

 

Richard y yo íbamos saliendo del comedor cuando Henry nos detiene o más bien me detiene a mí. Mi hermano cargaba la dichosa mochila y se veía a leguas que estaba nervioso, no sé porque se le ocurrió la brillante idea de entregármela ahora con Richard a mi lado.

La verdad es que Richard no hizo preguntas y antes de que las hiciera la lleve a la habitación y la puse dentro de una maleta, esperaba que nadie la encontrara, porque no se el contenido y no me quería arriesgar.

– ¿estas lista? – me pregunto Richard cuando llegue a su lado, nos dirigíamos a las afueras del castillo.

–Pues no mucho, pero ya estoy aquí.

–No dudes, Aurora– dijo con seriedad poniéndome frente a él– Nunca dudes de tus capacidades ni de quien eres.

Mi mate se alejó y comenzó a quitarse la ropa, quise mirar hacia otro lado pero ya había visto como llego al mundo anoche así que no valía la pena, la ropa la dejo en un rincón y cuando menos acorde se convirtió en un lobo negro de ojos verdes, era enorme y daba algo de miedo.

Es tu turno

Escuche como decía la voz de mi mate en mi cabeza, que miedo.

– ¿Cómo es que…

Tu turno, ahora.

–que mandón eres.

Me quito mi ropa y la coloco junto a la de Richard, ahora venía lo difícil: Transformarme.

Siento como mis huesos van crujiendo uno a uno, mis uñas crecen y me empieza a salir pelo hasta donde no debería y ya está… De cuatro patas.

Mi mate y yo comenzamos a correr por todo el bosque y mientras esto ocurría podía identificar cada sonido de la naturaleza, podía escuchar y observar todo como nunca antes, era simplemente maravilloso.

 

Cuando llegamos al castillo lo primero que hago es buscar a Sara, tenía un pequeño asunto que resolver con la pasada noche, porque por más que Richard y medio Cuxem quiera no habrá heredero… al menos no por el momento.

Toco la puerta y cuando me da permiso cruzo y me encuentro con la imagen de Sara viendo hacia afuera con añoranza, que extraño nunca la había visto de esa forma.

– ¿Qué sucede, Aurora?

–Veras…

Le comienzo a relatar a grandes rasgos lo que paso anoche, me sentía demasiado apenada pero eso me pasa por andar de calenturienta.

–Así que… ¿quieres una pastilla? –Sara se mostraba confundida por pedirle algún remedio.

–Ya sabes, ¿aquí no hay nada de pastilla del día después o algo así?

–Normalmente los licántropos no usamos ese tipo de métodos– responde Sara– Tal vez mi mamá tenga algo, iré a ver.

Ahora mi suegra sabrá que no quiero hijos.




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