– ¡retrocedan! – Fue lo poco que se escuchaba entre los augurios de dolor de los guerreros licántropos– ¡es plata líquida! ¡Retirada!
Los primeros contingentes hicieron caso de la retirada. Richard soltó un aullido de furia al ver morir a sus mejores guerreros y aunque no fueran los mejores, nadie merecía morir de esa manera.
Richard estaba decidido, daría la señal de retirada, no podía perder a todos sus hombres, aunque no tuvo mucho tiempo de enviar el mensaje porque pronto vio a una mujer en uno de los balcones del castillo, la mujer vestía un vestido lleno de brillos; Richard supo quién era gracias al cabello que volaba sin control… era Aurora su Luna quien en ese momento extendía sus brazos para lanzar el campo de fuerza sobre su ejército.
Hubo un silencio en el campo de batalla al ver que tanto las llamas como la plata liquida se quedaba estancada en el aire y todo gracias a la Luna de Cuxem y fue ahí donde todo se desato.
Los licántropos comenzaron a atacar a diestra y siniestra a los vampiros, las hadas y brujas lanzaban sus hechizos contra sus enemigos y que decir de los demonios uno de ellos extendió una oscura neblina que solo afectaba a los vampiros.
El escenario se mostraba positivo hacia Vladimir, los vampiros que eras sus aliados atacaron al enemigo por dentro del castillo mientras que sus aliados atacaban por enfrente. Los tenían rodeados, aunque faltaba el más fuerte.
Aurora
–Será mejor que tengas esto– me dijo Joseph acercándome una espada que había sacado de una de las armaduras que estaban en la esquina de uno de los pasillos– si continuas como hasta ahora agotaras toda tu energía.
Había matado a otros cinco vampiros e hipnotizado a algunos otros, pero el que me preocupaba mas era Derian. Sabía que llegaría la hora en que tuviéramos que atacarlo y me refiero no solo a mí, sino también a Richard y a Vladimir, si uníamos nuestras fuerzas, podríamos matarlo.
–Ni siquiera la se usar– dije riéndome tomando la espada, la cual era más pesada de lo que pensaba.
–solo tienes que encajarla sobre tu enemigo. – dijo el demonio con simpleza.
–dime algo que no sepa, cariño.
– ¡nos tienen rodeados! ¡Retirada! – grito un vampiro corriendo junto con otros cinco, venían directamente hacia nosotros.
–Muy bien rojita, olvida la espalda– dijo Joseph con seriedad, levanto ambas manos y de ahí comenzaron a salir círculos grises– yo me encargo de los tres de la derecha, encárgate de los de la izquierda.
–De acuerdo, espera– lo trate de detener pero fue tarde– ¿¡cuál es la izquierda!?
– ¡solo ataca niña!
Analice mi entorno, dos estatuas a los extremos del pasillo, posicione mis manos en dirección de las estatuas y las moví hacia ambos vampiros.
– ¡te estas tardando! ¡No pienses, actúa! – grito el demonio usando sus habilidades.
Decidí hacerle caso, moví mi mano hacia la derecha, la estatua callo sobre el cuerpo del vampiro, dejándolo inmovilizado, quedaban dos, el otro le lance una bola de fuego, su cuerpo se incinero y al otro no lo pensé demasiado corrí hacia él y me subí en sus hombros, puse mis manos en su cuello y aplique toda la fuerza que tenía en ese momento, lo último que escuche fue ruido de su cuello romperse.
–Tardaste demasiado–escuche la voz de Joseph, él fue el que mato el que estaba encima de mí. – suerte que fueran novatos.
–tenemos que irnos.
El camino siguió sin incidentes, afuera se escuchaba mucho ruido, golpes, aullidos, alaridos de vampiros y las llamas comenzaban a divisarse atreves de las ventanas, tenía miedo, esperaba que mi familia estuviera bien.
–No hagas ruido– susurro Joseph, habíamos llegado a una plataforma, el trono quedaba enfrente de nosotros, podíamos ver y escucha todo lo que pasaba abajo.
Lo único que iluminaban la sala del trono eran un par de antorchas, por naturaleza la habitación era oscura a falta de ventanas, ni siquiera había un domo. Para llegar al majestuoso y tenebroso trono tenías que subir unos escalones de mármol; la silla por otro lado era negra y con bordes de, una de dos era plata u oro blanco, tras la silla se mostraba una figura de dos serpientes entrelazadas, aunque se veía que ambas serpientes trataban de matarse entre sí pero no podían, estaban destinadas a estar juntas.
–Vaya vaya pero si están aquí mi hermanito… ¿pero es verdad lo que ven mis viejos ojos? –Derian estaba sentado en el trono, sostenía en una mano una copa de lo que supongo era sangre– el nieto de Gustav junto a mi hermano, se ve que esta noche es mi fin.
– ¿eso es lo único que dirás? – Pregunto Vladimir viéndolo fijamente– todos tus intentos de destrucción y monarquía absoluta convertidos en nada.
–Al menos el gusto me duro un siglo ¿no? – contesto Derian con cierto deje de burla, le tomo a su copa y después sonrió –Creo que fue más que un singlo, a fin de cuentas fui yo quien asesino a cada una de tus parejas… si, aún recuerdo como gritaban mi nombre suplicando piedad.