El Secreto del Alfa

Capítulo 16: Peligro

Me mantuve a unos metros de todos, puedo ver como Caden, Zöe y otras dos lobas llamadas Zenda, Calíope y Samay; todas seguían explicándole a Caden como habían encontrado el cuerpo y de cómo el assasin no pudo llevárselo al tener que distraerlo para alejarse del cuerpo de la loba que se encontraba ya postrada en el pasto verde.

Sigo caminando lejos de todos mientras me guio de las gotas de sangre que se encuentran salpicadas en varias plantas, por lo que entendí de los susurros de todos y más el de un Caden muy furioso, la loba muerta es parte de una manada cercana a la de él, quien se encontraba en el bosque buscando corteza de árbol para llevarlo a casa y hacer una fusión curativa, la loba muerta con el nombre Jill, parece haber sido atacada por un assasin mientras caminaba en el bosque a solas, pudo escapar pero al parecer fue herida en la espalda por un arma blanca.

Hasta el momento no sé más de ello, después de todo desde que Caden y yo llegamos, las amigas de Zöe no han quitado su mirada de mí, evaluándome como si fuera un enemigo próximo del cual prefieren mantenerse alejadas, ya que todas menos Zöe al ser betas, no pueden contradecir la palabra de dos alfa y por supuesto, a pesar que la ex novia de Caden sea un alfa, por lo visto ella es quien le tiene respecto, después de todo, si más no recuerdo, Caden es el líder de la manada.

Sigo el camino de sangre y cada vez este parece cortarse y a la vez, estar rodeado un poco más del líquido rojo casi formando un pequeño charco; hago una mueca y de nuevo sigo con el paso, cada vez me doy cuenta como me alejo y camino entre los cultivos de manzana, aun no comprendo como a un lobo llegaron a cazarlo dentro de un área productora de manzanas, hasta me sorprende que los agricultores no se encuentren por el momento, por un lado es de esperarse cuando apenas las manzanas han empezado a crecer y muchas de ellas apenas son pequeños frutos colgados en las ramas del manzano.

Dejo de caminar para quedarme parada en medio de un campo solitario y fresco, solo el viento y las hojas de los árboles al moverse son el único sonido que proviene del lugar, antes de poder proseguir, doy un giro de 360° por todo mi alrededor, hay algo que me hace sentir extraña, insegura y temerosa... Es como si tuviera el presentimiento que algo sucederá o que...

— ¿Está perdida señorita?

Doy un saltó enorme al ver que tengo en frente a un hombre, puedo ver como él está montando a su caballo y como esté relincha y se mueve de forma nerviosa de un lado hacia el otro, hago una mueca y me quedo mirando al sujeto que tengo en frente, posiblemente tendrá unos 30 años, sus matices en la cara demuestran peligrosidad como si acaba de ver a un delincuente. Le da una larga mirada al campo de los manzanos y pronto su mirada fría y neutra provoca que mi piel se erice; ese instinto interior me dice que corra, que huya y que busque a Caden pero mi consciencia me advierte que si muevo tan solo un dedo es posible que trate de matarme, después de todo no es una opción tener que huir como cobarde cuando en sus caderas mantiene un arma, además que le puedo decir cuando parezco ser la única que se encuentra en aquel lugar, caminando a solas y sin alguna justificación de estar ahí.

—Vuelvo a repetirle, ¿qué hace aquí?—se baja del córcel para acercarse a mí.

Su altura y corpulencia me hacen sentir pequeña, casi una muñeca que puede ser manipulada con facilidad; si grito es probable que Caden corra y me busque pero la inseguridad que no quiten pronto el cuerpo de aquella lobo me hace saber que no es una buena opción que por el momento el hombre se dé cuenta del cadáver que hay a unos metros del área en que nos encontramos.

—Tenía hambre y bueno... Al no ver ningún trabajador aquí, decidí entrar y buscar algún par de manzanas—el hombre evaluó despectivamente mi respuesta.

—No parece una indigente—trague hondo.

En realidad, ni parezco de cerca ser una vagabunda, porque mi ropa se encuentra limpia y mis zapatos a pesar de ser viejos, se mantienen casi intactos después de cuidarlos tanto.

—Es que hace poco fui despedida de mi trabajo y... tengo una familia enorme a la cual alimentar... y sinceramente vi la oportunidad de poder tomar unas manzanas—dije avergonzada.

—Sabe que es delito robar en campos ajenos, ¿no?—dictó él.

Como si no llegase a saber las leyes del país pero no se me ocurrió otra historia que inventar además con un campo de manzanas es poco probable que yo diga que a venderlas voy cuando la mayor parte de ellas apenas son del tamaño de un huevo de codorniz.

—Lo sé pero tengo seis hermanitos de los cuales me debo de encargar—dije con tono melancólico.

Me dio una larga mirada para luego tocarse la mandíbula con su mano, parece que mis palabras lo han llevado a analizar bien la situación en que me encuentro, después de todo, solo espero que esto no provoque que tenga problemas.




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