El Secreto del Alfa

Capítulo 19: Leyenda

Me quedé sentada en un tronco de un árbol mientras esperaba que Kilian y Samay terminaran de evaluar toda la mitad del lobo muerto, quizás ya ha pasado una hora desde que están observando, comentando y analizando cual fue el arma que mato a aquella criatura sobrenatural, podría poner mi aporte en la investigación, el problema de ello es que Kilian me ordeno a sentarme y callar mi boca para no interrumpir su investigación, eso sin decir que él y Samay se siguen manteniendo alerta por si algún cazador, perro o guardabosque se acerca por el perímetro en donde nos encontramos, lo cual ha hecho que ni siquiera pueda hacer cualquier ruido porque eso también interfiere en su instinto auditivo.

Inhalo profundamente aire para luego exhalarlo con el aburrimiento de solo quedarme sentada, por supuesto que si perseguí a Kilian fue con el objetivo de descubrir su parte licántropo pero de todo esto, también estoy aquí porque quiero integrarme en la investigación y ayudarlos a encontrar el assasin que le hizo esto al lobo.

Observo como la mitad del cuerpo colgado del hombre lobo ha dejado de gotear sangre pero el olor a carne en estado de descomposición ha comenzado a revolver mi estómago, eso sin decir que algunas moscas han empezado a llegar; la simetría del rasgado del cuerpo de aquel hombre es como si hubieras cortado con una arma poco filosa su cuerpo, ya que en desde al frente como atrás se puede ver como hay un corte en forma de triángulo, aquella vista desde mi ángulo la puedo detectar un poco bizarra, ya que además de ver la carne despellejada y colgando puedo ver algunos huesos y órganos que rozaron con el arma.

La cara de aquel hombre lobo se encuentra golpeada, pero no solo eso parece como si le hubieran quitado los ojos ya que veo unos enormes moretes violetas en todo el alrededor de ambos ojos, además de ello que tiene una cortada en la cara y los labios hinchados.

Me levanto de mi lugar y empiezo a caminar hasta donde se encuentra Kilian y Samay, ambos primos que hasta el momento me sorprende no haber conocido su familiaridad, terminan por observarme hasta que uno de ellos me impide el paso poniendo su mano en frente de mí.

—Gemma, te dije que te quedarás sentada—gruñí al escuchar a Kilian.

—Estoy aburrida y quiero ayudar—dije en tono de reproche.

—Si tocas, perderemos el olor del assasin—comentó.

—No tocaré, solo observaré—intenté convencerlo.

—Vamos Kilian, un par de ojos más pueden servirnos de ayuda—sugirió Samay.

Kilian que aún se encuentra indispuesto a querer dar su brazo a torcer, al final accede a darme paso a investigar todo el cuerpo; sigo sin poder encontrar más de lo que ellos quizás ya saben, pero intentando descubrir algo nuevo, mis ojos se quedan aún evaluando aquellas cortadas que provocaron la muerte del hombre lobo al ser asesinado cortando la mitad de su cuerpo.

Por las heridas en triángulos, la forma en como fue cortado el cuerpo y la parte en que no hubo tropiezos en cortar algunos huesos, tuvo que haber sido un arma con mucho filo y velocidad, porque un cuchillo o una espada se quedan cortas con la escena del crimen.

— ¿Qué tipo de armas usan los assasins?—le pregunté a ambos.

—Armas antiguas, la mayor parte de siglos pasados. —Respondió Samay.

Un recuerdo vago llego a mi mente al recordar las armas que el assasin de Yakima tenía en aquella habitación de su casa, apenas puedo centrarme en las armas de fuego y blancas que se encontraban colgadas en la pared, una más grande que la otra y eso sin decir de las piezas de artefactos antiguos que tenía en vitrinas de vidrio como si fueran utilizadas para una exposición de arte de un museo.

Fue entonces que al repasar aquellos rincones de mi mente, recordé haber visto una espada, no una común y corriente que se usaban en las primeras guerras de la conquista, sino que una con forma de dientes.

Busque una rama de un árbol y aleje un par de hojas de la tierra para empezar a hacer un dibujo, entre ellas una que esperaba que fuera habitual para Kilian y Samay.

— ¿Reconocen esto?—les pregunté a ambos.

Ambos primos se dieron una mirada y observaron el dibujo que hice en la tierra húmeda, antes de poder concluir en la idea que no sabían de lo que hablaba, Kilian abrió los ojos y se sentó en el talón de su pie para registrar más el dibujo.

—Es una macuahuitil—dijo sin dudarlo.

— ¿Una qué?—dije extraña.

—Una macuahuitil, un arma con forma de espada de madera, está integrada de diez a doce navajas primaticas de obsidiana. —Explicó Kilian.

— ¿Eso puede matar a un hombre lobo?—pregunto con curiosidad.




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