Uriel escuchó el disparo y maldijo entre dientes.
Estaba terminando de atar a los dos hombres y los había arrastrado a los arbustos, había mandado con un criado una nota a Bow Street para que mandaran hombres de inmediato.
Uriel se adentró al salón y los invitados corrían de un lugar a otro.
Se escucharon dos disparos más.
—Mierda—susurró mientras se acercaba a las escaleras en medio del caos.
En ese instante se encontró con Elizabeth Wallase.
—¡milord! —Exclamó ésta—ayúdeme por favor. Mi hija no aparece por ningún lado y su dama de compañía tampoco
Se escuchó otro disparo y Uriel asintió rápidamente—las buscaré y las llevaré a salvo, por lo pronto salga con mucho cuidado
—¿Usted las llevará?
—le doy mi palabra que así será—le aseguró este
Uriel tomó por el brazo a un criado—lleve a la señora a un carruaje sana y salva
El mesero asintió y Elizabeth se fue.
Los invitados gritaban y corrían; en ese momento se escuchó otro disparo. Uriel subió las escaleras y sacó su revolver; comenzó a abrir cada una de las habitaciones.
—¡St. John! —le gritó—¡Aitasis! ¡Agnes!
—¡Lord Uriel! —oyó una voz conocida no muy lejana
—¡Agnes ¿Dónde estás?!
—¡En la biblioteca! ¡Ayúdeme!
Uriel siguió caminando hasta dónde provenía la voz. Este abrió una puerta y encontró estantes de libros en el suelo, Agnes se encontraba junto a un St. John inconsciente, ésta lo abrasaba y tenía un arma. Lagrimas brotaban de sus ojos.
Uriel se acercó rápidamente—Agnes... ¿Está...?
Ésta negó con la cabeza—No... no está muerto. Milord...—Agnes lo llamó y el marqués despertó—milord no se duerma...
—Lord Uriel...—susurró Este
—St. John ¿A dónde te dispararon? —le preguntó Uriel
—La bala no le rozó milord—le informó Agnes—sólo está conmocionado
Uriel sintió—Agnes ¿Tú estás bién?
Agnes negó con la cabeza—milord fue horrible—las lágrimas le impidieron continuar—Aitasis...
Uriel la taladró con la mirada—¿Dónde estás Aitasis, Agnes? ¡¿Dónde está?
—se fue a perseguirla, Aitasis está herida milord y no le importó. Esa mujer... milord esa mujer...
—Agnes habla por favor
—Aitasis logró rasgarle el vestido...—continuó Agnes—esa mujer tiene el cuerpo marcado de letras
—¿Letras?
Agnes asintió—Letras chinas
Uriel la miró de hito en hito. <<¿Letras chinas?>> esto se ponía cada vez más complicado. Uriel miró a St. John que se estaba quedando dormido.
Este se incorporó y tomó a St. John por los hombros.
Agnes se puso de pie y limpió sus lágrimas.
—milord yo cuidaré del marqués, por favor vaya por Aitasis—le dijo Agnes mientras pasaba por sus hombros el brazo del marqués—busque a Aitasis milord. Esa mujer le disparó, es tan ágil como ella e incluso más. Esa mujer tiene la sed de sangre en su mirada
Uriel asintió—¿Estás armada? —Agnes asintió—no dudes en usarla ¿de acuerdo? —Uriel se acercó a ella y le dio un beso en la frente; y luego tomó el rostro de ella entre sus manos—todo va a salir bien Agnes, necesito que seas fuerte. Este hombre depende de ti ahora—Agnes asintió—Yo la trataré ¿Por dónde se fue?
—Saltaron esa ventana
Uriel suspiró <<Compadezco a su futuro marido>>
—Muy bién Agnes, cuídate mucho
—sí milord
Uriel se asomó por la ventana. Ésta tenía más de dos metros de altura y había dos trozos de tela rasgados. Unos azul y otro rosa.
Uriel bajó por allí mismo midiendo la tenacidad de aquellas mujeres.
<<Joder ¿En serio son mujeres?>> Uriel bajó por completo la pared y se dio cuenta que había un camino de sangre y decidió seguirlo.
<<Aitasis... no te vayas a morir por favor>>.
***
Aitasis se apoyó en una pared y maldijo entre dientes. Se le habían acabado las balas y la herida en su brazo izquierdo no le colaboraba en lo más mínimo. Se sentó en el suelo y con mucho esfuerzo se rasgó la falda del vestido y se hizo una venda improvisada en el brazo.
Escuchó un disparo y maldijo entre diente. <<Tengo que buscar la forma de quitarle esa maldita pistola>> pensó.
Aitasis miró a su alrededor y vio que la pared de ladrillos tenía algunos huecos con los cuales podía apoyarse para escalar. Ésta se levantó y comenzó a subir la pared; en ese instante se escucharon voces y pasos que se aproximaban al lugar.
—Maldición—susurró