Entre los escombros, Dima encontró un cuaderno con la portada de cuero gastado. Los símbolos eran incomprensibles, escritos en alemán antiguo, pero algunas palabras eran reconocibles: “Fórmula”, “Eterna vigilia”, “Guardianes”.
—Esto… esto es lo que buscaba —susurró Dima, temblando—. El diario del Doctor Kanoche.
Marvin se acercó para mirar las páginas, y un escalofrío recorrió su espalda: los dibujos mostraban cuerpos rígidos, alineados como soldados, y fórmulas extrañas con frascos de líquidos oscuros.
Leopoldo, que permanecía en silencio, murmuró:
—Él… él todavía vigila.
De pronto, un sonido metálico resonó en la cripta, como si alguien arrastrara cadenas. Todos se giraron, pero no había nadie. Solo las sombras de los ataúdes y los susurros que parecían llamarlos por sus nombres.
Tony tomó el cuaderno y lo guardó en su mochila.
—Esto es más que un hallazgo histórico… —dijo—. Es una advertencia viva.
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Editado: 31.08.2025