El grupo corrió por los pasillos de la hacienda. Los cuadros parecían moverse, las paredes susurraban nombres y los guardianes momificados aparecían en cada esquina.
—¡Rápido, por aquí! —gritó Tony, guiando al grupo hacia una escalera que llevaba al jardín trasero.
El viento gélido y los susurros aumentaban, y la sensación de que algo los perseguía se hacía cada vez más real.
Finalmente, llegaron a la salida principal, pero la puerta estaba cerrada. Marvin encontró un frasco caído y, al tocarlo, un brillo verde iluminó la hacienda, como un aviso de que el Doctor Kanoche no los dejaría ir tan fácilmente.
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Editado: 31.08.2025