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Varios meses después, regresaron al pueblo a casarse en una sencilla pero muy emotiva ceremonia. Los acompañaron sus jefes y los familiares de ellos, ya que todos sentían genuino aprecio por la joven pareja y estaban felices por ellos.
Los papás de Mary tiraron la casa por la ventana y organizaron una gran comilona en el rancho donde vivían. A ellos les había agradado mucho la seriedad y formalidad de Rafael, consideraban que su hija quedaba en muy buenas manos. Y, aunque no eran unas personas interesadas ni mezquinas, valoraron mucho el que la pareja les asegurara que seguirían recibiendo ayuda económica de ellos. Claro que desconocían totalmente el pasado del joven. Mary había decidido mantenérselos oculto para no preocuparlos por nada y Rafa y su mamá estuvieron de acuerdo con ella.
No hubo luna de miel. La pareja decidió regresar inmediatamente a sus respectivos trabajos y pospusieron el viaje para después. Así que se acoplaron inmediatamente a su nueva vida. Aunque, en realidad, el único cambio verdadero que hubo fue que compartieran uno de los cuartos de servicio para ellos dos, dado que todos vivían en la casa de sus jefes. Rafael seguía siendo el jefe de seguridad de la familia y Mary era la empleada doméstica de la casa mientras doña Aurora seguía como la cocinera y ama de llaves.
Eran felices, su vida corría pacífica y sin sobresaltos y una vez que terminaban sus obligaciones diarias se encerraban en su cuarto a conversar por horas o ver alguna serie de televisión. Rafael acostumbrada a tenerla abrazada cada vez que la tenía cerca y estaban solos, aduciendo al hecho que antes no se sentía digno ni de mirarla, por eso quería recuperar el tiempo perdido. cosa que hacía reír mucho a la joven, pero se quedaba a su lado dejándose abrazar.
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Era diciembre, todas las mujeres estaban en la cocina preparando la cena navideña, incluso la patrona y su mamá estaban ayudando, el jefe entró conversando con su abogado y amigo y se sentaron ante la barra observando divertidos el caos reinante.
Rafael entró desde el patio, conversando con uno de los vigilantes. Este hizo una broma y Rafael no pudo evitar soltar una pequeña risa. Todos se detuvieron en lo que hacían y se giraron a mirarlo, sorprendidos.
— Aún no me acostumbro a escucharte reír, Rafita. — Dijo la señora Sofía, sonriendo con algo de picardía. — Pero me da mucho gusto que lo hagas. Antes eso era rarísimo en tí, ahora lo haces más seguido.
El joven se encogió de hombros.
— Antes, no me sentía digno de nada. — Dijo con aparente indiferencia, luego señaló a Mary. — Ella me hizo empezar a creer que sí merezco ser feliz.
— Pues tienes que empezar a creértelo de una vez por todas. — Respondió la aludida. — No quiero que nuestro bebé crezca pensando que su papá es un amargado o que está eternamente enojado.
Todos giraron a mirarla, sorprendidos. Rafael se detuvo de golpe y la observó con los ojos muy abiertos.
— ¿Cual bebé? — Preguntó en un hilo de voz.
Mary sonrió traviesamente y llevó una mano a su propio vientre.
— Este. — Dijo soñadoramente. — Si mis cálculos no me fallan, yo creo que anda naciendo para finales de junio o principios de julio. Así que vete acostumbrando a reír más.
Todas las mujeres empezaron a aplaudir emocionadas y, junto con los hombres, felicitaron tanto a Mary y Rafael como a doña Aurora. Este, luego de recibir as felicitaciones se acercó a Mary y la abrazó casi con devoción.
— Creo que este es el mejor regalo de navidad que he recibido en la vida. — Dijo en voz baja, lleno de emoción. — Saber que voy a ser papá... Que me vas a dar un hijo. ¡Santo Dios!
Se inclinó a besarla sin importarle que los patrones y todos los demás estuvieran mirando y empezaran a aplaudir.
FIN