Nury no pudo mantener el equilibro y se resbaló, si no fuera por su ex novio habría caído, él la sujetó de la mano, trató de subirla, pero no tenía la fuerza, además los seres alados les tiraban picotazos y los atacaban con sus garras. Las hermanas les tiraban piedras a los monstruos para alejarlos, pero seguían tratando de tomar a alguno de ellos.
— Déjame, te van a matar por mi culpa — le pidió la muchacha a Luis.
— Si tú mueres para que quiero vivir, te amo, aunque no lo creas.
Ambos fueron atrapados en las zarpas de los seres, que los llevaron lejos. Ester corrió en la dirección que tomaron los animales, pero a los metros ya no pudo seguir, por no ver donde puso el pie, casi cayó al vacío.
Las hermanas no pudieron ver como el hombre sacaba una cortapluma y se la enterró en la pata al ser que la abrió adolorido, pero en vez de saltar a una saliente que había muy cerca, él se tiró a donde su novia e hizo lo mismo, ambos cayeron entre las nubes, sus gritos se perdieron entre la bruma.
— ¿Qué hacemos? ¿Ellos están...? — Ester miraba al lugar del cielo donde desaparecieron los seres mitológicos.
Javiera vio para todos lados, por suerte pudo encontrar la entrada del túnel por donde llegaron a ese lugar.
— Vamos — tenía los ojos vidriosos.
— Son nuestros amigos — gritó desesperada su hermana menor, el eco de su voz se repitió por mucho rato entre las paredes de piedra.
— Debemos volver a nuestro mundo — tiró del brazo a su hermana.
La más joven se paró en la entrada, ya no quería moverse.
— No quiero seguir, todos moriremos, eres una insensible.
Javiera quedó quieta un momento, luego le dio una cachetada.
— Solo soy práctica, si nos quedamos llorando no servirá de nada, en cambio si llegamos a la Tierra mandaremos ayuda para los demás — hizo ademán de seguir sola.
— ¿Por qué me odias tanto? ¿Qué te hice?
— Los papás te querían más a ti que a mí — aseguró apretando los puños y mirando con rabia al piso.
— Nos querían a las dos por igual.
— Siempre fuiste la más tierna — le respondió irónica la otra — la más estudiosa, el ejemplo de hija, para mí todo eran retos.
— Ellos te querían, por eso eran tan estrictos contigo, sabían que eres muy inteligente, por eso se molestaban que te fuera mal en la escuela. Pero eso no quiere decir que no te amaban.
Se sentaron en medio de la oscuridad, ambas sumidas en sus pensamientos. La mayor recordó todas las veces que sus padres la regañaban.
— ¿Cómo no puedes ser como tu hermana? — le dijo su madre, como siempre.
Javiera no dejaba de recordar esas palabras que le carcomieron desde años el alma, siempre quiso responderles, pero nunca tuvo el valor de decirles: Entonces quédense con su niña perfecta y déjenme en paz, los odio, ojalá mueran.
La menor por fin entendió el enojo de su hermana cada vez que estaba la familia junta, y porque siempre la trataba de forma tan brusca. Luego de dormir un poco, ambas vieron un brillo extraño en la entrada de la cueva, salieron, ahora estaban dentro de una cabaña, fuera había un bosque.
— Que bello lugar ¿Estamos en la Tierra? — preguntó esperanzada Ester.
— No lo sé — la mayor salió a la puerta a mirar.
Vio que se acercaban varios tipos con ropa oscura, como soldados de la época medieval, sus semblantes no le gustaron a Javiera, como solo la habían visto a ella, empujó a su hermanita dentro de la casa.
— No salgas, pase lo que pase, escóndete — la mayor se alejó corriendo lo más rápido que pudo.
Los hombres al ver que la joven intentaba huir la siguieron sin revisar si había alguien más en la cabaña, lograron atraparla, dos hombres la sujetaron, el jefe se acercó y le acaricia el rostro, ella lo escupió desafiante, sonriendo malignamente el capitán se limpió la cara e hizo que la tendieran en el suelo, al quitarse el casco, la muchacha vio que tenía las orejas en punta. Ester salió a la puerta con intensión de ayudarla, por suerte solo su hermana la vio, a pesar que sabía lo que le pasaría, con la mirada enojada, le hizo un gesto para que se ocultara, llorando la jovencita se acurrucó al fondo más alejado de la casa, y se tapó los oídos, a pesar de eso los gritos de su hermana le llegaban claros, luego de un momento que se le hizo eterno a la menor de las dos, todo quedó en silencio, sintió a los tipos pasar riéndose por la cabaña.
— ¿Veremos si hay más gente en este lugar? — apuntó a la casa, Ester se llenó de pánico.
— Vamos atrasados por esta pequeña fiesta — sonrió lascivamente el líder de la tropa — además si hubiera alguien a los gritos habría salido. Apuremos el paso, soldado.
La jovencita quedó quieta mucho rato, esperaba que su hermana la fuera a buscar, cuando ésta no apareció pensó que estaba muerta. Se levantó asustada que los tipos alguna vez volvieran, por fin encontró a Javiera, estaba en posición fetal en medio de la hierba, golpeada, mordida, con sangre en todo su cuerpo, rota por dentro y por fuera, pero viva, parecía no darse cuenta de nada, sus ojos no tenían vida, la levantó, buscó un río para lavarla, trató de hacerla beber, pero el agua resbalaba de sus labios, y la comida no la tragaba.
— Por favor no me dejes sola, debes vivir — pero nada hacía reaccionar a la otra joven.
Con un encendedor que encontró en lo que queda de la ropa de su hermana mayor, Ester prendió fuego, y con hojas y su cuerpo trato de darle calor, pasaron tres días y nada había cambiado, aunque los golpes y heridas mejoraron, no se alimentaba ni bebía nada. Desesperada la muchacha fue sola al río, se preguntaba por qué les pasó algo así, solo eran unos jóvenes desenfadados, y ahora solo estaban ellas dos, y si todo seguía igual quedaría sola, era la más débil, la que dependía de los demás, no era valiente, solo se sentía segura cerca de Javiera, quien a pesar de haberle dicho que no la quería siempre la había protegido, incluso ahora.
Editado: 02.06.2020