El príncipe Josh, a las horas, aburrido de que Ester lo haya hecho a un lado toda la noche, y cansado de la conversación de su compañera de baile, se fue a los jardines a meditar, pensaba si hizo bien en seguirla, la amaba, pero desde que llegaron ella no le dedica casi nada de tiempo.
— ¿Qué te pasó? — la pelirroja estaba tras él, con una botella de vino y dos copas que dejo en una mesita que había en el lugar.
— Me aburrió el ambiente, me retiro a mi habitación.
— Y si vamos juntos, me gustas — le acarició el cabello y quiso besarlo.
Josh le hizo el quite y le tomó las manos para que las dejará quietas.
— Gracias, pero no me interesas en ese sentido, espero no ofenderte.
— Para nada — rió suavemente — pero antes de irte no puedes despreciarme una copa de vino, está muy dulce.
El joven lo tomó de un sorbo para marcharse rápido, pero enseguida se sintió mareado.
— Será mejor que te acompañe, puedes caerte — pero al llegar al cuarto, la mujer le dio un poco más de licor, luego lo miró fijamente — ahora me harás el amor como si fuera la mujer que amas.
El hombre ya no tenía voluntad, empezó a desvestirla y acariciarla, para terminar acostándola junto a él en la cama.
En el salón Ester se alegró que por fin Xerab terminó de contarle la historia y leyendas de ese pueblo, por no ser descortés no quiso dejarlo con la palabra en la boca, pero ya quería estar con Josh y poder bailar nuevamente con él como esa vez en el bosque.
— ¿A quién busca, Hevi? — le preguntó Xerab al verla mirar para todos lados.
— A mi amigo Josh, no lo veo.
— Lo vi bailar con mi hermana, creo que subieron al cuarto de él.
— Deben estar conversando, vamos a buscarlos para que bajen a la fiesta.
Cuando ambos llegaron a la habitación del joven, jadeos y gemidos salían del lugar, Ester se acercó sin poder creerlo, abrió un poco la puerta y vio a Josh con la mujer teniendo sexo, se besaban y acariciaban como si les fuera en eso la vida.
— Te... amo — dijo Josh.
La terrestre, al escucharlo, corrió a su habitación y se encerró, mientras Xerab sonreía contento, por fin quitó al único estorbo para casarse con la muchacha, y poder convertirse en el gobernante de forma legal.
A la mañana siguiente el joven de las orejas puntiagudas despertó desconcertado, vio su ropa y la de una mujer en el piso.
"¿Ester y yo...?"
Pero al voltear fue a la colorina a la que vio con él.
— ¿Quién eres? — dijo confundido.
— ¿No te acuerdas de mí? Soy la hermana del Regente, Hestar — lo miró sensualmente — entre nosotros, anoche, fue amor a primera vista, incluso me ofreciste matrimonio.
— No puede ser — incrédulo se paró de la cama tapándose con una sábana.
— ¿Por qué crees que terminamos aquí? Celebrábamos nuestro compromiso.
— Estás mintiendo —Josh estaba pálido.
— Todos vieron como subimos juntos, abrazados... o sea solo querías acostarte conmigo... eres un maldito desgraciado — aparentando indignación, tomó su ropa y se fue de la habitación — no quiero volver a verte, idiota — salió caminando desnuda, sin importarle éste detalle lo más mínimo.
— Qué diablos, está gente está loca, mejor voy a ver cómo está Ester.
Trataba de recordar algo, pero lo único que tenía en mente era estar en un jardín y la pelirroja llegó a su lado, luego había despertado en su cama con ella, esa mañana. Encontró a la terrestre en el jardín, donde estaba practicando el controlar sobre su poder mental.
— Hola ¿Cómo estás? — le preguntó el hombre sonriendo.
— No tan cansada como tú, supongo — ella fue muy cortante.
— ¿Por qué lo dices? — estaba nervioso, pensando que a ella le habían ido a contar lo de la hermana de Xerab.
— Anoche fui a tu habitación a buscarte, los vi — lo miró con furia — y yo pensando que estabas aburrido, por eso no te veía en el salón — le dio la espalda— ya Xerab me contó cómo te aprovechaste de su hermana, le prometiste matrimonio para llevarla a la cama — levitó una flecha y la tiró dando justo en el blanco — y luego te desentendiste de tu palabra, nunca pensé que fueras tan canalla.
— No sé qué pasó, no recuerdo nada, pero te juro que yo nunca haría algo así.
— No jures en vano — respiró agitada por el esfuerzo mental — yo los vi conversar y reír en la fiesta... y luego... — sus ojos estaban llenos de odio al recordar por enésima vez el te amo que le escuchó decir a Josh, hacía a la pelirroja — no me vuelvas a dirigir la palabra. Si pudieras volver a tu tierra sería lo ideal, no te quiero ver más — le dio la espalda — qué más se puede esperar de quién enamoró a su futura cuñada. He decidido quedarme y ser la Reina de este lugar, Xerab tiene razón, esté es mi destino.
— Te digo la verdad, pero si prefieres creerle a esa gente que recién vienes conociendo, y de la que ya tenías dudas, que así sea, adiós para siempre — se despidió con voz fría.
Aunque ella aparentaba tranquilidad su mente era un hervidero de pensamiento, de nuevo y con mayor fuerza recordó el último consejo de su hermana, así que decidió investigar más a fondo al Regente.
Mientras, el príncipe se presentó ante el Comandante del Palacio, a quien le solicitó pudiera aceptarlo entre sus hombres.
— ¿Tiene habilidad con la espada? — Josh hizo varios movimientos que convencieron al otro enseguida — necesito alguien para la puerta del muro interior, es un trabajo aburrido y tedioso.
— Acepto.
Desde ese momento prácticamente el de orejas puntiagudas se fue a vivir allí, desde donde veía a Ester siempre rodeada de Xerab, o alguno de los nobles, quienes le dedicaban demasiadas atenciones, según él, lo que lo llenaba de celos.
Editado: 02.06.2020