El Secreto del Mausoleo I I. Gina

Parte 1

Gina despertó como siempre durante estos últimos 5 años, desde que sus amigos huyeron dejándola allí, estaba en una jaula al lado de la cama de la hija del jefe de los gigantes*, quien la "adoptó" como su muñeca preferida, le gustaba su cabello rubio y sus ojos claros, incluso comía con ella, donde iba la llevaba, al principio se quiso resistir, pero viendo lo que le pasaba a los demás prisioneros, aceptó su suerte.

*Nota de la autora: los gigantes medían entre 7 u 8 metros, los humanos les llegaban a la pantorrilla más o menos).

Cuando sus amigos la dejaron sola su mundo se vino abajo, era una simple jovencita que lo más que había hecho en su vida era participar en un par de casting para modelo. Pero en este tiempo tuvo que desarrollar la astucia poder sobrevivir. Pero ahora que la niña gigante se convertía en mujer, de a poco empezó a dejarla de lado, y la humana supuso que pronto la pondrían con los demás.

"Debo encontrar la forma de huir, no quiero morir como esos que he visto".

Había sobrevivido a tanto, vio como los humanos eran descuartizados, o molidos a golpes cuando alguno de sus amos estaba de mal humor. Luego de escuchar que la jovencita que la cuidaba se comprometería, supo que ya era su momento. Desde siempre había podido Gina arreglárselas para salir de su prisión e ir con algo de comida para los prisioneros, ahora aprovechó de conversar con ellos y tratar de conseguir ayuda para escapar, sola jamás lo lograría con éxito, pero si no tenía otra salida lo haría así.

— Eres una idiota, nunca podremos derrotarlos, son inmensos — respondió el mayor de todos los prisioneros.

— Si David se hubiera dado por vencido ante Goliat antes de la pelea jamás lo hubiera derrotado.

— ¿Y quién es ese? Supongo que un hombre de tu mundo, este es nuestro destino, hay que aceptarlo — dijo el anciano.

— Por favor piensen, o nos revelamos ahora o esperamos que nos maten.

Todas las noches instigaba para que la siguieran en su plan, pero nadie tenía esperanza, llevaban mucho en ese lugar. Por suerte para ella trajeron a dos nuevos humanos, una pareja. Eran de cabellos plomos ambos, y ojos verdes claros. A la hija del gigante le llamaron la atención, y decidió ponerlos junto con su otra "muñeca".

— ¿Quiénes son esos? — apuntó aterrada a los gigantes la recién llegada — ¿Cómo llegamos aquí? — preguntó angustiada a Gina.

— Tranquila, a la noche responderé a todo, por ahora hace lo que te digan sino morirás — contestó la terrestre discretamente.

Por suerte el día pasó rápido, en la noche los tres conversaron mientras su protectora dormía.

— Soy Gina de Chile ¿Y ustedes?

— No conozco Chile. Soy Jobek y ella Keha, somos de Argenta.

— No conozco ningún país llamado así en la Tierra.

— ¿¿¿¿Tierra???? Nuestro planeta se llama Nahera.

— Siempre olvido que no solo de mi planeta llegan aquí.

— Estábamos en un paseo con nuestra familia, entramos a una cueva a explorar y terminamos en este lugar.

La terrestre les contó su historia.

— ¿Qué pasará con nosotros?

— Seremos solo juguetes para niños, u objetos de diversión para los grandes — se estremeció al recordar cuando los hacían pelear, bailar por horas hasta que caían agotados, cantar hasta que perdían la voz, o los obligaban a montar espectáculos para adultos, su estómago se revolvió al recordar a una mujer que se negó a mantener relaciones sexuales con otro humano como le habían ordenado, fue tomada por dos gigantes de los brazos y piernas y la descuartizaron. Nunca olvido el grito de la prisionera — ahora he tratado de pedirles a los demás ayuda para huir, quiero ir a los acantilados y allí ocultarnos, pero el mayor problema es que ya no tienen esperanza.

— Nosotros si queremos ayudarte, o no hermanita.

— Sí, pero que podemos hacer, míralos, son enormes — a Gina le hizo recordar a Ester por su mirada de terror, era igual de temerosa.

— Tengo un plan, en dos noches más debemos irnos, se hará la ceremonia de compromiso de nuestra dueña, estarán toda la noche fuera desde temprano, seguro luego de eso nos llevarán con los demás.

— ¿Nadie quiere ayudarte?

— Tal vez alguno de los más jóvenes y que llegaron hace poco, los mayores no.

— En todo caso si te apoyen o no ¿Igual quieres irte?

— Sí, prefiero morir intentando escapar.

— Te acompañaremos ¿Verdad Keha?

— Sí Jobek — contestó la muchacha, aunque no muy convencida.

Con paciencia esperaron el momento perfecto, apenas salieron sus carceleros, trataron de convencer a los que quedaban.

— No, prefiero quedarme aquí, no quiero arriesgar a mis hijos — dijo Zoila, abrazando a sus mellizos de 2 años.

— ¿Y no te preocupa que alguno de esos los mate?

Al final solo tres varones jóvenes se les unieron.

— Bien, vamos entonces, debemos avanzar lo más que podamos antes que descubran que huimos — apremió Gina al grupo.

Caminaron a paso rápido, no quisieron correr porque luego deberían descansar y no tenían tiempo para eso, al amanecer por fin tenían a la vista el acantilado, en ese momento se escuchó el sonido de alarma, se había descubierto el escape.

— Apuren la marcha, ya casi llegamos — gritó Jobek tomando de la mano a su hermana para apurarla.

Ya cuando estaban a solo 100 metros el retumbar de los pasos de los gigantes se hizo sentir.

— Corre Keha.

— Ya no puedo hermano — cayó al torcerse el tobillo.

Él se devolvió y la tomó en sus brazos, por eso se empezó a atrasarse, ya cuando se vieron en el horizonte las figuras de sus perseguidores el joven iba muy atrasado.

— Déjame, no quiero que nos maten a ambos.

— Hermanita, los dos o ninguno — siguió tratando de alcanzar a los demás.

— Gina — gritó la jovencita.

— ¿Qué les pasó? Corran — se devolvió y trato de empujar a la pareja desde la espalda del varón.



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En el texto hay: lucha, esperanza, muerte

Editado: 27.01.2021

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