El silencio del príncipe

Esta historia no es un cuento de hadas donde todos viven felices, enamorados o hechizados por hadas mágicas, esta es la historia de mi vida la de un príncipe que amó tanto esta tierra, sus vanidades y misterios, tanto así, que sepulto en su corazón tantos secretos que buscaban la forma de destruir las almas y los cuerpos de aquellos involucrados en tales actos macabros.

Mi padre fue siempre un hombre sereno, meditabundo y algo enérgico, de él aprendí el arte de jugar con las espadas, la equitación, la natación y la valentía necesaria para reinar un pequeño reino. Él era mi ejemplo a seguir; todos lo querían porque se entregaba en cuerpo y alma al pueblo que lo necesitaba, siempre defendía la hegemonía monárquica en toda la región, pero al final lo que más anhelaba era escuchar y comprender a las personas. Una tarde después de cenar, comenzó a sentirse muy mal, sudaba mucho y sus piernas temblaban sin mas no poder. Estaba conmocionado por ver a mi padre, mi héroe tan fuerte, ahora se veía tan liviano que una pluma pesaba más que él.

El rey Gustavo III feneció una tarde otoñal cuando todos en el pueblo dormían su siesta habitual, mi padre dormía, pero esta vez era para la eternidad. Desde aquel día el palacio se vistió de negro, puertas y ventanas fueron pintadas para conmemorar la muerte del mejor soberano en la historia del reino, yo en cambio, lo recordaba en el silencio de cada día, y no tan solo como el rey que fue, lo tenía en mi corazón por ser el padre, el amigo y el ser humano que nunca se alejó de mí y que jamás dejo a solas a su pueblo y su familia.

Las ideas de este hombre marcaron mi vida en un antes y un después, pero a pesar del olvido que traen los años yo nunca lo olvide y preserve en mi memoria los ideales de gobierno que él siempre quiso, ver a un pueblo feliz y no dependiente a sus órdenes o acciones. 

Durante todo ese tiempo, guarde en silencio cada una de sus palabras en vida, porque nunca murieron en mí y también en aquellos que cambiaron pensamientos y se rebelaron contra un sistema que asfixiaba su voz y robaba su aliento.

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